La campaña de conquista de Quito y el legado de Tupac Yupanqui y Huayna Capac

La campaña de conquista de Quito liderada por Tupac Yupanqui podría extenderse en un relato más detallado, pero mis responsabilidades me llevan a abordar otros temas. Prefiero ofrecer un resumen conciso de sus acciones, ya que la información difundida en la región es suficiente para comprenderla.

El rey, sin conocer el destino exacto ni el propósito de la guerra, convocó a más de doscientos mil hombres, equipados con un impresionante arsenal y provisiones que llenaban los campos. Los gobernadores provinciales recibieron órdenes de reunir suministros, municiones y armas a lo largo del camino real de Chinchaysuyo, un camino que se construyó siguiendo las directrices de su padre, aunque con algunas variaciones. Este camino, notable por su grandeza y solidez, fue meticulosamente planificado y abastecido para acomodar a la gran multitud que lo transitaba. Los soldados estaban tan bien provistos que ni siquiera se les permitía tomar una mazorca de maíz del campo, bajo pena de muerte. Los nativos contribuían llevando cargas y realizando otros servicios, pero solo hasta cierto punto acordado. Sin embargo, debido a la voluntad y justicia con la que eran tratados, el trabajo no les resultaba agobiante.

Después de dejar una guarnición en el Cusco, liderada por sus leales y confiables amigos, Tupac Yupanqui partió acompañado de su tío Capac Yupanqui, quien ahora fungía como su consejero principal y general. No se trataba del mismo tío que había combatido en la guerra contra los de Jauja, ya que se rumoraba que este último se había quitado la vida debido a ciertas tensiones. Desde el Cusco, el Inca avanzó hasta llegar a Vilcas, donde pasó algunos días admirando los templos y alojamientos construidos allí. Ordenó que se mantuvieran plateros trabajando constantemente en la creación de vasijas, piezas y joyas tanto para el templo como para su residencia real en Vilcas.

Su siguiente parada fue Jauja, donde los Huancas le ofrecieron una recepción solemne. Tupac Yupanqui envió mensajeros por todas partes, comunicando su deseo de establecer una amistad sin hostilidades con todos los pueblos. Les aseguró que los Incas del Cusco no imponían tiranías ni abusos a sus aliados y vasallos, y que, a cambio del trabajo y homenaje que les ofrecían, recibían beneficios significativos. Por lo tanto, instó a los líderes locales a enviar emisarios para negociar la paz con él.

La noticia de la poderosa presencia del Inca se extendió rápidamente, y en Bombón y otras regiones, los líderes locales acudieron para rendirle homenaje. Al enterarse de la renombrada clemencia de Tupac Yupanqui, los habitantes de Yauyos, Apurímac y muchos otros lugares siguieron el ejemplo, ofreciéndole reverencias y recibiendo con gratitud los obsequios que él distribuyó, que iban desde mujeres hasta coca, mantas y camisetas. Tupac Yupanqui incluso adoptó el atuendo característico de las provincias que visitaba, lo que aumentaba la satisfacción de quienes lo recibían.

Entre las provincias que se encontraban entre Jauja y Cajamarca, se relata que Tupac Yupanqui enfrentó algunas guerras y conflictos, lo que lo llevó a construir grandes murallas y fortalezas para protegerse de los nativos. Con astucia y sin derramamiento excesivo de sangre, logró someter a estas poblaciones, incluida la de Cajamarca. En cada región que conquistaba, dejaba gobernadores, delegados y postas de comunicación para mantenerse informado y establecer un control eficiente. Antes de partir de cualquier provincia importante, se aseguraba de erigir alojamientos y templos del Sol, así como de implementar la distribución de mitimaes, poblaciones trasladadas con propósitos estratégicos.

Se cuenta que avanzó también hacia Huánuco, donde ordenó la construcción de un palacio notable que aún se conserva en la actualidad. Durante su expedición hacia los Chachapoyas, enfrentó una fuerte resistencia, pero logró convencer a sus adversarios con palabras tan persuasivas que estos decidieron unirse a su causa voluntariamente.

En Cajamarca, dejó una considerable cantidad de personas provenientes del Cusco, quienes se encargaron de imponer a los nativos las normas sobre vestimenta, tributos y, sobre todo, la adoración y reverencia al Sol como deidad principal.

Era conocido como "padre" en la mayoría de las regiones que conquistaba y se esforzaba por asegurar que ningún daño se hiciera a las tierras ni a sus habitantes durante su paso. Aquellos que desobedecían sus órdenes eran castigados con la pena de muerte. Además, incentivaba a las poblaciones sometidas a vivir en armonía, evitando conflictos internos y la comisión de actos considerados como pecaminosos según la ley natural.

Tupac Yupanqui incursionó en las tierras de los Bracamoros, pero se vio obligado a retirarse debido a la dificultad del terreno montañoso y hostil. En las regiones de los Paltas, Huancabamba, Cajas y Ayabaca, enfrentó una feroz resistencia por parte de poblaciones guerreras y tenaces. La lucha se prolongó por más de cinco meses, hasta que finalmente estas naciones solicitaron la paz, que les fue otorgada bajo las mismas condiciones que a otras regiones. Con la firma de la paz, las provincias pronto se llenaron de mitimaes y gobernadores, aunque se respetaba el dominio de los nativos. Se establecieron depósitos de alimentos y otros suministros, y se mejoraron las comunicaciones mediante la construcción de caminos y postas de relevo a lo largo de ellos.

Tupac Yupanqui continuó su avance hasta llegar a los Cañares, donde también encontró resistencia. Sin embargo, logró someterlos y ordenó que una parte de la población se trasladara al Cusco como rehenes, junto con su líder principal, para asegurar su sumisión. Este traslado masivo se llevó a cabo con éxito, con más de quince mil personas instaladas en la misma ciudad.

En Tomebamba, ordenó la construcción de majestuosos edificios. Desde este punto, envió embajadas a varias regiones vecinas, invitándolas a someterse voluntariamente a su autoridad. Aquellos que se negaron fueron subyugados por la fuerza, mediante la intervención de capitanes y tropas.

Una vez que los Cañaris estuvieron bajo control, Tupac Yupanqui se dirigió a Tiquizambi, Cayambe, los Puruaes y otras regiones, donde se dice que realizó hazañas tan extraordinarias que resulta difícil creerlas, demostrando así su habilidad para convertirse en monarca de vastos reinos. En La Tacunga, libró una feroz batalla contra los nativos y estableció la paz después de que estos fueran derrotados. Ordenó la construcción de magníficos edificios en estas tierras, que superaban en perfección a muchos en el Cusco. Decidió descansar en La Tacunga durante unos días, mientras recibía informes continuos del estado de las tierras y de eventos importantes en el Cusco y otras regiones, enviados por mensajeros y correos.

Continuó su viaje hasta llegar a Quito, donde ahora está fundada la ciudad de San Francisco del Quito. Impresionado por la calidad de la tierra, decidió establecer una población allí, a la que llamó Quito, poblándola con mitimaes y construyendo grandes estructuras y depósitos. Declaró que, así como el Cusco era la cabeza y el corazón de su gran reino, Quito también lo sería. Designó un gobernador para Quito y estableció gobernadores y delegados en toda la región. Además, ordenó que en Caranqui hubiera una guarnición permanente para mantener la paz y la seguridad.

En todas estas tierras, los habitantes adoptaron la adoración al sol y las costumbres de los Incas, llegando incluso a llamar a Tupac Yupanqui "Padre de todos", "buen Señor" y "justiciero". Según la tradición, se celebraron grandes festividades en la provincia de los Cañaris con motivo del nacimiento de su hijo, Huayna Capac.

Los nativos de las provincias que Tupac Yupanqui había conquistado, organizados y guiados por su buena administración, reorganizaron sus pueblos siguiendo un esquema planificado y construyeron alojamientos a lo largo de los caminos reales. Se esforzaron por aprender el idioma quechua y las leyes impuestas por el rey. Los edificios fueron construidos por maestros traídos desde el Cusco, quienes enseñaron a los demás las técnicas necesarias, garantizando así el cumplimiento de las órdenes reales en todos los aspectos de la vida.

***

Una vez que Tupac Inca Yupanqui extendió su dominio hasta Quito, se aseguró de que se cumplieran sus órdenes en todas las nuevas provincias. Mientras residía en Quito, ordenó a sus consejeros más confiables que fueran llevados en hamacas por los nativos para inspeccionar y supervisar las nuevas regiones. Les encomendó observar la situación en las provincias recién conquistadas, tomar nota de la conducta de los gobernadores y recolectores de tributos, y asegurarse de que se tratara adecuadamente a los nativos.

Envió a algunos de sus orejones a las provincias de Puerto Viejo para ofrecerles la oportunidad de unirse a su confederación y establecer normas sobre siembra, servicio, vestimenta y reverencia al sol. Además, instruyó a sus capitanes para castigar a aquellos que se resistieran. Sin embargo, cuando estos últimos se rebelaron y derrotaron a los enviados, Tupac Inca Yupanqui lamentó lo sucedido, pero debido a la urgencia de sus asuntos y su necesidad de regresar al Cusco, no pudo castigar personalmente a los rebeldes.

En Quito, recibió informes positivos sobre la implementación de sus órdenes y el trato proporcionado por sus delegados a los habitantes locales. Los señores locales enviaban embajadores con grandes presentes, llenando su corte de dignatarios y sus palacios de riquezas. Durante el día, atendía audiencias públicas acompañado de su guardia personal, y por las tardes disfrutaba de bebidas hasta la noche, para luego cenar junto al calor de la leña, ya que no utilizaban sebo ni cera para la iluminación, aunque disponían de ambos en abundancia.

En Quito, Tupac Inca Yupanqui nombró a un orejón anciano, Chalco Mayta, como su capitán general y mayordomo mayor. Era conocido por su sabiduría, valor y distinguida apariencia. Le concedió varias libertades, como el uso de andas y el servicio con oro, y le ordenó enviar informes mensuales detallados sobre el estado de la tierra, la fertilidad, el ganado y otros aspectos relevantes, además de los informes generales sobre la población y otros asuntos que solían ser comunicados. A pesar de la gran distancia entre Quito y el Cusco, el camino entre ambas ciudades estaba tan bien utilizado que era comparable al tráfico entre Sevilla y Triana.

