Capítulo XXVI: De cómo Atahualpa entregó el tesoro al Marqués en Cajamarca, del reparto del tesoro entre los suyos, de la ejecución de Atahualpa, y del arresto de Chalcochima.
Cuando
el Marqués mantenía a Atahualpa prisionero en Cajamarca, lo alojaba en su
propia habitación donde el inca dormía. El Marqués siempre procuraba complacer
y contentar a Atahualpa, pues era un gran señor que había entregado todo el
reino del Perú bajo su poder y dominio cuando lo puso bajo la Corona española.
La virtud y gran magnificencia del Marqués eran notorias.
Mientras
Atahualpa estaba preso, el Marqués le dijo que si llenaba una habitación con
oro y plata hasta una marca señalada, lo liberaría. Al oír esto, Atahualpa
respondió que la llenaría mucho más allá de esa marca, señalando una más alta.
Atahualpa
reunió todo el oro y plata que pudo y, mientras lo hacía, le rogó al Marqués
que no permitiera que nadie abollara o rompiera ninguna pieza, probablemente
con la intención de recuperarlas si lo liberaban y volvía a la guerra.
Una
vez que la habitación estuvo llena hasta la marca señalada, el Marqués tomó la
mejor pieza como trofeo para sí mismo como capitán general. Luego apartó el
quinto real que pertenecía a la Corona y lo entregó al tesorero. Después
repartió el resto entre sus hombres según los méritos y rango de cada uno,
distribuyendo así aquel inmenso tesoro.
Cuando
el Marqués supo de la riqueza que había en la huaca de Pachacamac, a cuatro
leguas de la actual Ciudad de los Reyes, mandó a su hermano Hernando Pizarro
que fuera allí y trajera ese tesoro. Hernando partió hacia la huaca, pero
cuando los indios se enteraron de que iban a saquearla, sacaron la mayor parte
del tesoro y huyeron con él. Cuando Hernando Pizarro llegó, vio que se habían
llevado lo más valioso, recuperando solo lo que quedaba.
Luego
subió a la sierra hasta Bombón, donde tuvo noticias de que Chalcochima estaba
en Jauja castigando a los de La Mira que no se habían unido a Atahualpa y a los
que se habían opuesto al inca. Hernando mandó a los indios que lo acompañaban
que lo llevaran donde estaba Chalcochima en Jauja. Llegaron a la hora de
vísperas y encontraron a Chalcochima ebrio, apresándolo.
Al día
siguiente, Hernando Pizarro preguntó a Chalcochima dónde estaba Huáscar y qué
había hecho con su tesoro. Chalcochima respondió: "Yo lo maté y acabé con
toda su descendencia y seguidores, y aquí está su tesoro", mostrándole
algunos vasos de oro que le entregó. Después Hernando Pizarro regresó a
Cajamarca llevando preso a Chalcochima.
Después
de repartir el tesoro entre los suyos, el Marqués se quedó en Cajamarca
descansando con su gente y con Atahualpa por algún tiempo, haciéndole
preguntas. El inca a su vez se divertía con el Marqués y los demás españoles, a
quienes apreciaba tanto que los españoles también le tomaron cariño.
En ese
entonces, Atahualpa tenía varias mujeres, entre ellas una llamada Santa que era
muy blanca y hermosa. Un indio que el Marqués tenía como intérprete se prendó
de la belleza de Santa. Cuando Atahualpa salía de su aposento, este indio
intérprete se introducía y abusaba de Santa por la fuerza. En una de esas
ocasiones, Atahualpa los sorprendió juntos y le recriminó: "Vil yunga
perro, te atreves con mi mujer solo porque estoy prisionero. De no ser así, tú
y todo tu linaje y a todos los de tu nación les habría infligido un castigo tal
que ni el recuerdo de ellos quedaría."
Aunque
el intérprete salió disimulando su maldad y Atahualpa no dijo nada, días
después pensó levantar una falsa acusación contra el inca. Divulgó que
Atahualpa planeaba rebelarse y huir, trayendo guerreros cerca de allí para
matarlos, con la intención de quedarse con Santa para sí. Para aparentar
veracidad sobre los guerreros, mandó a algunos indios hacer fogatas y pisar la
hierba a unas leguas, simulando la presencia de tropas.
Una
vez que los indios regresaron después de simular la presencia de guerreros,
aquel intérprete fue al Marqués y le dijo que Atahualpa planeaba huir y
matarlos a todos, teniendo una gran reunión de gente a dos o tres leguas de
distancia. Cuando el Marqués interrogó a Atahualpa, este negó rotundamente tal
acusación.
