Vasco Núñez de Balboa

 Vasco Núñez de Balboa, nacido alrededor de 1475 en Jerez de los Caballeros (Badajoz), y fallecido en Acla (Panamá) entre el 13 y el 19 de enero de 1519, destacó como conquistador y descubridor del océano Pacífico.

Como fundador y alcalde, desempeñó un papel crucial en la creación de Santa María la Antigua del Darién, la primera ciudad española en la América continental, así como en la fundación de Acla. Además, se destacó como conquistador en una extensa porción de la región transístmica americana. Fue investido con los títulos de adelantado de la Mar del Sur y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba.

Nacido en una familia de posición, siendo su padre Nuño Arias de Balboa, descrito como "hidalgo y de sangre limpia", y su madre una señora de Badajoz cuyo nombre no se ha conservado. Nuño de Balboa tuvo varios hermanos, entre ellos Gonzalo y Juan, y posiblemente otros dos llamados Vasco y Alvar.

Su educación se llevó a cabo en la casa de Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, donde recibió instrucción en letras, modales y habilidades militares. Su entrada en escena coincidió con el auge de Moguer en la empresa colombina. A finales del siglo, se trasladó a Sevilla y en el año 1500 se unió como escudero a la expedición liderada por el escribano público de Triana, Rodrigo de Bastidas, y el cartógrafo Juan de la Cosa. Se destacó como espadachín y fue descrito por Las Casas como un hombre alto, con un cuerpo bien proporcionado y fuerte, mostrando un gesto distinguido, gran entendimiento y capacidad para soportar grandes esfuerzos.

La expedición, compuesta por una nao, una carabela y un bergantín, zarpó de Cádiz alrededor de marzo de 1501. Tras llegar a Coquibacoa o la Guajira, navegó hacia el oeste durante cinco meses, explorando la actual costa atlántica colombiana, incluyendo lugares como Santa Marta, las bocas del Magdalena y Cartagena. Luego, continuó explorando la costa atlántica panameña desde Urabá hasta un punto desconocido, posiblemente el Retrete, ubicado aproximadamente a 150 millas del Darién. Sin embargo, el estado deteriorado de las embarcaciones debido a la corrosión causada por la broma, un molusco que perforaba las cuadernas de roble de las quillas, obligó a detener la expedición ante el riesgo de hundimiento.

Juan de la Cosa logró llevar las naves hasta Jamaica y luego a la isla La Española, donde intentaron infructuosamente repararlas. Finalmente, las naves se hundieron cerca de Puerto Príncipe en febrero de 1502. Los miembros de la expedición llegaron a pie a Santo Domingo en tres grupos separados. Rodrigo de Bastidas fue procesado y tuvo que regresar a España, mientras que Balboa permaneció en la isla de Santo Domingo.

Participó en la conquista ovandina y recibió un reparto de tierras en Salvatierra de la Sabana, una población que ayudó a fundar. Sin embargo, su negocio de cría de cerdos fracasó, dejándolo endeudado. En 1509, se encontraba en Santo Domingo buscando una salida de la isla. Aunque intentó unirse a la expedición de Ojeda al Darién, sus acreedores le impidieron hacerlo. Finalmente, se unió a la expedición del bachiller Martín Fernández de Enciso en septiembre de 1510 como polizón, llevando consigo a su perro Leoncico escondido en una vela o dentro de un tonel.

Descubierto en alta mar, Balboa estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso, quien era uno de sus acreedores. Sin embargo, tras los ruegos de la tripulación, Enciso decidió dejarlo a bordo. La flotilla continuó su rumbo hacia Urabá y, frente a Cartagena, encontraron los restos de la expedición de Ojeda liderada por Francisco Pizarro. Se supo entonces que el intento de poblar San Sebastián en el golfo de Urabá había fracasado debido a la insalubridad del lugar y la presencia de indígenas que utilizaban flechas envenenadas. Ojeda, herido, había dejado a Pizarro al mando y autorizado para tomar decisiones si no regresaba en un plazo de cincuenta días. Los españoles cumplieron con el plazo, embarcándose en las naves que encontró Enciso.

Enciso dirigió la nave hacia San Sebastián, pero al llegar, la nao naufragó, confirmando los informes sobre la inhospitalidad del lugar. Además, los indígenas habían incendiado las treinta chozas construidas por los españoles. Ante esta situación, Enciso convocó una junta para decidir si debían regresar a La Española o buscar otro sitio para establecer una colonia, lo cual se presentaba como un desafío considerable.