Tupac Inca Yupanqui recibió noticias sobre la fertilidad de Los Llanos y los hermosos valles que los rodeaban, así como la estimación en que eran tenidos por sus señores. Decidió enviar mensajeros con regalos a los principales, ofreciéndoles amistad y compañía, y prometiendo no iniciar hostilidades si preferían la paz. Incluso ofreció intercambiar mujeres y ropas como símbolo de igualdad. La reputación de Tupac Inca Yupanqui como un gobernante no cruel y respetuoso de las costumbres locales había llegado a lo largo de la costa, lo que impulsó a muchos a buscar su amistad y alianza antes de que sus banderas llegaran a la región.

Los habitantes de los valles, sin haber visto aún las banderas del Inca, enviaron embajadores con presentes al rey, expresando su deseo de servirle y ofreciéndole hospitalidad en sus tierras. Impresionado por esta muestra de buena voluntad, Tupac Inca Yupanqui decidió marchar hacia los Yuncas, hablando nuevamente con el gobernador de Quito sobre sus planes futuros.

Decidido a ganar la lealtad de los habitantes de los valles de Los Llanos, Tupac Inca Yupanqui descendió a Tumbes, donde fue recibido con gran honor por los nativos. Mostrando un profundo afecto hacia ellos, Tupac Inca adoptó su vestimenta tradicional para ganarse aún más su favor y elogió a los líderes locales por su disposición a aceptarlo como su señor sin necesidad de recurrir a la guerra. Prometió tratarlos como a sus propios hijos y respetar sus condiciones para la obediencia. Aunque algunos indígenas afirman que Tupac Inca continuó su marcha sin establecer una presencia permanente en la región hasta el reinado de Huayna Capac, la veracidad de tales afirmaciones es cuestionable.

Continuando su viaje por la costa, Tupac Inca Yupanqui ordenó la construcción y mejoramiento del camino real, mientras era recibido con honores y presentes en todas partes. Aunque hubo algunos enfrentamientos armados en ciertos lugares, no fueron suficientes para evitar que se convirtieran en vasallos suyos. En estos valles, Tupac Inca se deleitaba disfrutando de los placeres y observando las maravillas naturales, mientras sus súbditos construían grandes edificaciones por su mandato.

En el valle de Chimo, se enfrentó en una feroz batalla con el señor local, donde estuvo al borde de la derrota total. Sin embargo, gracias al coraje de sus seguidores, lograron la victoria y Tupac Inca, en su clemencia, perdonó a los enemigos supervivientes, ordenándoles dedicarse a la agricultura y abstenerse de tomar las armas nuevamente. Dejó un delegado en Chimo y estableció un sistema de tributos que se enviaban a Cajamarca. Además, debido a la habilidad de los habitantes en la metalurgia, muchos fueron llevados al Cusco y otras provincias para trabajar la plata y el oro en diversas formas, conforme a las órdenes reales.

Avanzando hacia Parmunquilla, Tupac Inca mandó construir una fortaleza, que aún puede verse, aunque en estado deteriorado.

Los Yuncas eran conocidos por su estilo de vida lujoso y hedonista. Los señores disfrutaban de un gran número de mujeres, riquezas en oro, plata, piedras preciosas, vestimenta y ganado, y eran transportados en hombros por sus vasallos. Vivían de manera ostentosa, con séquitos de bufones y adivinos que los acompañaban, porteros en sus residencias y una variedad de prácticas religiosas. Algunos de ellos aceptaron voluntariamente el dominio del Inca, mientras que otros se resistieron y se levantaron en armas en su contra. Sin embargo, al final, Tupac Inca Yupanqui emergió como el soberano indiscutible sobre todos ellos.

A pesar de su dominio, Tupac Inca Yupanqui no impuso cambios drásticos en las libertades y costumbres de los Yuncas. Les permitió seguir practicando sus tradiciones locales, siempre y cuando no interfirieran con las órdenes reales. Se aseguró de que los indígenas fueran instruidos en lo que el rey consideraba necesario y le dio gran importancia al aprendizaje de la lengua quechua. Estableció mitimaes y postas a lo largo de los caminos para facilitar la administración y el transporte. Cada valle pagaba un tributo moderado en función de sus recursos locales, y se garantizaba que la justicia fuera aplicada equitativamente. Aquellos que no cumplían con sus obligaciones sufrían las consecuencias, mientras que el Inca aseguraba la completa recaudación de sus ingresos. Aunque no se abolieron los señoríos naturales, se reorganizó la estructura de liderazgo, con la transferencia de personas de un valle a otro y la asignación a diversos oficios según fuera necesario.

Los Yuncas eran conocidos por su estilo de vida lujoso y hedonista. Los señores disfrutaban de un gran número de mujeres, riquezas en oro, plata, piedras preciosas, vestimenta y ganado, y eran transportados en hombros por sus vasallos. Vivían de manera ostentosa, con séquitos de bufones y adivinos que los acompañaban, porteros en sus residencias y una variedad de prácticas religiosas. Algunos de ellos aceptaron voluntariamente el dominio del Inca, mientras que otros se resistieron y se levantaron en armas en su contra. Sin embargo, al final, Tupac Inca Yupanqui emergió como el soberano indiscutible sobre todos ellos.

A pesar de su dominio, Tupac Inca Yupanqui no impuso cambios drásticos en las libertades y costumbres de los Yuncas. Les permitió seguir practicando sus tradiciones locales, siempre y cuando no interfirieran con las órdenes reales. Se aseguró de que los indígenas fueran instruidos en lo que el rey consideraba necesario y le dio gran importancia al aprendizaje de la lengua quechua. Estableció mitimaes y postas a lo largo de los caminos para facilitar la administración y el transporte. Cada valle pagaba un tributo moderado en función de sus recursos locales, y se garantizaba que la justicia fuera aplicada equitativamente. Aquellos que no cumplían con sus obligaciones sufrían las consecuencias, mientras que el Inca aseguraba la completa recaudación de sus ingresos. Aunque no se abolieron los señoríos naturales, se reorganizó la estructura de liderazgo, con la transferencia de personas de un valle a otro y la asignación a diversos oficios según fuera necesario.

La provincia de Chincha fue una potencia significativa en el antiguo reino del Perú, densamente poblada y famosa por sus incursiones militares hasta el Collao, donde regresaban con grandes botines que les otorgaban renombre y respeto entre sus vecinos, así como temor. Se dice que el padre de Tupac Inca envió al capitán Capac Inca desde los Soras con fuerzas militares para someter a los habitantes de Chincha bajo su dominio. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, los Chincha se resistieron y se enfrentaron en armas, obligando al capitán a retirarse. Permanecieron sin someterse a ningún capitán inca hasta la llegada de Tupac Inca, según relatan ellos mismos, ya que no tengo más información sobre este tema que la proporcionada por ellos.

Retomando la historia, una vez que Tupac Inca Yupanqui regresó al Cusco y disfrutó de sus pasatiempos por el tiempo que deseó, ordenó nuevamente la movilización de tropas con el objetivo de completar la conquista de los indígenas de Los Llanos. Los capitanes de las provincias respondieron rápidamente a su llamado y se presentaron en el Cusco con sus fuerzas militares. Después de organizar los asuntos de la ciudad y las disposiciones necesarias, Tupac Inca partió hacia Los Llanos por el camino de Huaytará. A su llegada, encontró una mezcla de personas esperándolo, algunos deseosos de someterse a su autoridad y otros decididos a resistir y mantener su libertad. En particular, en los valles de los Nazcas, había una gran cantidad de gente preparada para la guerra.

Cuando Tupac Inca llegó, inició embajadas y conversaciones entre las diversas facciones. A pesar de algunos desacuerdos y tensiones, se conformaron con lo que el Inca sugirió como base para la paz: la construcción de fortalezas, el establecimiento de comunidades de mitimaes y el pago de tributos. Luego se dirigió al valle de Ica, donde encontró más resistencia que en Nazca, pero su habilidad diplomática prevaleció. En Chincha, más de treinta mil hombres estaban preparados para la guerra, pero Tupac Inca, enterado de la situación, envió emisarios con generosos obsequios y mensajes de paz, logrando convertir a los enemigos en aliados sin necesidad de conflicto armado.

Los habitantes de Chincha recibieron los presentes y enviaron a algunos líderes para tratar con el Inca. Tras conversaciones amistosas, se estableció la paz y los de Chincha aceptaron la autoridad de Tupac Inca. En adelante, se le permitió el paso hacia Chincha, según relatan tanto los indígenas locales como los nobles de Cusco. Aunque hay relatos contradictorios sobre posibles conflictos, la versión predominante sugiere que la paz prevaleció y Tupac Inca se convirtió en el señor de Chincha sin derramamiento de sangre.

El Inca quedó impresionado por la belleza y grandeza del valle, elogiando las costumbres de sus habitantes y animándolos a adoptar aquellas prácticas del Cusco que considerara beneficiosas. Tras asegurar la situación en Chincha, se dirigió hacia Ica y luego al Guarco, donde enfrentó una resistencia más decidida. Los habitantes de estos valles, despreciando a sus vecinos por haber cedido ante un rey extranjero, se prepararon para la guerra. A pesar de las embajadas y las amenazas, la situación degeneró en conflicto armado. Con la llegada del verano y el debilitamiento de sus tropas por enfermedades, Tupac Inca decidió retirarse con prudencia. Los del Guarco, por su parte, aprovecharon la partida del Inca para reorganizarse y prepararse para futuros enfrentamientos, asegurando sus provisiones y fortificando sus territorios.

Tupac Inca regresó al Cusco, pero la inconstancia humana llevó a algunos a rebelarse al ver el éxito de los del Guarco, especialmente entre aquellos de los valles costeros. La noticia de estas rebeliones llegó al rey, quien, a pesar de los desafíos, decidió convocar más tropas y enviar emisarios a todas partes del reino para asegurar la lealtad de las provincias. Su objetivo principal era conquistar el señorío del Guarco, aunque esto implicara grandes riesgos.