Algunos
españoles decían que era imposible, pues Atahualpa era bien tratado y estaba
bien custodiado, mientras que otros pedían ejecutarlo. El Marqués no lo creía,
y otro intérprete afirmaba que era una calumnia inventada por el primer
intérprete. Sin embargo, el tesorero Riquelme hizo un requerimiento al Marqués,
advirtiéndole que respondería con su persona y bienes por cualquier pérdida del
quinto real si no mataba a Atahualpa, alegando que con su muerte no se perdería
ese tesoro.
Almagro
también estaba en contra de Atahualpa, pues cuando llegó a Cajamarca llevaba un
puñal con borla colgante, que el inca le pidió pero Almagro se negó a
entregárselo, ofendiendo al inca que lo consideró un hombre mezquino desde
entonces. Cuando Almagro oyó la acusación del intérprete contra Atahualpa,
insistió junto al tesorero en que se le ejecutara.
Ante
el requerimiento del tesorero y las presiones de Almagro y otros, el Marqués
sentenció a Atahualpa a morir quemado. Pero un capitán, creyendo en la
inocencia del inca, le pidió esperar hasta que él mismo verificara la
existencia de los supuestos guerreros, prometiendo regresar antes de
ejecutarlo. Así partió ese capitán con una escolta para comprobarlo.
Cuando
Atahualpa vio que se le acercaba la muerte por una falsa acusación, achacada
por el intérprete que abusó de su mujer Santa, se defendió diciendo que él era
el gran señor cuya orden no podía ser desobedecida, ni siquiera por las aves
que volaban en sus tierras, mucho menos por su gente. Afirmaba que no había
ordenado tal rebelión y que si él no lo mandaba, no podía existir.
Pero
el Marqués estaba ya decidido a ejecutarlo. Mandó que le leyeran la sentencia y
lo sacaran a quemar, sin esperar al capitán que había ido a verificar lo de los
supuestos guerreros. Cuando Atahualpa ya estaba atado al palo para ser quemado,
fray Vicente de Valverde le preguntó si quería ser cristiano. Atahualpa aceptó
y fue bautizado con el nombre de don Francisco. Al ser ya cristiano, se le
suplicó al Marqués permitir que en lugar de quemado fuera ejecutado por
garrote, accediendo éste a que primero le dieran garrote y luego chamuscaran su
cuerpo con paja ardiendo para cumplir la sentencia. Así murió Atahualpa, siendo
su muerte muy sentida y llorada por los suyos.
Tras
ver muerto a su señor y hermano, Cusi Yupanqui se disfrazó y permaneció en
Cajamarca, intentando raptar a su hermana doña Angelina Yupanqui, que estaba
con el Marqués. Cuando éste salió de Cajamarca, Cusi Yupanqui lo siguió varias
jornadas tratando de llevarse a su hermana, pero al no poder hacerlo por la
custodia española, regresó a Cajamarca. Allí desenterró el cuerpo de Atahualpa
y lo colocó en unas andas para llevarlo consigo hasta Quito.
En ese
momento se encontraba en Quito Rumiñahui, un capitán de Atahualpa. Cuando Cusi
Yupanqui llevaba el cuerpo del inca, le envió un mensajero avisándole. Al
enterarse de que venía Cusi Yupanqui portando los restos de Atahualpa como su
señor y capitán general, Rumiñahui pretendió matarlo para quedarse con el cuerpo
y asumir el mando él mismo.
Para
ello, reunió a su gente de guerra fingiendo que iba a recibir el cuerpo de
Atahualpa. Cuando se encontró con Cusi Yupanqui, que venía de luto y llorando,
Rumiñahui hizo reverencias al bulto con el inca y algunos sacrificios. Luego
apartó a Cusi Yupanqui a un aposento, haciéndolo entrar solo sin acompañantes.
Estando
a solas, irrumpieron veinte indios amigos de Rumiñahui con quien había planeado
la traición. Por señal de Rumiñahui, todos se abalanzaron sobre Cusi Yupanqui
agarrándolo del cuello hasta ahogarlo. Ya muerto, Rumiñahui tomó el cuerpo de
Atahualpa y se lo llevó a Quito, donde después los españoles lo apresaron y
quemaron.
Por su
parte, tras la muerte de Atahualpa todas sus mujeres se ahorcaron, comenzando por
la principal señora, antes de que el intérprete que había calumniado al inca
pudiera encontrarla. Ese intérprete no quedó impune, pues Almagro lo hizo
descuartizar en Chile por haberse amotinado y rebelado a los indios.
Una
vez muerto Atahualpa, todos los indios reunidos en Cajamarca regresaron a sus
tierras, viéndose los caminos repletos de ellos como ríos de hormigas.
Fin
Compilado y hecho por Lorenzo Basurto Rodríguez
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