Durante las deliberaciones, Vasco Núñez tomó la palabra, recordando su experiencia previa en la región al lado de Rodrigo de Bastidas. Según el relato de Las Casas, expresó algo similar a lo siguiente: "Recuerdo que, en años anteriores, mientras explorábamos esta costa con Rodrigo de Bastidas, entramos en este golfo. En la parte occidental, a mano derecha, según recuerdo, desembarcamos y vimos un pueblo al otro lado de un gran río. Tenía tierra fértil y abundante en alimentos, y la gente de allí no envenenaba sus flechas con hierba (veneno)". Esta sugerencia fue acogida como providencial por todos, incluido Enciso.

Dejaron a 65 hombres en San Sebastián y el resto continuó hasta el lugar indicado por Balboa, que resultó ser un río en el Darién. Este territorio pertenecía al cacique Cémaco, cuyos guerreros fueron fácilmente derrotados por Enciso, quien les hizo frente después de encomendarse a la Virgen de Nuestra Señora del Antigua (aunque Las Casas brindó una versión más idealizada del encuentro con los nativos). Tras la victoria, los conquistadores tomaron control de la población, aplicando la ley de 1254 al quemar a los homosexuales (práctica común en el istmo) y recolectaron un modesto botín de oro. Luego, trajeron a aquellos que habían quedado en San Sebastián y establecieron una población llamada La Guardia en noviembre de 1510. Aunque no hubo una fundación formal, Oviedo afirmó que unos meses después, Balboa decidió bautizarla como Santa María de la Antigua del Darién. Este asentamiento se convirtió en la primera capital española en la América continental y su ubicación ha sido objeto de debate, aunque se cree que estaba cerca de un buen puerto en un afluente del río Tanela, posiblemente Puerto Escondido.

Enciso asumió provisionalmente el mando, pero rápidamente surgió conflicto con sus hombres al prohibirles comerciar con oro bajo amenaza de muerte. Además, se negó a distribuir el botín de oro obtenido de los nativos, argumentando que esta responsabilidad recaía en el gobernador Ojeda. Balboa aprovechó la oportunidad para socavar su autoridad, abogando por la creación de un Cabildo para gobernar la ciudad.

En una reunión de conquistadores, Vasco Núñez y Benito Palazuelos (más tarde sustituido por Zamudio) fueron elegidos alcaldes. El tesorero fue el médico doctor Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia. El Cabildo asumió el control de las embarcaciones y comenzó a actuar como la máxima autoridad local. Enciso protestó, argumentando que representaba al gobernador Ojeda, siendo su alcalde mayor, pero no pudo presentar su nombramiento debido a que se había perdido en el naufragio de la nao, según afirmó. Los miembros del Cabildo no le prestaron atención.

En la segunda quincena de 1510, Rodrigo de Colmenares llegó a Santa María con dos naves y refuerzos destinados a Diego de Nicuesa, su superior, a quien debía encontrar al oeste del golfo de Urabá. Al no obtener información sobre Nicuesa en la ciudad, Colmenares la abandonó y siguió la costa panameña en busca de su gobernador. Lo localizó más allá de Nombre de Dios, donde Nicuesa había sufrido un revés en su intento de colonización, quedándole apenas treinta hombres. Al enterarse de la existencia de Santa María, decidió reclamarla como parte de su jurisdicción, ya que se encontraba más allá del golfo de Urabá, previamente acordado con Ojeda que se dividiría equitativamente entre sus dos gobernaciones.

Sin embargo, la noticia de los desastres de Nicuesa llegó antes que él, y el Cabildo de Santa María se comprometió a no recibirlo como gobernador. A su llegada, se le instó primero a no desembarcar y, posteriormente, a retirarse. Tras varios incidentes, el 1 de marzo de 1511, Nicuesa fue obligado a volver a embarcarse. Con la intención de reclamar sus derechos, se dirigió a La Española, pero lamentablemente, falleció en el naufragio de su nave en alta mar. Fernández de Oviedo atribuyó estos eventos a las maniobras de Balboa, mientras que Pedro Mártir culpó tanto a Enciso como a Balboa.