Cuando el calor del verano disminuyó y llegó el otoño, el rey lideró una expedición hacia los Llanos con la mayor cantidad de soldados posible. Envío embajadores a los valles rebeldes para reprender su falta de lealtad y advertirles sobre las consecuencias de la guerra. Al llegar al inicio del valle del Guarco, en las laderas de una sierra, ordenó la fundación de una ciudad a la que llamó Cusco, estableciéndola como su principal asentamiento.

Hasta que el Guarco fuera conquistado y sus habitantes sometidos, decidió que la nueva población permanecería como un bastión estratégico, con una guarnición permanente. Una vez que se completaron estos preparativos, avanzó con su ejército hacia los enemigos, quienes se negaron a negociar y optaron por la guerra. El conflicto se prolongó durante tres años, con el Inca alternando entre los combates y sus deberes en el Cusco, dejando una guarnición en la nueva ciudad para enfrentar a los enemigos en su ausencia.

Así, durante tres años, tanto los del Guarco como Tupac Inca lucharon por sus objetivos: los primeros por mantener su autonomía y los segundos por consolidar su dominio. Sin embargo, al notar el debilitamiento de los del Guarco, Tupac Inca les envió nuevamente embajadores con propuestas de paz, fingiendo interés en una alianza igualitaria, incluso sugiriendo matrimonios entre sus descendientes. Esta oferta, aunque engañosa, pareció atractiva para los del Guarco, quienes, al verse incapaces de sostener la resistencia por mucho más tiempo, aceptaron las condiciones del Inca.

No obstante, tras dejar su fortaleza, los líderes del Guarco fueron traicionados. Sin previo aviso, Tupac Inca ordenó la ejecución de todos los principales y hombres notables de la región. Esta acción despiadada se llevó a cabo sin distinción, y se cuenta que la matanza fue tan masiva que los montones de huesos aún existentes son testigos mudos de la tragedia. Este relato, transmitido por los descendientes de aquellos tiempos y respaldado por los vestigios arqueológicos, parece corroborar lo narrado.

Después de este acto de violencia, Tupac Inca ordenó la construcción de una fortaleza imponente en la región, consolidando así su dominio sobre el valle. Con la situación estabilizada, y tras recibir embajadas de los Yuncas y otros pueblos serranos, decidió abandonar el nuevo Cusco y regresar a la ciudad principal. Su retorno fue celebrado con gran pompa y ceremonias religiosas en su honor, lo que desencadenó festividades populares llenas de alegría, rituales religiosos y banquetes ceremoniales.

***

Después de sus victorias, Tupac Inca disfrutó de días de celebración en el Cusco, participando en banquetes y festines junto a sus numerosas esposas, concubinas y sus hijos, entre los que destacaba Huayna Capac, destinado a convertirse en un rey valeroso y enérgico. Una vez finalizadas las festividades, el gran Tupac Inca decidió explorar el Collao y expandir su dominio tanto como le fuera posible.

Para prepararse, ordenó la movilización de tropas y la construcción de numerosos campamentos en los lugares deshabitados donde pernoctarían. Los líderes militares y sus tropas acudieron desde distintas regiones y se establecieron en los alrededores del Cusco, siguiendo las disposiciones legales que regulaban su entrada en la ciudad. Se aseguró de proveer adecuadamente a todos, coordinando eficientemente los suministros a través de los gobernadores y proveedores locales.

Una vez reunidas todas las fuerzas para la guerra, se llevaron a cabo rituales y sacrificios religiosos según sus creencias, buscando la guía de los adivinos para el éxito en la empresa militar. Después de un espléndido banquete de despedida, Tupac Inca partió del Cusco hacia el Collasuyo con una pompa y majestuosidad propias de su posición. Dejó a su lugarteniente y a su hijo mayor, Huayna Capac, al cargo de la ciudad, y recorrió la región, visitando fortificaciones y alojamientos reales, y disfrutando de la hospitalidad de los pueblos de los Canas y Canches.

Adentrándose en la región del Collao, Tupac Inca llegó hasta Chucuito, donde los señores locales lo recibieron con gran celebración. Gracias a una excelente organización, se garantizó el suministro de alimentos para las más de trescientas mil personas que acompañaban al Inca en su expedición. Varios señores del Collao se unieron personalmente al séquito del Inca, quien, junto con los seleccionados, ingresó al palacio de Titicaca. Allí, elogió la habilidad de los constructores que llevaron a cabo los proyectos iniciados por su padre. En el templo, realizó importantes sacrificios y entregó ricos obsequios al ídolo y a los sacerdotes, como correspondía a su alto estatus.

Tras esto, continuó su recorrido por la provincia del Collao, enviando mensajeros a diferentes naciones, como los Charcas y Carangas. Algunas respondieron con sumisión, mientras que otras optaron por la resistencia, pero la potencia militar del Inca era tal que logró someterlas a todas, mostrando clemencia con los vencidos y recibiendo con amor a aquellos que se sometían voluntariamente. En Paria y en otros lugares, ordenó la construcción de grandiosos edificios, dejando su marca en cada territorio conquistado.

Continuando su marcha victoriosa hacia adelante, atravesó los territorios de los Charcas y otras regiones, superando grandes desafíos como vastas extensiones de nieve, hasta llegar a lo que hoy conocemos como Chile. Allí, conquistó y dominó todas esas tierras, extendiéndose hasta el río Maule. Durante su paso por Chile, ordenó la construcción de algunos edificios y recibió tributos de oro en forma de tejuelos de las comunidades locales. Después de establecer gobernadores y colonias de mitimaes, y de organizar lo conquistado, Tupac Inca regresó triunfante al Cusco.

Hacia el oriente, Tupac Inca envió a sus orejones disfrazados como mercaderes para explorar las tierras y las comunidades que las habitaban. Una vez completadas estas misiones, regresó al Cusco por un tiempo, pero según cuentan algunas versiones, salió de nuevo después de algunos días. Con la tropa adecuada, se aventuró hacia los Andes, enfrentando grandes desafíos en las densas montañas. A pesar de las dificultades, logró conquistar algunos pueblos de la región y ordenó la siembra de numerosos campos de coca para su envío al Cusco.

Sin embargo, poco después, Tupac Inca cayó enfermo y falleció. En su lecho de muerte, confió la gobernación del reino a su hijo y dejó instrucciones para sus familiares. Su muerte provocó un profundo luto que se extendió desde Quito hasta Chile, y las historias indígenas narran el impacto emocional que generó. El lugar de su entierro sigue siendo un misterio, pero se cuenta que un gran número de personas, incluyendo mujeres, sirvientes y pajes, fueron sacrificados para acompañarlo en la muerte, junto con valiosos tesoros que podrían haber ascendido a más de un millón de castellanos.

Además de los sacrificios humanos, se llevaron a cabo rituales de duelo en todo el reino durante un año, durante el cual las mujeres se raparon la cabeza y se vistieron con cuerdas de esparto como muestra de luto. Al finalizar el año, se celebraron ceremonias en su honor. Aunque algunas de las prácticas funerarias realizadas en aquel entonces eran consideradas paganas, los cristianos que vivían en el Cusco en el año 1550 recordaban las honras fúnebres de Tupac Inca y, habiendo él mismo adoptado el cristianismo, podían imaginar cómo habrían sido los rituales en tiempos anteriores al colapso del imperio incaico.

Tras la muerte del gran rey Tupac Inca Yupanqui, se llevaron a cabo sus exequias y entierro siguiendo las tradiciones y la pompa establecida por sus antecesores. Sin embargo, según cuentan los orejones, algunos secretamente conspiraban para liberarse del dominio incaico y deshacerse del gobierno de los Incas. Estas maquinaciones podrían haber tenido éxito de no ser por la astucia de los gobernadores del Inca, quienes lograron mantener la estabilidad con la ayuda de los mitimaes y los capitanes, asegurando así la continuidad del mandato real.

Huayna Capac, consciente de la importancia de demostrar valentía para preservar lo que su padre había conquistado con tanto esfuerzo, asumió el control con determinación. Comenzó un período de ayuno, durante el cual los que gobernaban la ciudad le demostraron su fidelidad y lealtad. A pesar de algunas tensiones entre los miembros de la familia real, provocadas por los intentos de algunos medio hermanos de Huayna Capac, nacidos de otras mujeres que no la Coya, de reclamar el trono, el apoyo del pueblo hacia Huayna Capac fue claro y obstaculizó cualquier intento de usurpación.

Al concluir el ayuno, Huayna Capac se presentó públicamente con la borla real, realizando las ceremonias rituales establecidas por sus antepasados. Al término de estas ceremonias, fue proclamado rey, recibiendo el título de Huayna Capac Zapalla tucuillacta uya, que significa "Huayna Capac solo es rey; a él obedecen todos los pueblos", proclamado con voz alta y clara por todos los presentes.

Según relatan muchos indígenas que tuvieron la oportunidad de ver y conocer a Huayna Capac, el nuevo líder no destacaba por su estatura, pero poseía una constitución robusta y una apariencia digna. Era de semblante serio y grave, y aunque no solía hablar mucho, sus acciones hablaban por él. Se le consideraba un gobernante justo, aunque no siempre moderado en sus castigos. Buscaba infundir tanto temor que incluso en los sueños los indígenas lo imaginaban. Aunque se alimentaba y vivía como sus súbditos, era conocido por su debilidad por las mujeres, aunque se debate si esto puede considerarse un vicio. Era propenso a creer rápidamente a aquellos que le halagaban, lo que lo llevó a escuchar mentiras y a tomar decisiones precipitadas que a menudo resultaban en la muerte de personas inocentes.

En lo concerniente a las relaciones íntimas, Huayna Capac tenía una política implacable. Ordenaba ejecutar a los jóvenes que fueran descubiertos durmiendo con mujeres, incluso si estas eran sus esposas o concubinas. También castigaba severamente a quienes se involucraban en disturbios y revueltas, privándolos de sus propiedades y entregándolas a otros. Sin embargo, a diferencia de su padre, Tupac Inca Yupanqui, quien solía pasar por alto estas cuestiones, especialmente las relacionadas con las mujeres, Huayna Capac era inflexible.

