El Renacimiento y el Barroco: La Edad de Oro de España en el contexto europeo

Durante el Renacimiento, las ciencias no experimentaron un gran desarrollo, siendo Leonardo da Vinci una figura destacada, aunque más como un aficionado con brillantes intuiciones que como un científico plenamente desarrollado. La verdadera revolución científica comenzó con Copérnico, el canónigo polaco, y Galileo, el italiano. Ambos centraron su lucha en el campo de la astronomía, defendiendo la doctrina heliocéntrica, que contrastaba con la tradicional visión geocéntrica del universo. Esta nueva perspectiva fue mal recibida por las jerarquías eclesiásticas, tanto católicas como protestantes, ya que desafiaba el principio de autoridad al cuestionar a Aristóteles, venerado por la Escolástica. Sin embargo, la razón y la evidencia empírica apoyaron el heliocentrismo, estableciendo los fundamentos para el espectacular avance científico de la era moderna y contemporánea.

Cabe destacar que la Universidad de Salamanca ganó renombre en el siglo XVI al permitir el estudio de las teorías de Copérnico en sus estatutos, mientras que la mayoría de las universidades europeas lo condenaban.

En el ámbito de los humanistas y filósofos del Renacimiento, los italianos sobresalen, incluso dejando de lado a las grandes figuras del Trecento como Dante, Petrarca y Boccaccio. Destacan nombres como Leonardo Bruni, Lorenzo Valla, Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Poggio Bracciolini y Pietro Pomponazzi, este último quizás el más original y racionalista de todos. Sin embargo, ninguno alcanzó la estatura del holandés Erasmo de Rotterdam ni produjo una obra maestra comparable a la Utopía del inglés Tomás Moro, quien fue canonizado por su fidelidad a su fe hasta la muerte.

Para encontrarse con auténticos filósofos y creadores de profundos sistemas de pensamiento, es necesario llegar al siglo XVII, con figuras como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y el inglés Francis Bacon.

También cabe recordar algunos nombres hispanos destacados en este periodo: Luis Vives, quien desarrolló gran parte de su obra en Bélgica; Alfonso de Valdés, el secretario latino de Carlos V; el maestro Vitoria, una figura prominente de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI; y el padre Francisco Suárez, cuya influencia sobre el pensamiento alemán del siglo XVIII fue considerable.

Junto a ellos, es importante mencionar a los santos y reformadores de la época. Este fue el tiempo de Savonarola, Lutero y Calvino, pero también de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Juan de Dios, San Pedro Claver, San José de Calasanz y San Vicente de Paúl. Después de un periodo más tibio, en el que los sentimientos religiosos parecían ceder ante otras preocupaciones, la época terminó centrándose en los problemas de la fe, a tal punto que incluso se luchó por ellos con sangre y fuego. En este contexto, la presencia española fue particularmente intensa. España entró en la Edad Moderna con una gran batalla por lo divino: la guerra contra Granada, considerada como la última Cruzada. Su fuerza se manifestó en la reforma interna de la Iglesia española, lograda bajo Isabel la Católica con el esfuerzo de Cisneros, en su papel en el Concilio de Trento, en la fundación de nuevas órdenes religiosas como los jesuitas y los escolapios, y en la aparición de una serie de figuras que enriquecieron el altar. Muchos de estos santos fueron también escritores de primera calidad, como es el caso de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

En este contexto, se destaca el genio español. Junto a poetas como Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León, dramaturgos como Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, y novelistas como Quevedo, resplandece Miguel de Cervantes. En este periodo, solo William Shakespeare puede compararse en igualdad de condiciones con estas figuras españolas.

En el ámbito de las artes, Italia vuelve a destacarse como la gran maestra indiscutible, desde Piero della Francesca y Leonardo da Vinci hasta Rafael y Tiziano, desde Donatello hasta Miguel Ángel, y desde Signorelli hasta Bernini. Sin embargo, junto a estos gigantes italianos, también brillan otros artistas trasalpinos, como el alemán Durero, el flamenco Rubens y el holandés Rembrandt. La escuela española tampoco desmerece, con figuras del calibre de El Greco, Ribera, Zurbarán y Velázquez.

La época del Renacimiento fue especialmente dinámica, repleta de hombres de acción. En España, los Reyes Católicos, Cisneros, Carlos V y Felipe II protagonizan una era de esplendor político y militar, marcada por las hazañas de personajes como el Gran Capitán, los hermanos Pinzón, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, Juan Sebastián Elcano, entre muchos otros exploradores y conquistadores. Este periodo de predominio español en política y armas se extiende hasta el siglo XVI.

En el siglo XVII, el relevo de poder pasa a Francia, con figuras como Enrique IV, Richelieu, Mazarino y Luis XIV tomando protagonismo. Inglaterra también se destaca con personalidades como Enrique VIII, Isabel I, Francis Drake, John Hawkins y, ya en el siglo XVII, Oliver Cromwell. Durante esta época, también emergen líderes notables como Solimán el Magnífico, Barbarroja en el tardío Renacimiento y Gustavo Adolfo en el Barroco.

A lo largo de estos dos siglos, solo un Papa destaca con verdadera fuerza: San Pío V, el alma de la Liga Santa contra el Turco. Roma sufre una seria crisis que contribuye al éxito de la Reforma. Esta crisis interna se refleja en el número de Papas que se suceden: veinte entre el reinado de Sixto IV, contemporáneo de los Reyes Católicos, y el de Clemente VIII, al final del reinado de Felipe II. En contraste, los reinados en España fueron mucho más largos: Fernando el Católico gobernó 41 años, Carlos V 40 años y Felipe II otros 42 años.

Por último, debe destacarse que el papel jugado por las mujeres a lo largo de estos siglos fue particularmente relevante, especialmente en la política. En España, Isabel la Católica fue una figura fundamental; en Inglaterra, Isabel Tudor; en Francia, Catalina de Médicis; en Escocia, María Estuardo; y en Bélgica, Isabel Clara Eugenia, la hija muy querida de Felipe II.

Es interesante notar la extinción de dinastías en Europa Occidental durante este periodo: en Inglaterra, los Tudor y los Estuardo; en Francia, los Valois; y en España, los Trastámara y los Austrias.

Este análisis permite afirmar que España sobresale en esta época del Renacimiento y el Barroco en la política, la religión, las artes y las letras. El brillo de España en estos campos, dentro del contexto europeo, justifica plenamente el título de Edad de Oro con el que se conoce esta etapa en la Historia.

Fin

Compilado y hecho por Lorenzo Basurto Rodríguez

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