Posteriormente, Enciso exigió dos tercios del botín (descontando el quinto) argumentando su contribución con los barcos y su presunto título. Sus demandas fueron rechazadas, y, por el contrario, se le acusó de usurpación de autoridad y tentativa de apropiación indebida. Aunque fue liberado, decidió viajar a España para hacer valer sus derechos, embarcándose en la carabela de Colmenares el 4 de abril de 1511. En este viaje lo acompañaron el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivieso, quienes Balboa envió a Santo Domingo en busca de apoyo y favores. Como resultado de estos esfuerzos, el virrey Diego Colón reconoció a Vasco Núñez como gobernador interino del Darién, desestimando los derechos de Enciso. El Rey también respaldó esta decisión mediante una Cédula emitida el 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar un gobernador en propiedad.

Vasco Núñez de Balboa emergió como la única autoridad en el Darién a partir del 4 de abril de 1511, fecha en la que Enciso abandonó la región y un mes después de la partida de Nicuesa. Su liderazgo se extendió por tres años, durante los cuales llevó a cabo conquistas significativas y exploró las tierras que conducirían al descubrimiento del océano Pacífico.

En mayo, Balboa se dirigió al cacicazgo de Careta para solicitar provisiones a su líder, Chima. Ante la negativa de Chima de proporcionar los suministros, Balboa decidió apresarlo. Tras una serie de negociaciones, acordaron un pacto en el cual Chima se comprometió a entregar anualmente alimentos y algo de oro, a cambio de la ayuda de Balboa en la guerra contra el cacique Ponca. Este acuerdo se consolidó con la entrega de varias mujeres, incluida Anayansi, la hija de Chima, quien a la edad de trece años se convirtió en la amante y esposa de Balboa. Como muestra de su aceptación y compromiso, Chima accedió a ser bautizado con el nombre de Fernando, en honor al Rey.

Balboa ordenó la recopilación de los habitantes que quedaban en Veragua, pertenecientes a la expedición de Nicuesa, y los trasladó a Santa María. En agosto de 1511, emprendió la organización de la ciudad, asignando solares a los residentes, trazando calles, construyendo viviendas y delimitando áreas para sembrar maíz. Para cumplir su compromiso con Careta, lideró un ataque contra el cacique Ponca, pero al no encontrar a los nativos, optó por saquear su territorio.

A solicitud de Fernando (anteriormente Chima), Balboa se dirigió hacia el territorio del cacique Comogre, que se extendía desde el Caribe hasta el río Bayano. A pesar de la cálida bienvenida de Comogre y su generosidad con alimentos y bebidas, Balboa le persuadió para que se bautizara como Carlos. Como gesto de agradecimiento, el cacique regaló setenta esclavos y piezas de oro valoradas en aproximadamente 4000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y distribuir el resto del botín entre sus hombres, lo que generó disputas por las piezas más valiosas.

En este contexto, Panquiaco, el hijo mayor del cacique, sugirió a los españoles buscar oro en las tierras de Pocorosa y Tubanamá, cerca del mar al sur y a tres días de marcha de las montañas del valle de Bayano. Pedro Mártir recogió un discurso elaborado de Panquiaco, aunque es improbable que haya pronunciado tales palabras, y Las Casas interpretó que se refería a la riqueza del Perú, una suposición aún más improbable.

Al regresar a Santa María, Balboa encontró a Valdivia, quien había vuelto de La Española con el nombramiento de Vasco Núñez como gobernador interino por el virrey. Balboa envió a Valdivia de nuevo a Santo Domingo para informar al virrey sobre las noticias del descubrimiento del Mar del Sur y solicitar refuerzos de mil hombres, armas y provisiones. Además, le entregó alrededor de 15.000 pesos, correspondientes al quinto real de los botines obtenidos hasta ese momento. Sin embargo, la nave de Valdivia naufragó, y el virrey Diego Colón no recibió ni las noticias ni el quinto real.

El año concluyó con el nombramiento real de Balboa el 23 de diciembre de 1511 como gobernador y capitán de la isla de Darién "entre tanto que mandamos proveer de Gobernador e Justicia de la provincia del Darién". Este nombramiento fue resultado de las gestiones de Zamudio en España, pero Balboa no lo recibiría hasta 1513, por lo que ejerció con la autoridad otorgada por Colón.

La demora de Balboa en emprender la jornada del descubrimiento de la Mar del Sur en 1511, a pesar de los informes alentadores de Panquiaco, ha desconcertado a los historiadores. Aunque parecería lógico que se lanzara a la expedición apenas recibió esa información, Balboa esperó casi dos años antes de hacerlo, a pesar de conocer la cercanía del océano Pacífico.