Su madre, Mama Ocllo, una figura principal y esposa de Tupac Inca Yupanqui, se dice que era una mujer de gran prudencia. Le aconsejó a su hijo sobre muchas cuestiones que había presenciado durante el reinado de su padre. Le tenía tanto afecto que le pidió que no partiera a Quito ni a Chile hasta después de su muerte. Por respeto y amor filial, Huayna Capac cumplió con el deseo de su madre, permaneciendo en el Cusco hasta que ella falleció. Su entierro fue una ocasión de gran pompa, donde se depositaron numerosos tesoros y fina vestimenta, junto con los de sus mujeres y servidores.

La acumulación de tesoros y propiedades de los Incas a lo largo de las generaciones se mantenía intacta, ya que entre ellos no existían guerras ni necesidades que requirieran el uso de ese dinero. Esto sugiere la existencia de grandes tesoros aún ocultos en la tierra, a la espera de ser descubiertos por futuras generaciones.

***

Huayna Capac convocó a los principales señores de las provincias para que se presentaran ante él en su corte. Una vez reunidos, en medio de una celebración que marcaba el inicio de una nueva era, tomó como esposa a su hermana Chimbo Ocllo, lo que desató grandes festividades que eclipsaron temporalmente el luto por la muerte de Tupac Inca. Tras los festejos, Huayna Capac decidió emprender una gira por las provincias de su reino, acompañado por una impresionante escolta de cincuenta mil hombres de guerra.

El desplazamiento se llevó a cabo con una pompa y autoridad aún mayores que las de su padre. Se dice que las andas en las que era llevado el rey eran tan lujosas que las piedras preciosas incrustadas en ellas no tenían precio. Durante su recorrido por las provincias de Jaquijahuana, Andahuaylas, Soras y Lucanas, Huayna Capac envió embajadas a diversas regiones, recibiendo respuestas favorables acompañadas de grandes presentes y ofrecimientos.

Al regresar al Cusco, Huayna Capac se dedicó a realizar grandes sacrificios en honor al sol y a otras deidades consideradas importantes, buscando obtener su favor para las futuras empresas que tenía en mente. También ofreció generosos donativos a los ídolos y santuarios sagrados. Según los adivinos, que interpretaron los augurios ya sea por la intervención de los espíritus o por su propia invención, se pronosticaba un éxito próspero en las expediciones planeadas, con regresos al Cusco cargados de honores y beneficios.

En respuesta a las órdenes de Huayna Capac, contingentes armados y capitanes llegaron de diversas regiones, alojándose en la ciudad en preparación para las próximas empresas que el rey tenía en mente.

En el proceso de fortificación del edificio de la fortaleza, no se detuvo la labor ni un solo día, continuando con el trabajo asignado sin descanso. En la plaza del Cusco, se erigió la imponente maroma de oro, y se celebraron grandes festividades con bailes y banquetes. Cerca de la piedra de la guerra, se designaron capitanes y líderes militares siguiendo la tradición establecida. Posteriormente, Huayna Capac pronunció un discurso bien estructurado y emotivo durante un parlamento, instando a la lealtad tanto de aquellos que lo acompañaban como de los que se quedaban en la ciudad. Los presentes aseguraron su compromiso inquebrantable con el servicio al rey, recibiendo a cambio promesas de recompensas generosas.

Una vez preparado todo lo necesario para la expedición, Huayna Capac partió del Cusco con toda la fuerza militar reunida, siguiendo un camino impresionante que aún se puede apreciar hoy en día, reflejando la grandeza de su empresa. Durante su marcha hacia el Collao, mostraba una actitud de desdén hacia los grandes servicios que recibía de las provincias por las que pasaba, expresando la creencia de que todo lo que se le daba pertenecía naturalmente a los Incas. Huayna Capac también se ocupaba de evaluar el tributo recibido y la capacidad productiva de cada provincia. Además, durante su expedición, recogió numerosas mujeres, seleccionando las más hermosas para su propio disfrute, mientras que otras las distribuía entre sus capitanes y allegados. Aquellas que no quedaban bajo su posesión eran destinadas al templo del sol para su custodia.

Al adentrarse en el Collao, se le informó sobre las vastas manadas de ganado y la considerable producción de lana fina que se enviaba cada año a los artesanos encargados de confeccionar la ropa para su hogar y servicio. En la isla de Titicaca, ordenó la realización de grandes sacrificios como muestra de veneración. En Chuquiabo, estableció una operación minera con indígenas bajo la supervisión de sus funcionarios, siguiendo el orden y las regulaciones previamente establecidas.

Prosiguiendo su avance, Huayna Capac ordenó la extracción de grandes cantidades de pasta de plata en los territorios de los Charcas y otras regiones hasta los Chichas, asegurándose de que todo fuera transportado al Cusco sin ningún contratiempo. Además, trasladó a algunos mitimaes de una región a otra, garantizando que todos estuvieran ocupados en el trabajo y evitando la holgazanería, ya que consideraba que la ociosidad conducía a la discordia y a la corrupción moral.

Dondequiera que iba, Huayna Capac supervisaba la construcción de tambos y plazas, delineando personalmente los límites territoriales de muchas provincias para evitar conflictos. A pesar de la gran cantidad de tropas, mantenía una disciplina estricta, asegurándose de que no se salieran de los campamentos. Los pobladores locales proveían abundantemente de suministros, y en algunos lugares se construyeron baños públicos y áreas de cultivo, mientras que en los desiertos se erigieron grandes viviendas.

El paso del Inca dejaba una huella duradera, con numerosas obras realizadas en su camino que resultaban asombrosas. No toleraba la negligencia y castigaba cualquier infracción, pero recompensaba generosamente a quienes lo servían con lealtad y eficacia.

Después de organizar estas y otras acciones, Huayna Capac avanzó desde las provincias recién sometidas hacia la Villa de la Plata. Desde allí, envió capitanes con tropas hacia los Chiriguanaes (territorio habitado por el pueblo chiriguano, también conocidos como ava guaraní. Este territorio abarcaba gran parte del actual sur de Bolivia, noroeste de Argentina y Paraguay oriental) desde Tucuma (territorio habitado por el pueblo diaguita, también conocidos como tukma. Este territorio se ubicaba en la región del noroeste de Argentina, principalmente en las provincias de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero), pero no tuvieron éxito, ya que regresaron en retirada. Simultáneamente, hacia la costa del Pacífico, desplegó más tropas con otros líderes con el objetivo de conquistar los valles y pueblos que su padre no había logrado someter por completo.

Mientras tanto, él lideraba una expedición hacia Chile, sometiendo a las poblaciones a su paso y enfrentando grandes desafíos debido a las nevadas en los desiertos. Sin embargo, contaban con toldos para resguardarse, así como con una cantidad considerable de yanaconas (trabajadores) y mujeres de servicio. A lo largo de su travesía, Huayna Capac aseguró que los caminos estuvieran despejados y marcados con postas para facilitar su avance.

Una vez en Chile, Huayna Capac dedicó más de un año a pacificar y establecer el control sobre estas naciones, ordenando la extracción de una cantidad específica de tejuelos de oro y reubicando a poblaciones enteras según su conveniencia estratégica. También supervisó la construcción de fuertes y cercas defensivas (fortalezas), conocidos en quechua como pukara (pucarás), para protegerse de posibles conflictos con algunos grupos rebeldes.

Huayna Capac exploró extensamente la región, superando los límites alcanzados por su padre, hasta que determinó que había alcanzado los confines de la tierra conocida. En este punto, ordenó la construcción de monumentos y memorias en varios lugares para que su grandeza fuera recordada en el futuro, asegurando así su reputación de líder destacado.

Una vez completadas las acciones necesarias en Chile, Huayna Capac designó delegados y gobernadores para administrar la provincia, con la instrucción de informar constantemente a la corte del Cusco sobre los acontecimientos en la región. Les encomendó la tarea de administrar justicia y de suprimir cualquier motín o disturbio, ordenando que aquellos que incitaran desórdenes fueran castigados con la muerte sin excepción.

De regreso al Cusco, fue recibido con grandes honores por la ciudad, y los sacerdotes del templo de Coricancha le otorgaron numerosas bendiciones. Huayna Capac celebró al pueblo con festividades que se llevaron a cabo en su honor. Durante este tiempo, continuaron naciendo hijos, que eran criados por sus respectivas madres. Entre ellos, nació Atahualpa, según la creencia generalizada entre los indios del Cusco. Su madre, Tuta Palla, era natural de Quillaco (ubicada en la región del Chinchaysuyo, al norte del Cusco. Se cree que su territorio abarcaba parte de las actuales provincias de Jauja y Huancayo), aunque algunos afirman que pertenecía al linaje de los Hurin Cusco (ubicada en la región del Cusco, en el mismo valle donde se encontraba la capital del imperio. Se cree que su territorio abarcaba parte de las actuales provincias de Cusco y Urubamba). Desde su infancia, Atahualpa estuvo siempre al lado de su padre y era mayor que su hermano Huáscar.

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Después de disfrutar de algunos meses en el Cusco, durante los cuales se reunieron los sacerdotes de los templos y los adivinos de los oráculos, Huayna Capac ordenó realizar sacrificios, y la ofrenda de la Capacocha se llevó a cabo con gran pompa y riqueza. Los mensajeros de los hechiceros regresaron con las manos llenas de oro, ofreciendo respuestas que satisficieran al rey. Una vez concluidos estos rituales, Huayna Capac decidió mejorar y ensanchar el camino que su padre había construido hasta Quito, a donde planeaba dirigirse. También ordenó trasladar los alojamientos y depósitos de postas a lo largo de este camino. Para asegurarse de que su voluntad se cumpliera en todas las tierras, envió mensajeros para notificarlo y luego despachó a orejones para supervisar su ejecución.

El resultado fue un camino majestuoso y sin igual en el mundo, que se extendía desde el Cusco hasta Quito y se conectaba con la ruta hacia Chile. Este camino desafiaba toda descripción por su grandeza, atravesando valles profundos, altas montañas, áreas de nieve, pantanos y ríos tumultuosos. Se construyó llano y empedrado en los valles, excavado en las laderas de las montañas, tallado en las rocas, y contaba con paredes junto a los ríos y escalones en las áreas nevadas. Estaba meticulosamente mantenido, con alojamientos, depósitos de tesoros, templos del sol y postas a lo largo de su extensión.

Este camino superaba cualquier otra hazaña de ingeniería en la historia conocida, incluyendo las construcciones de Alejandro Magno y otros poderosos reyes. La calzada romana en España y otras similares palidecían en comparación con este asombroso logro. Además, se completó en un tiempo sorprendentemente corto, ya que los Incas eran tan eficientes en la construcción como en el mandato.

Se convocó a un llamamiento general en todas las provincias del imperio, y multitudes de personas de todas las clases acudieron en tal número que llenaban los campos. Después de celebrar banquetes y fiestas generales, y de organizar los asuntos de la ciudad, Huayna Capac partió de ella con un ejército de doscientos mil hombres, sin contar a los yanaconas y mujeres de servicio, cuyo número era incalculable. Llevaba consigo dos mil mujeres, dejando más de cuatro mil en el Cusco.

Los delegados y gobernadores de las provincias habían asegurado que desde todas las regiones se reunieran suministros, armas y todo lo necesario para la guerra, y los grandes alojamientos y depósitos se llenaron con ello. Cada jornada de cuatro leguas estaba provista de suficiente suministro para toda esta multitud de personas, y se garantizaba que no faltaría nada, sino que incluso habría excedentes, con mujeres, niños y hombres que servían personalmente llevando el abastecimiento del Inca y el equipaje del ejército de un campamento a otro.

Una vez que Huayna Capac partió del Cusco por el camino que había ordenado construir, llegó a Vilcas, donde se detuvo por varios días en los alojamientos que habían sido construidos contiguos a los de su padre. Se alegró al ver que el templo del sol estaba terminado y dejó una gran cantidad de oro y plata para joyas y vasijas; también ordenó que se cuidara con esmero el abastecimiento de las mamaconas y sacerdotes. Subió a un elegante terrado que se había construido para orar, y se realizaron sacrificios según sus creencias, incluyendo la matanza de muchos animales y aves, así como algunos niños y hombres, para aplacar a sus dioses.

Después de esto, el rey y su séquito continuaron su viaje sin detenerse hasta llegar al valle de Jauja, donde existía cierta controversia y disputa sobre los límites y campos del valle entre los propios señores locales. Huayna Capac, al darse cuenta de la situación, después de realizar sacrificios similares a los de Vilcas, convocó a los señores Alaya, Cucichuca y Guacaropa, y entre ellos distribuyó equitativamente los campos de la manera en que se conservan hoy en día. Envió embajadas a los Yauyos, Yuncas y Bonbón, y envió algunos regalos a los señores locales de Bonbón, ya que tenían fuerza en la laguna y prefería no tratar con ellos hasta que estuviera en una posición más favorable. Los señores de Jauja le prestaron grandes servicios, y algunos de los capitanes y soldados lo acompañaron mientras avanzaba hacia Bonbón, donde hizo una breve parada antes de dirigirse a Cajamarca, un lugar más adecuado para descansar y cerca de provincias grandes y elevadas. A lo largo del camino, continuaban llegando personas con grandes embajadas y presentes.

Al llegar a Cajamarca, Huayna Capac se detuvo durante algunos días para descansar del viaje. Ordenó que su ejército se acampara alrededor de la tierra y se abasteciera con lo almacenado en los depósitos. Con un grupo selecto de personas, ingresó a la región de los Guancachupachos y enfrentó una fuerte resistencia, ya que los nativos de esa zona no estaban del todo en armonía con su padre y su gobierno. Sin embargo, Huayna Capac logró someterlos, estableciendo gobernadores y capitanes y eligiendo líderes locales para dirigir las tierras, según lo consideraba más adecuado. Anteriormente, estos pueblos no reconocían a ningún señor excepto a aquellos que se levantaban como líderes en tiempos de guerra, por lo que aceptaban la paz cuando estos líderes lo decidían.

En los Chachapoyas, Huayna Capac encontró una gran resistencia, y sufrió reveses en dos ocasiones al intentar atacar sus fuertes defensivos. Sin embargo, con la ayuda de aliados, finalmente logró vencer a los Chachapoyanos y estos pidieron la paz, poniendo fin a la guerra. Se establecieron condiciones favorables para el Inca, que incluían el traslado de muchos de los Chachapoyanos a residir en la ciudad de Luzco, cuyos descendientes aún viven allí hoy en día. Además, Huayna Capac tomó muchas mujeres de esta región, conocidas por su belleza, gracia y tez blanca. Estableció guarniciones regulares con soldados mitimaes para proteger las fronteras, dejando un gobernador en la región principal. Después de resolver estos asuntos, Huayna Capac regresó a Cajamarca y continuó su viaje, organizando y pacificando las provincias de Cajas, Ayahuaca, Huancabamba y otras regiones vecinas.

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Se cuenta entre muchos habitantes de estas regiones que Huayna Capac ingresó a la tierra de los Bracamoros y luego tuvo que huir de la furia de los habitantes locales, quienes se habían unido para resistir a cualquier intruso. Esta historia es relatada no solo por los orejones del Cusco, sino también por el señor de Chincha y algunos líderes del Collao y Jauja. Todos coinciden en que Huayna Capac, después de establecer su dominio en las tierras que ya había conquistado, escuchó sobre la riqueza y la fertilidad de las tierras de los Bracamoros, así como de una laguna y numerosos ríos en el interior de la región, que estaban poblados por muchas comunidades.

Con la ambición de explorar y conquistar estas tierras, Huayna Capac seleccionó a un grupo reducido de personas y partió con poco equipaje hacia esa región, dejando al ejército acampado en los tambos reales bajo el mando de su capitán general. Durante su marcha, enfrentaron grandes dificultades, especialmente al atravesar la cordillera de los Andes y los ríos tumultuosos que descendían de las montañas. A pesar de estos desafíos, el Inca logró llegar a las tierras de los Bracamoros, donde los habitantes locales, preparados en sus fortificaciones, lo recibieron con hostilidad y comenzaron la guerra.

Los Bracamoros, en su mayoría desnudos según se afirma, se unieron en gran número para resistir al Inca, quien finalmente decidió retirarse ante la ferocidad de la resistencia. Los nativos, al darse cuenta de su retirada, persiguieron al ejército incaico y lograron que se retirara rápidamente de su territorio. Huayna Capac regresó a su reino prometiendo vengarse de aquellos que lo habían enfrentado, haciendo referencia a la apariencia de algunos de los Bracamoros, quienes llevaban largas melenas que les colgaban sobre las piernas.

Desde las tierras que había conquistado y reformado, se dice que Huayna Capac envió capitanes con suficiente gente para explorar la costa hacia el norte y tratar de ganarse el favor de los naturales de Guayaquil y Puerto Viejo. Estos exploradores recorrieron esas regiones, enfrentándose a veces en batallas con los habitantes locales. Llegaron incluso hasta Collique, donde encontraron a personas que vivían desnudas y practicaban el canibalismo, costumbres similares a las de los pueblos cercanos al río San Juan en la actualidad. Decidieron regresar sin avanzar más para informar a su rey, quien se encontraba en los Cañaris, donde quedó muy complacido al encontrar excelentes alojamientos, provisiones y recibir embajadas y presentes de varias regiones.

Se cuenta que, en respuesta a un disturbio en la comarca del Cusco, Huayna Capac ordenó que se trajera una cantidad específica de piedras del Cusco para construir aposentos de alta calidad en Tomebamba. Este mandato fue cumplido con precisión, demostrando la autoridad y la capacidad organizativa del Inca. Huayna Capac solía decir que mantener a la gente de estos reinos bien sometida requería que estuvieran ocupados, incluso sugiriendo que transportaran piedras de un lugar a otro como una forma de mantenerlos ocupados. Incluso ordenó que se llevaran piedras y losas desde el Cusco hasta Quito para ser utilizadas en la construcción, una práctica que todavía se puede ver en los edificios actuales de Quito.

De Tomebamba, Huayna Capac continuó su viaje y pasó por los Puruaes, Riobamba, Mocha y La Tacunga, donde descansaron sus tropas y disfrutaron de las provisiones recogidas para ellos en todas partes. En estos lugares fue recibido y visitado por muchos señores y capitanes locales. También envió a algunos de su linaje para que inspeccionaran los depósitos y contabilizaran los bienes, mientras que en el Cusco ordenó que se cumplieran sus instrucciones y se asegurara de que todo se hiciera según su voluntad. Recibía correos continuamente, provenientes de diversas partes de su reino, lo que indicaba la extensión de su autoridad y la importancia de su gobierno.

Luego de pasar por La Tacunga, Huayna Capac llegó a Quito, donde fue recibido con grandes celebraciones. El gobernador que había servido a su padre le entregó los tesoros y las riquezas que estaban bajo su custodia, honrándolo y elogiando su fidelidad. Los pueblos cercanos a Quito también enviaron numerosos presentes y suministros al rey. Huayna Capac ordenó la construcción de más aposentos y fortificaciones en Quito, trabajos que se llevaron a cabo según sus instrucciones y que aún existían cuando los conquistadores españoles llegaron a la región.

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Algunos de los relatos indican que Huayna Capac partió desde Quito hacia Cusco a través de Los Llanos hasta Pachacamac, mientras que otros sostienen lo contrario, afirmando que permaneció en Quito hasta su fallecimiento. Para esclarecer esta cuestión, me basaré en los relatos de algunos líderes principales que estuvieron presentes durante esta guerra. Según ellos, mientras Huayna Capac se encontraba en Quito, recibió embajadores de diversas regiones que venían a felicitarlo en nombre de sus tierras. Tras asegurar y pacificar las provincias de la serranía, decidió emprender una expedición hacia Puerto Viejo, Guayaquil y las tierras de los Yuncas.

Tras consultar con sus capitanes y líderes, decidió llevar a cabo esta empresa. Muchos de sus hombres permanecieron en Quito, mientras que otros se unieron a él en esta empresa. Durante su recorrido, se enfrentó a algunos habitantes locales, pero finalmente logró someterlos y establecer gobernadores y mitimaes en la región.