Durante el año 1512 y la mayor parte del siguiente, Balboa dedicó su tiempo a establecer relaciones positivas con las tribus de la región transístmica. Sorprendentemente, también llevó a cabo una expedición a la culata de Urabá, como si intuyera que allí podría existir otro camino alternativo hacia la Mar del Sur. Organizó una fuerza de ciento sesenta hombres, con Rodrigo de Colmenares como su segundo al mando, y los embarcó en un bergantín y una flotilla de canoas para explorar el golfo.

Desembarcaron en Urabá y avanzaron hacia la provincia de Ceracana, cuyo cacique era Abraibe. Allí, recolectaron otro botín de oro valorado en 6.000 pesos. Luego, remontaron el río Atrato hasta el río Sucio, al que Balboa rebautizó como Negro, alcanzando finalmente la tribu de Albanumaque. Aquí, escuchó hablar del mito del Dabaibe, donde se decía que los habitantes recolectaban pepitas de oro como si fueran naranjas y las transportaban en cestas. Sin embargo, no pudo emprender la búsqueda de este mito debido a las noticias de una sublevación indígena en el Darién, destinada a destruir Santa María.

Balboa regresó a la ciudad y logró desmantelar la conspiración tramada por los caciques Cémaco, Abraibe, Albanumaque y Abibaibe en octubre de 1512. Incluso se enfrentó a una emboscada tendida por cuarenta guerreros disfrazados de campesinos, de la cual salió ileso gracias al temor que infundió con su sola presencia. Sin embargo, la situación de la colonia era precaria, ya que los residentes llevaban dos años sin refuerzos y dependían únicamente de sus propios recursos.

Ante esta situación, los vecinos decidieron pedir ayuda y construyeron un pequeño bergantín. El veedor Juan de Quicedo, Colmenares y once tripulantes zarparon el 28 de octubre de 1512, dejando solo ciento sesenta españoles en Santa María. Quicedo y Colmenares llegaron a La Española, donde intentaron desacreditar a Balboa y luego viajaron a España en 1513, continuando con sus críticas al gobernador. Esto llevó al rey Fernando a enviar un gobernador titular y una fuerza de colonizadores al Darién.

El descontento en Santa María fue liderado por los alcaldes y regidores, incluyendo al bachiller Corral, Alonso Pérez de la Rúa, Luis de Mercado y Gonzalo de Badajoz. Estos líderes llevaron a cabo una "pesquisa secreta" con la intención de apropiarse del botín de 10.000 pesos de la Tesorería. En respuesta, Balboa encarceló a varios de ellos y los entregó a la custodia de los franciscanos. Mientras tanto, refuerzos de La Española, enviados por Colón, liderados por Sebastián Ocampo, llegaron a la región. Aunque erróneamente se afirmó que también arribó el nombramiento real de Balboa como gobernador interino, este llegó posteriormente.

Vasco Núñez envió a Colmenares como su procurador a La Española con un memorial para el Rey, fechado el 20 de enero de 1513. En este documento, Balboa criticaba a sus antecesores, Nicuesa y Ojeda, y destacaba sus propios descubrimientos, el cuidado de Santa María, el trato favorable a los indígenas, los éxitos en los botines y la vasta riqueza oculta en los ríos que conducían al otro océano. Ocampo partió con sus naves, pero su llegada a España se demoró, y al arribar, se encontraba enfermo, falleciendo en Sevilla en 1514, tras lo cual Noya asumió la defensa de Balboa.

Poco después, varias naves de La Española llegaron al Darién con víveres, correspondencia y entre 150 y 400 colonos, según diversas fuentes. La correspondencia incluía el nombramiento real de Balboa como gobernador interino otorgado por el rey en 1511 y noticias, posiblemente de Zamudio, indicando que el Rey contemplaba nombrar un gobernador en propiedad, ajeno a las facciones existentes. Fue en este momento que Balboa decidió, tal vez tardíamente, jugar la carta oculta del descubrimiento del Pacífico, viéndolo como una oportunidad para ascender de gobernador interino a propietario.