En cuanto a la región de Puná, esta estaba en conflicto con Tumbes, pero el Inca ordenó cesar las hostilidades y ser recibido en Puná. Tunbalá, el señor de Puná, se sintió contrariado por esta decisión, pero no se atrevió a oponerse al Inca. Aparentemente, lo recibió con una paz fingida, aunque había intentado anteriormente asesinar a muchos orejones y sus capitanes cuando intentaban desembarcar en la tierra firme. Huayna Capac, sin embargo, descubrió este complot y tomó medidas al respecto, como se detalla en otro pasaje. Después de imponer un castigo, ordenó la construcción de la calzada conocida como el paso de Huayna Capac y regresó a Tumbes, donde fue recibido con reverencia por los habitantes locales.

Durante su viaje por los valles de Los Llanos, Huayna Capac impuso la paz, distribuyó tierras y aguas, y exhortó a las comunidades a evitar la guerra, siguiendo la misma línea de actuación que en otras regiones. Se cuenta una anécdota sobre su paso por el valle de Chayanta, cerca de Chimo (hoy Trujillo), donde un anciano campesino le ofreció unos pepinos y expresó su respeto diciendo "Ancha Atunapu micucampa", que significa "Muy gran Señor, come tú esto". Huayna Capac, en un gesto de cortesía, tomó uno de los pepinos y, después de probarlo, exclamó "¡Mizqui cay!", que en nuestra lengua significa "En verdad, esto es muy dulce", causando gran alegría entre los presentes.

Continuando su marcha, Huayna Capac impartió órdenes en Chimú, Huañape, Huarmey, Huaura, Lima y en varios valles más, para que se llevaran a cabo lo que consideraba necesario. Al llegar a Pachacama, celebró grandes festividades con abundantes bailes y festines. Los sacerdotes, con sus artimañas habituales, le relataban supuestas maldades, inventadas con astucia y a veces incluso atribuidas al mismo Demonio, tan temido en aquellos tiempos. Algunos indígenas afirman que de aquí ascendió al Cusco, mientras que otros aseguran que retornó a Quito.

Independientemente de cuál haya sido su destino inmediato, lo cierto es que Huayna Capac recorrió todos Los Llanos y fue responsable de la construcción de los grandes caminos que aún hoy atravesamos en esas tierras. En Chincha y otras zonas de estos valles, erigió importantes asentamientos, almacenes y templos del sol. Tras poner en orden tanto las llanuras como las regiones montañosas y pacificar todo el reino, decidió dirigirse de nuevo hacia Quito y lanzar una campaña militar contra los padres de aquellos que hoy se conocen como Huambracunas, explorando incluso hacia el sur hasta el río Angasmayu.

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Mientras se encontraba en Quito, Huayna Capac, junto con todos sus capitanes y veteranos soldados, decidió enviar a sus capitanes con tropas para someter a ciertas naciones que se habían resistido a establecer amistad con él. Estas naciones, al enterarse de la presencia de Huayna Capac en Quito, se prepararon para resistir y buscaron apoyo entre sus vecinos y parientes. Construyeron fortificaciones, barricadas y reunieron armamento propio de su cultura.

Cuando los capitanes incas salieron en busca de estas naciones, Huayna Capac los siguió para incursionar en otra región cercana, marcando los límites de lo que conocemos como Quito. Los capitanes y sus tropas subestimaron a sus oponentes, creyendo que podrían fácilmente conquistar sus territorios y propiedades. Sin embargo, se enfrentaron a una resistencia mucho más feroz de lo esperado. Las naciones rebeldes emboscaron a los incas con gritos y alaridos, atacándolos con tal vigor que causaron muchas bajas y capturas entre las filas incas.

Los incas fueron desbaratados por completo y se vieron obligados a huir precipitadamente, perseguidos por los victoriosos enemigos, quienes continuaron matando y capturando a todos los que podían alcanzar.

Algunos de los soldados incas, más ágiles, continuaron avanzando considerablemente hasta encontrarse con el Inca, a quien informaron solo de la tragedia ocurrida. Esta noticia lo afectó profundamente, pero con prudencia, decidió actuar como un verdadero líder. Ordenó a los soldados que regresaron en silencio y no revelaran lo sucedido a nadie más, instruyéndoles a advertir a los que venían desbaratados que formaran un escuadrón en el primer cerro que avistaran al acercarse a él. Les aseguró que él, con refuerzos, llegaría para vengarlos sin temor a perder la vida.

El Inca no mostró perturbación, pues entendió que si la noticia se difundía en el lugar donde se encontraba, podrían unirse contra él y enfrentar mayores dificultades. Disimuladamente les dijo a sus hombres que se prepararan para atacar a una cierta gente que encontrarían en su camino. Luego, dejando las andas adelante como señal, partió con rapidez. Mientras tanto, los soldados que huían, al ver a la gente que se acercaba, a regañadientes se detuvieron en una ladera, donde los enemigos los alcanzaron y mataron a muchos.

Sin embargo, Huayna Capac atacó desde tres direcciones diferentes, desconcertando a los enemigos que ya se consideraban vencedores. A pesar de sus intentos por reunirse y resistir, los incas les infligieron tal golpe que los campos se llenaron de cadáveres. Intentando huir, se encontraron bloqueados por los incas, resultando en la muerte de muchos y la captura de numerosos prisioneros. La noticia de esta victoria se difundió rápidamente, y los ánimos se elevaron entre los incas, quienes celebraron con gran alegría.

Huayna Capac recuperó a los sobrevivientes entre sus hombres y ordenó que se dieran sepultura y honores adecuados a los caídos, siguiendo las prácticas de su cultura, pues todos reconocen la inmortalidad del alma. Además, se erigieron monumentos de piedra y se establecieron registros para conmemorar la batalla. Huayna Capac envió noticias de estos eventos hasta el Cusco, donde se reorganizó su ejército y avanzó hacia Caranque.

Por otro lado, los pueblos de Otavalo, Cayanbi, Cochasqui, Pifo y otros, se habían unido en una alianza para resistir al Inca y defender su libertad. Decidieron no someterse al dominio incaico y construir fortificaciones en sus tierras, negándose a tributar o enviar presentes al Cusco, que les parecía muy lejano. Al enterarse de esto, el Inca avanzó hacia su región y mandó construir sus propias defensas, conocidas como pucarás, donde concentró a su gente y su servicio.

El Inca envió mensajeros con generosos regalos a estas comunidades, pidiéndoles que no iniciaran hostilidades y ofreciéndoles una paz basada en condiciones justas. Les recordó que siempre encontrarían su favor como lo hicieron sus antepasados, y que no buscaba otra cosa que no fuera su bienestar. Sin embargo, estas palabras amables tuvieron poco efecto, ya que la respuesta de los pueblos rebeldes fue exigirle que abandonara sus tierras bajo amenaza de expulsarlo por la fuerza.

Preparados para la confrontación, los rebeldes avanzaron hacia el Inca, quien, enfurecido, había dispuesto a su ejército en campaña. En la batalla que siguió, los rebeldes atacaron con tanta ferocidad que, se dice, si no fuera por las fortificaciones erigidas para protegerse, habrían derrotado completamente al ejército incaico. Reconociendo el peligro, el Inca se retiró con sus hombres al pucará, donde se refugiaron todos los que no quedaron muertos en el campo o en manos de los enemigos.

Al ver cómo habían logrado cercar al Inca en su fortaleza y habían causado la muerte de muchos orejones del Cusco, los rebeldes se regocijaban con gran algarabía, al punto de que ni siquiera podían escucharse entre ellos debido al estruendo de sus propias voces. Celebraban con tambores, cantos y bebidas, enviando mensajeros por toda la región para proclamar que tenían al Inca rodeado con todo su séquito. Muchos creyeron en esta noticia y se unieron para apoyar a los rebeldes.

Mientras tanto, Huayna Capac tenía suficientes provisiones en su fortaleza y había convocado a los gobernadores de Quito con parte de sus respectivas fuerzas. Estaba decidido a enfrentarse a los rebeldes, pero estos se mantenían firmes en su actitud beligerante, rechazando todos los intentos de persuasión del Inca, incluyendo embajadas, regalos y presentes.

Ambos bandos aumentaron sus fuerzas, y los rebeldes se prepararon para atacar al Inca, decididos a derrotarlo o morir en el campo de batalla. Llevaron a cabo su plan y lograron romper dos cercas de la fortaleza del Inca. De no ser por las otras defensas que rodeaban una colina, la victoria habría sido suya sin lugar a dudas. La táctica habitual de los incas consistía en construir varias fortificaciones escalonadas en una colina, de modo que, si perdían una, podían retirarse a la siguiente. El Inca y sus hombres se refugiaron en la fortaleza más fuerte de la colina y, después de algunos días, salieron para enfrentarse a los rebeldes con gran determinación.

Se dice que, una vez que llegaron sus capitanes y soldados, se desató una guerra cruel en la que la victoria estuvo en duda por un tiempo. Sin embargo, al final, los soldados del Cusco maniobraron con tal destreza que lograron matar a un gran número de enemigos, y los supervivientes se vieron obligados a huir. El rey tirano estaba tan enfurecido con ellos por atreverse a levantarse en armas y defender su tierra sin reconocer su dominio, que ordenó a sus hombres que buscaran y capturaran a todos los rebeldes que pudieran encontrar.

Con gran diligencia, llevaron a cabo la orden y capturaron a la mayoría de los rebeldes, y pocos pudieron escapar. Luego, junto a una laguna cercana, el rey mandó que degollaran a todos los prisioneros delante de él y que arrojaran sus cuerpos al agua. La cantidad de sangre derramada fue tanta que el agua perdió su color natural, convirtiéndose en un mar de sangre. Después de este acto de crueldad extrema, Huayna Capac ordenó que le presentaran a los hijos de los rebeldes asesinados y, al mirarlos, dijo: "Campa mana, pucula tucuy huambracuna", que significa "Ustedes no me harán la guerra, porque son solo niños ahora". Desde entonces, a este pueblo se le conoció como los huambracunas, y a la laguna se le dio el nombre de Yaguarcocha, que significa "lago de sangre".

En los pueblos habitados por los huambracunas, se establecieron colonias y gobernadores, como en otras partes del imperio. Después de reorganizar su ejército, el Inca continuó hacia el sur, ganando una gran reputación por su victoria anterior. Exploró hasta llegar al río de Angasmayu, marcando así los límites de su imperio. Allí se enteró de la presencia de muchas tribus que practicaban el canibalismo y, para someterlas, les exigió tributos. Aunque inicialmente se burlaron de su demanda de tributos, pronto se vieron obligados a cumplirla debido a la gran cantidad de piojos que tenían.

Por razones estratégicas, Huayna Capac regresó a Quito y ordenó que se estableciera un templo del sol y una guarnición en Caranqui, con mitimaes y un capitán general como frontera y defensa de esas tierras.

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En ese mismo año, Francisco Pizarro navegaba por la costa con trece cristianos. Algunos de ellos habían ido al Quito para informar a Huayna Capac sobre la apariencia de los extranjeros, el tipo de embarcación que tenían, su tez blanca y barba, su falta de interés por el alcohol, y otras características que pudieron observar. Ansioso por ver a estos extranjeros, se dice que Huayna Capac ordenó que le trajeran uno de los dos que supuestamente habían quedado, ya que los demás habían regresado con su capitán a la isla de la Gorgona, donde dejaron a algunos españoles con los indígenas, como se explicará más adelante. Según algunos indígenas, después de que estos dos extranjeros partieran, fueron asesinados, lo que enfureció a Huayna Capac. Otros cuentan que se rumoreaba que los estaban trayendo de vuelta, pero cuando se enteraron de su muerte en el camino, los mataron. Algunos afirman que simplemente murieron por su cuenta. Sin embargo, la versión más creíble es que los indígenas los mataron poco después de su llegada a la región.

Mientras tanto, Huayna Capac se encontraba en el Quito con un gran número de sus tropas y los señores de su tierra. Se consideraba muy poderoso, ya que su dominio se extendía desde el río de Angasmayu hasta el de Maule, cubriendo más de mil doscientas leguas. Además, había acumulado una gran riqueza, incluyendo más de quinientas cargas de oro, mil de plata, numerosas joyas y prendas finas. A pesar de ser temido por todos, ya que no dudaba en impartir justicia cuando era necesario, una gran epidemia de viruelas asoló la región y provocó la muerte de más de doscientas mil personas en todas las áreas afectadas. A pesar de los esfuerzos de Huayna Capac, quien también cayó enfermo, los sacrificios realizados en toda la tierra y en los templos del sol no pudieron evitar su fatal destino, pues estaba en las manos del gran Dios.

A medida que su enfermedad empeoraba, convocó a sus capitanes y familiares y les dijo algunas cosas, entre las cuales se dice que advirtió que la gente que habían visto en el barco regresaría con gran poderío y conquistaría la tierra. Esto podría haber sido una especulación, o si realmente lo dijo, podría haber sido inspirado por el demonio, que sabía que los españoles estaban llegando para intentar recapturar el territorio. Otros relatos sugieren que, consciente de la vasta extensión del imperio y la necesidad de un líder fuerte en las regiones de Quillacingas y Popayanes, decidió designar a Atahualpa, su hijo favorito, como gobernante, mientras que Huáscar, su único heredero legítimo, gobernaría en otras áreas. Sin embargo, algunos indígenas afirman que no dividió el reino, sino que expresó su deseo de que Huáscar y Chincha Ocllo, su hermana, gobernaran juntos después de su muerte, ya que eran muy queridos por el pueblo del Cusco. A pesar de tener otros hijos valiosos, Huayna Capac decidió no darles nada de su vasta herencia, confiando en que Atahualpa cumpliría su voluntad y lo amarían como era justo. Hasta que Atahualpa alcanzara la mayoría de edad, designó a su tío Colla Tupac como su tutor. Después de pronunciar estas palabras, falleció.

Tras la muerte de Huayna Capac, los lamentos fueron tan desgarradores que sus alaridos parecían alcanzar las nubes, haciendo caer a las aves aturdidas desde lo más alto hasta el suelo. La noticia se extendió por todas partes, provocando un sentimiento de pesar profundo. En Quito, según se dice, los llantos continuaron durante diez días seguidos; luego trasladaron su cuerpo a los Cañaris, donde el duelo duró todo un mes. Durante el camino hacia el Cusco, numerosos señores importantes acompañaron el cortejo, mientras hombres y mujeres, a lo largo de la ruta, expresaban su dolor con lamentos y aullidos.

En el Cusco, los llantos fueron aún más intensos y se realizaron sacrificios en los templos. Finalmente, Huayna Capac fue sepultado conforme a las costumbres, creyendo que su alma ascendía al cielo. Más de cuatro mil personas, entre mujeres, pajes y otros sirvientes, fueron sacrificadas para acompañarlo en su viaje al más allá, junto con tesoros, joyas y finas prendas de vestir. La magnitud de los preparativos para su entierro fue indudablemente monumental.

Aunque no se revela el lugar exacto de su sepultura, se coincide en que fue en el Cusco. Algunos indígenas mencionaron que fue enterrado en el río Angasmayu, pero personalmente dudo de esta versión, considerando que la mayoría afirma que su sepultura se realizó en el Cusco.

Los relatos sobre este rey son tan abundantes entre los indígenas que lo que he escrito aquí apenas rasca la superficie. Sin duda, la vida y el legado de Huayna Capac, al igual que el de sus padres y abuelos, están llenos de historias que merecerían ser contadas en su totalidad, aunque la dificultad para comprenderlas en su totalidad sería un desafío monumental.

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El imperio Inca, al momento de la muerte de Huayna Capac, gozaba de una relativa paz y estabilidad. Era tan poderoso y temido que no se registran rebeliones ni intentos de guerra en su vasto territorio. Esto se debía tanto al respeto y temor que inspiraba Huayna Capac como al control ejercido sobre las poblaciones mediante los mitimaes, colonias de población trasladadas por su orden y bajo su autoridad.

Sin embargo, tras la muerte de Huayna Capac, surgieron conflictos entre sus dos hijos, Huáscar y Atahualpa. Como sucedió después de la muerte de Alejandro Magno en Babilonia, donde sus generales y capitanes compitieron por el poder, la disputa entre los hermanos incas generó guerras internas que debilitaron el imperio. Este vacío de poder facilitó la entrada de los españoles, quienes encontraron aliados entre los mitimaes que aspiraban a ocupar posiciones de poder.

Es importante destacar las diferencias entre Huáscar y Atahualpa. Huáscar, hijo de la esposa principal de Huayna Capac, era considerado el heredero legítimo y era querido por los nativos. En cambio, Atahualpa, nacido de una concubina, era más apreciado por los soldados y capitanes debido a su participación en las guerras desde joven y al afecto especial que le tenía su padre. Huáscar se destacaba por su clemencia y bondad, mientras que Atahualpa era conocido por su crueldad y sed de venganza.

Ambos tenían aspiraciones de poder, pero sus métodos y personalidades diferían considerablemente. Huáscar buscaba gobernar de acuerdo con las tradiciones establecidas por los incas, mientras que Atahualpa estaba dispuesto a desafiar esas normas para alcanzar el poder absoluto. La rivalidad entre los dos hermanos desencadenó un conflicto que socavó la estabilidad del imperio en un momento crucial.

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Tras la muerte de Huayna Capac, a pesar de que tenía más de cuarenta hijos en el Cusco, ninguno se atrevió a desafiar la autoridad de Huáscar, quien era considerado el legítimo heredero del trono. Aunque se había sugerido que el tío de Huáscar, conocido como el tucuyricuc, asumiera el gobierno interino, algunos consejeros instaron a Huáscar a proclamarse rey públicamente.

Aprovechando la presencia de los señores nativos en el Cusco para los honores funerarios de Huayna Capac, Huáscar decidió coronarse de inmediato. Delegó el gobierno de la ciudad a quien lo había ejercido por su padre y se preparó para su coronación, siguiendo las tradiciones establecidas. Realizó el ayuno prescrito y salió públicamente con la borla real, dando inicio a festividades que incluyeron ceremonias tradicionales y celebraciones populares en la plaza principal.

Mientras tanto, en Quito, Atahualpa recibió noticias de la coronación de Huáscar y se enteró de que este exigía la obediencia de todos. Los generales de Huayna Capac, que aún estaban en Quito, comenzaron a considerar la posibilidad de no acudir al llamado de Huáscar, viendo en la región de Quito una oportunidad para establecer su propio dominio. Algunos cuestionaron la legitimidad de desobedecer al Gran Inca, pero Illa Tupac, que había sido nombrado gobernador por Huayna Capac, se mostró desleal a Huáscar y comenzó a conspirar con Atahualpa.

Illa Tupac se alió con importantes capitanes como Calcuchimac, Aclagualpa, Rumiñahui, Quizquiz y Zopozopanqui para apoyar a Atahualpa y asegurar su ascenso al trono de Quito. Traicionando a Huáscar, Illa Tupac entregó las mujeres de Huayna Capac a Atahualpa, quien las aceptó como si fueran suyas, lo que le otorgó una gran influencia entre la población. Además, le entregaron el control de su casa y de sus bienes, permitiéndole ejercer autoridad sobre ellos a su voluntad.

Se dice que algunos de los hijos de Huayna Capac, junto con otros nobles, huyeron al Cusco y alertaron a Huáscar sobre las acciones de Atahualpa. Tanto Huáscar como los ancianos nobles del Cusco condenaron los actos de Atahualpa, considerándolos una afrenta a sus dioses y a las tradiciones de los reyes anteriores. Rechazaron la idea de permitir que Atahualpa, considerado un bastardo, se proclamara Inca. En cambio, decidieron castigarlo por su traición y por haber obtenido el favor de los generales y soldados del ejército de su padre.

Huáscar ordenó la preparación para la guerra en todas partes, instando a sus súbditos a armarse y aprovisionarse adecuadamente. Envío embajadores a los Cañaris para asegurar su amistad y envió un mensaje a Atahualpa, advirtiéndole que desistiera de su ambición y le instó a hablar con su tío, Colla Tupac, para que lo aconsejara a unirse a él. Como parte de sus preparativos, nombró a Atoco, uno de los principales líderes del Cusco, como su capitán general.