Dejando doscientos hombres en Santa María, Balboa partió hacia su descubrimiento con ciento noventa, con el objetivo de visitar Careta, Ponca y luego dirigirse a la tierra de Chima. La idea era que Chima proporcionaría las guías y porteadores necesarios para alcanzar la Mar del Sur. Zarpó del puerto de la ciudad el 1 de septiembre de 1513 con un barco pequeño y nueve canoas, navegando hacia la tierra de Chima. Al trazar su itinerario en un mapa moderno, se observa que cruzó Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa atlántica, hasta el golfo de San Miguel, en el Pacífico. En aquel momento, esto implicaba ir desde Careta en la costa atlántica, pasar por el cacicazgo de Ponca en la sierra, descender hasta la de Quareca y ascender por la sierra de este nombre hasta un punto desde el cual podría avistar el océano Pacífico. Aunque la travesía del istmo tomó veintidós días, Balboa solo caminó durante aproximadamente diez días, aunque al inicio del invierno tropical, lo que añade una incógnita más al problema de la elección de la fecha para la expedición. La columna de españoles marchaba en fila india por las trochas, seguida por porteadores y mujeres indígenas, conformando una columna que se extendía por varios kilómetros.

Por vía marítima, Balboa emprendió la breve travesía hasta Puerto Careta, donde estableció un campamento con más de la mitad de sus hombres. Partió luego con solo 92 soldados y dos sacerdotes, internándose en la selva durante dos días hasta llegar a Ponca. Tras convocar al cacique local y obtener información sobre la ruta, Balboa envió a retaguardia a algunos enfermos y continuó hacia la tierra de Quareca, cuyo cacique, Torecha, estaba enemistado con Ponca. Este tramo resultó ser el más desafiante del viaje, llevándoles cinco días debido a la abrupta topografía. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del Sabanas, llegando finalmente a Quareca el 24 de septiembre, donde se enfrentaron a los indígenas, venciéndolos fácilmente y saqueando la población. Balboa estableció otro campamento con quince hombres y prosiguió con el resto, sesenta y cinco soldados y el clérigo.

El 25 de septiembre, a las seis de la mañana, Balboa abandonó Quareca con el objetivo de ascender hasta la cima de las montañas ese mismo día, tarea que logró en unas cuatro horas. Alrededor de las diez de la mañana, los guías le indicaron el punto desde el cual podría avistar el otro océano. Decidió detener a su gente y avanzó solo, anhelando ser el primer español en divisar el Pacífico. Al coronar la montaña en minutos, quedó extasiado ante la majestuosidad del océano. El escribano de la expedición, Andrés de Valderrábano, registró en su diario: “Y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre del la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”. Llamó entonces al resto de sus hombres para que fueran testigos de la maravilla. Acto seguido, procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de Castilla: cortó ramas de árboles, amontonó piedras y grabó los nombres del rey Fernando y la reina Juana en los troncos. Los indígenas observaban asombrados la ceremonia. Balboa convocó al escribano y le instruyó para que tomara nota de todos los presentes: 67 españoles. El primero en la lista era, naturalmente, Balboa, seguido por el clérigo Andrés de Vera y el teniente de la expedición, Francisco Pizarro, quien años después exploraría el fabuloso Perú en dicho océano. A pesar de que el "martes" 25 de septiembre de 1513 coincidió en realidad con un domingo, algunos historiadores, como Rómoli, sugieren un error en la fecha registrada por el escribano (un domingo no hubiera pasado desapercibido para los clérigos), proponiendo que la verdadera fecha fue el martes 27 de septiembre. Este posible error fue perpetuado por Oviedo, quien transcribió el acta de Valderrábano, y desde entonces ha sido adoptado por la mayoría de los historiadores.

Los españoles descendieron hasta la costa y establecieron su campamento en Chape, cuyos habitantes se dispersaron al acercarse. El cacicazgo estaba en manos de una mujer, quien no se encontraba presente cuando Balboa mandó llamar a los que habían quedado en Quareca. Finalmente, el 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, Balboa organizó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a veintiséis hombres y partió con ellos hacia la orilla del mar, ataviados con sus mejores galas de combate: corazas, cascos, plumas y portando un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Llegaron a un golfo que futuramente sería llamado de San Miguel. Aunque era la hora de la víspera y la marea estaba baja, la playa parecía un inmenso fangal. Balboa, al calcular erróneamente la marea al regirse por el océano Atlántico, decidió posponer la ceremonia. Sentados en la playa, esperaron a que subiera la marea para considerar un marco más adecuado para la toma de posesión. El escribano Valderrábano registró en su diario: "Balboa llegó a la orilla al atardecer y la marea estaba bajando. Él y sus acompañantes se sentaron y esperaron a que la marea subiera, ya que en la bajamar había mucha lama y el acceso era difícil. Mientras estaban así, la marea comenzó a subir rápidamente y con gran fuerza, ante la vista de todos.".

Cuando Balboa consideró que la marea era la adecuada, se puso la coraza y el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desenvainada en la izquierda avanzó hacia el agua. Con las rodillas sumergidas, Balboa paseó de un lado a otro exclamando: "Vivan los muy altos y poderosos señores reyes don Fernando y doña Juana, Reyes de Castilla y de León, y de Aragón, etc., en cuyo nombre y en nombre de la corona real de Castilla, tomo y asumo la posesión real, corporal y actual de estas mares, tierras, costas, puertos e islas del sur". Después desafió a cualquiera que se opusiera, pero ningún eco respondió. Dirigiéndose a los presentes, Balboa preguntó si estaban dispuestos a defender con sus vidas la posesión por los reyes de Castilla, a lo que todos afirmaron con determinación. Acto seguido, ordenó al escribano dar fe del acto y registrar los nombres de todos los presentes. Valderrábano anotó veintiséis nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Al probar el agua, los testigos confirmaron que era salada, similar a la del otro océano. Balboa, para finalizar la ceremonia, realizó algunos cortes simbólicos con su espada en las aguas y regresó a la playa, donde, con un puñal, hizo tres cruces en los árboles en nombre de la Santísima Trinidad. Los demás participantes siguieron su ejemplo cortando ramas y marcando cruces, completando así todo el formalismo de la toma de posesión.

Al caer la tarde, regresaron a Chape, donde el hermano de la cacica les obsequió oro y perlas. Balboa, deseoso de encontrar perlas por sí mismo, exploró los alrededores. Embarcó a sesenta hombres en piraguas y navegó por un brazo del río Congo hasta Cuquera, donde obtuvo otra buena cantidad de perlas y oro. Regresó a Chape y solicitó más canoas. El 17 de octubre, se embarcó con sus hombres, decidido a llegar a las islas de las perlas. Al día siguiente, llegaron a las tierras del cacique Tumaca, unas veinte millas al norte del golfo de San Miguel, que Balboa bautizó como "golfo de San Lucas" aunque los indios lo conocían como Chitarraga.

El cacique Tumaca informó a Balboa que las perlas estaban en las islas visibles a lo lejos. Balboa intentó conseguir una gran canoa para llegar a ellas, pero no pudieron prepararla hasta el 29 de octubre, cuando se adentraron con ella en el mar acompañados de veintitrés españoles. Debido al mar grueso, solo pudieron llegar hasta la desembocadura del río Chiman, donde solo pudieron vislumbrar la silueta de la isla de Terarequí, ubicada a unas veinte millas de distancia. Balboa la bautizó como "Isla Rica". Valderrábano levantó nuevamente un acta con el testimonio de los veintitrés tripulantes de la canoa. Luego se dirigieron al lugar donde los indios pescaban las perlas. Buzos indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles, ansiosos por encontrar perlas, las abrieron con avidez, pero para su sorpresa, no encontraron ninguna y observaron cómo los indios consumían su contenido.

Tras esta experiencia, volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el regreso a Santa María. Habían pasado casi un mes explorando la costa del Pacífico.

Regresaron por una ruta diferente con la intención de descubrir nuevas tierras y obtener más botines. Desviándose para llegar del río Maje al Bayano, exploraron los cacicazgos de Thevaca, Pacra y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de diciembre y realizaron una incursión en la provincia del cacique Tamaname, donde se sospechaba la presencia de minas de oro. Sin embargo, esta expedición resultó infructuosa y regresaron a Pocorosa. Exhaustos y con Balboa enfermo de fiebres, posiblemente paludismo, se vieron obligados a transportarlo en una hamaca.

Desde Pocorosa, continuaron hacia Comogre el 1 de enero de 1514 (tras la muerte del viejo cacique, le sucedió Ponquiaco), luego a Ponca y Careta. En el puerto de Careta, embarcaron en el mismo bergantín que los trajo, navegando hasta Santa María y atracando en su puerto el 19 de enero de 1514. El balance de la expedición fue extraordinario: habían descubierto la Mar del Sur y recolectado un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, sin perder a ningún hombre.