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En todo el territorio del Perú se reconocía a Huáscar como el legítimo Inca, y su autoridad era respetada. Dirigía, supervisaba y despachaba a sus enviados a lo largo y ancho del imperio, asegurando que se cumplieran las necesidades de las provincias. Huáscar era altamente estimado por su inteligencia y el afecto que tenía hacia su pueblo, lo que lo convirtió en un líder muy querido durante su reinado, que según la tradición indígena, comenzó cuando tenía aproximadamente veinticinco años.

Nombró a Atoco como su capitán general y le ordenó que reuniera fuerzas en su camino hacia Quito para sofocar la rebelión que su hermano estaba provocando y tomar control de la región en su nombre.

Las versiones sobre los motivos de la rebeldía de Atahualpa son diversas. Algunos cuentan que, decidido a no reconocer el reinado de su hermano, Atahualpa pretendía tomar el poder para sí mismo, contando con el apoyo de los generales y soldados que habían sido leales a su padre. Se dice que viajó a los Cañaris, donde intentó persuadir a los líderes y a los mitimaes con discursos inventados, afirmando que su intención no era hacerle daño a su hermano, sino lograr beneficios para todos y crear una nueva capital en Quito donde pudieran vivir en armonía. Sin embargo, sus palabras no fueron recibidas con la alegría que él esperaba.

Por otro lado, los mensajeros de Huáscar habían llegado a los Cañaris y a los mitimaes, instándolos a permanecer fieles a Huáscar y a rechazar las acciones de su hermano. Prometían lealtad a Huáscar y rogaban la ayuda de los dioses solares para proteger su causa. Los Cañaris respondieron con lágrimas de deseo por ver a Huáscar y levantaron sus manos en señal de promesa de lealtad.

En todo el territorio del Perú se reconocía a Huáscar como el legítimo Inca, y su autoridad era respetada. Dirigía, supervisaba y despachaba a sus enviados a lo largo y ancho del imperio, asegurando que se cumplieran las necesidades de las provincias. Huáscar era altamente estimado por su inteligencia y el afecto que tenía hacia su pueblo, lo que lo convirtió en un líder muy querido durante su reinado, que, según la tradición indígena, comenzó cuando tenía aproximadamente veinticinco años.

Nombró a Atoco como su capitán general y le ordenó que reuniera fuerzas en su camino hacia Quito para sofocar la rebelión que su hermano estaba provocando y tomar control de la región en su nombre.

Las versiones sobre los motivos de la rebeldía de Atahualpa son diversas. Algunos cuentan que, decidido a no reconocer el reinado de su hermano, Atahualpa pretendía tomar el poder para sí mismo, contando con el apoyo de los generales y soldados que habían sido leales a su padre. Se dice que viajó a los Cañaris, donde intentó persuadir a los líderes y a los mitimaes con discursos inventados, afirmando que su intención no era hacerle daño a su hermano, sino lograr beneficios para todos y crear una nueva capital en Quito donde pudieran vivir en armonía. Sin embargo, sus palabras no fueron recibidas con la alegría que él esperaba.

Por otro lado, los mensajeros de Huáscar habían llegado a los Cañaris y a los mitimaes, instándolos a permanecer fieles a Huáscar y a rechazar las acciones de su hermano. Prometían lealtad a Huáscar y rogaban la ayuda de los dioses solares para proteger su causa. Los Cañaris respondieron con lágrimas de deseo por ver a Huáscar y levantaron sus manos en señal de promesa de lealtad.

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Dada la abundancia de postas a lo largo de los caminos reales, prácticamente nada quedaba oculto en el reino. Cuando se supo que Atahualpa se había escapado y estaba reuniendo tropas en Quito, la inminencia de la guerra se hizo evidente. Esto provocó divisiones, parcialidades y agitación en todas partes del imperio. Mientras Huáscar contaba con el apoyo y la obediencia de sus seguidores en la región alta del reino, Atahualpa contaba con el respaldo de los capitanes, soldados y muchos señores naturales y mitimaes de las provincias cercanas a Quito.

En Quito, Atahualpa movilizó rápidamente a su ejército, jurando venganza por la afrenta sufrida en los Cañaris. Cuando supo que Atoco, al mando de una fuerza considerable, se dirigía hacia él, decidió enfrentarlo para evitar que reclutara más hombres en el camino. Atoco, por su parte, instó a sus hombres a recordar el honor del Inca Huáscar y a castigar la insolencia de Atahualpa. Incluso envió mensajeros para instar a Atahualpa a detenerse y buscar una reconciliación con Huáscar. Sin embargo, Atahualpa despreció sus advertencias y continuó avanzando con determinación.

La batalla se libró cerca de Ambato, donde ambos bandos lucharon encarnizadamente. Después de una feroz lucha, Calcuchimac logró tomar una posición estratégica y atacar a los cansados soldados de Atahualpa, causando gran confusión entre ellos. Muchos murieron en la refriega, y Atoco fue capturado y posteriormente ejecutado con crueldad por orden de Atahualpa. Se dice que Calcuchimac incluso hizo un vaso con el cráneo de Atoco, engastado en oro.

La magnitud de la batalla fue enorme, y se estima que murieron al menos quince o dieciséis mil soldados de ambos bandos. La mayoría de los prisioneros fueron ejecutados sin piedad por orden de Atahualpa. Personalmente, he pasado por el lugar donde se dice que ocurrió la batalla, y al ver los restos humanos dispersos, creo que la cifra de muertos pudo ser aún mayor de lo que se relata.

Tras esta victoria, Atahualpa ganó gran prestigio entre sus seguidores, quienes comenzaron a llamarlo Inca y proclamaron que debía tomar la borla en Tomebamba, a pesar de que no fuera en el Cusco, lo cual muchos consideraban una idea poco plausible. Ordenó que se atendieran a los heridos y ejerció su autoridad como rey, siendo obedecido en todos sus mandatos. Con este respaldo, se encaminó hacia Tomebamba para continuar consolidando su posición.

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Pocos días después de la derrota del capitán Atoco en el pueblo de Ambato, la noticia se extendió por todo el reino, llenando de temor a Huáscar, quien se vio obligado a tomar medidas rápidas. Los consejeros le aconsejaron que no abandonara el Cusco y que enviara más tropas y líderes militares para enfrentar la amenaza de su hermano.

Se llevaron a cabo ceremonias de duelo por los caídos, con sacrificios en los templos y oráculos según la tradición. Huáscar convocó a muchos señores de diversas regiones para discutir la situación y solicitó su apoyo en la lucha contra su hermano. Aquellos que asistieron al encuentro aceptaron sus peticiones, ya que mantenían la creencia de que solo el Inca coronado en el Cusco podía ser considerado legítimo. Para liderar la guerra, Huáscar nombró a Guanca Auqui como capitán general, quien fue acompañado por otros líderes como Ahuapanti, Urco Huaranca e Inca Roca.

Partieron del Cusco con un ejército compuesto por señores naturales y mitimaes, reclutando más soldados en su camino hacia el sur. Mientras tanto, Atahualpa continuaba su avance hacia Tomebamba, atrayendo a más seguidores que se unían a él al verlo victorioso.

Los habitantes de los Cañaris, temiendo la venganza de Atahualpa por haber desobedecido sus órdenes anteriormente, intentaron apaciguarlo enviando grupos de niños y hombres con ramas y hojas de palma como símbolo de paz. Sin embargo, Atahualpa, conocido por su crueldad, ordenó que mataran a todos los que se acercaban, excepto a algunos niños y a las mujeres sagradas del templo, que fueron respetadas en honor al dios Sol.

Después de estos eventos, Atahualpa ordenó ejecutar a algunos líderes locales en la provincia y colocó a sus propios hombres en posiciones de autoridad. Reuniendo a los principales de la región, se coronó como Inca en Tomebamba, aunque carecía del respaldo que otorgaba el ser coronado en el Cusco. Sin embargo, él consideraba legítimo su derecho al poder basado en su habilidad en la guerra, una perspectiva que muchos aceptaban como válida.

También he escuchado a algunos indígenas respetados afirmar que Atahualpa se había coronado en Tomebamba antes de que Atoco fuera derrotado o saliera del Cusco, y que Huáscar había sido informado de esto y había tomado medidas al respecto. Parece ser que Guanca Auqui estaba ansioso por avanzar y llegar a los Cañaris antes de que Atahualpa pudiera causar más daño. Se dice que Atahualpa tenía un ejército de más de ochenta mil hombres, mientras que Guanca Auqui contaba con poco menos. Sin embargo, en la provincia de los Paltas, cerca de Cajabamba, ambos ejércitos se enfrentaron.

Durante la batalla, se afirma que Atahualpa no participó directamente y se mantuvo en un cerro observando la contienda. A pesar de la habilidad táctica de los capitanes de Huáscar y el fiel servicio de Guanca Auqui, Atahualpa salió victorioso, infligiendo grandes pérdidas a sus enemigos, con un saldo de más de treinta y cinco mil muertos y numerosos heridos.

Los vencedores persiguieron a los enemigos, saqueando y capturando a muchos de ellos. Atahualpa, lleno de alegría por su triunfo, creía que sus dioses lo estaban protegiendo. Sin embargo, al enterarse de la presencia de los españoles en el reino, decidió no dirigirse personalmente hacia el Cusco.

No profundizaré en las guerras y batallas que tuvieron lugar entre estos indígenas, ya que carecieron de una estructura ordenada. Por lo tanto, dejaré este relato en este punto y lo retomaré en su debido lugar.

Hasta aquí he escrito todo lo que he podido recopilar sobre los Incas, basándome en las informaciones que obtuve en el Cusco. Si alguien desea expandir y precisar este relato, el camino está abierto para ello, algo que yo no tuve la oportunidad de hacer. Sin embargo, trabajé con diligencia en lo que pude, dejando el resto en manos de Dios, quien reina eternamente. Es importante destacar que parte de lo escrito fue revisado por el doctor Brabo de Saravia y el licenciado Hernando de Santillán, oidores de la Real Audiencia de Los Reyes.

Fin

Compilado y realizado por Lorenzo Basurto Rodríguez 

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