En Santa María, Balboa recibió noticias alarmantes de La Española a través del comerciante Pedro de Arbolancha: la nave de Valdivia que llevaba el quinto real se había naufragado, y los procuradores, junto con Enciso, habían presentado informes en su contra. Como consecuencia, el Rey nombró un nuevo gobernador para el Darién, rebautizado como "Castilla del Oro": Pedro Arias de Ávila, quien estaba a punto de llegar con una gran flota y dos mil colonos. Con la urgencia de comunicar al Rey sobre su descubrimiento, Balboa preparó una relación detallada y un mapa de la Mar del Sur. Adjuntó estos documentos al nuevo quinto real, junto con una solicitud para ser nombrado gobernador de la Mar del Sur, y una relación de los servicios prestados según los vecinos de Santa María. Envió este paquete a La Española con Arbolancha, pero sus enemigos lograron hacer desaparecer los documentos. Mientras esperaba la llegada de Pedrarias, envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para explorar otra posible vía hacia el Pacífico: desde Bea hasta las fuentes del río Arquiati, que confluye con los ríos Payá y Tuira en el golfo de San Miguel. Este camino fue conocido como 'del Suegro', ya que el cacique de Tamahe casó a su hija con Garavito.

Pedrarias llegó al puerto de Santa María el 26 de junio de 1514, desembarcando con una flota de diecisiete buques y alrededor de dos mil colonos, artesanos y funcionarios, incluido el obispo. Tan pronto como llegó, envió una notificación a Balboa informándole de su presencia y se dirigió hacia la ciudad. En ese momento, Balboa estaba ocupado reparando el tejado de una casa y, al enterarse de la llegada de Pedrarias, salió a su encuentro de inmediato con la modesta vestimenta de trabajo que llevaba puesta: una vieja camisa y unos calzones de algodón. El encuentro entre ambos en medio del camino entre la ciudad y el puerto resultó bastante peculiar. Mientras Pedrarias lucía una armadura completa y cabalgaba en un caballo adornado, rodeado por su séquito, Balboa, en contraste, llevaba una vestimenta sencilla.

Pedrarias, acompañado de su esposa, parientes, criados y toda una comitiva de funcionarios eclesiásticos y civiles, se encontró con Balboa, quien le dio la bienvenida y le entregó sus credenciales. Balboa, siguiendo el protocolo, besó los documentos y los colocó sobre su cabeza. Tras las formalidades, ambas partes regresaron a la ciudad. La impresión de Pedrarias al ver Santa María fue de asombro, ya que consistía en unas doscientas casas rudimentarias de tablas y paja, habitadas por quinientos españoles y mil quinientos indígenas. La colonia no tenía la infraestructura necesaria para albergar a la numerosa población que lo acompañaba.

Pedrarias solicitó a Balboa un informe detallado sobre la colonia, que incluyera fuentes de aprovisionamiento, tribus aliadas y detalles sobre el camino hacia la Mar del Sur. Aunque Balboa entregó la información de manera puntual, estos documentos se han perdido con el tiempo. El nuevo gobernador, Pedrarias, ordenó al licenciado Espinosa iniciar un juicio de residencia contra Balboa, lo cual era común en esa época. Además, inició por su cuenta una investigación secreta sobre las acciones de su predecesor, algo poco convencional. La intervención del obispo llevó a que la investigación secreta quedara en suspenso.

Dado que Santa María no tenía la capacidad para albergar a una población de dos mil quinientos españoles, Pedrarias tomó medidas drásticas. Ordenó una serie de campañas contra los territorios indígenas, con cinco expediciones destinadas a descubrir minas de oro, pero en realidad, buscando reducir la población en la ciudad. Estas expediciones resultaron en un botín de 30.000 pesos, pero también destruyeron el trabajo pacificador de Balboa y generaron hostilidad entre los indígenas y los españoles.

El 20 de marzo de 1515, Vasco Núñez recibió en Santa María la confirmación oficial de su nombramiento como adelantado de la Mar del Sur, título que le había sido conferido mediante cédula real el 23 de septiembre de 1514. Además, fue designado gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, aunque con la condición de estar subordinado a Pedrarias. Este último intentó retener la cédula, pero encontró resistencia por parte del obispo y otros funcionarios. Finalmente, se vio obligado a entregarla, aunque no sin cierto desagrado. No obstante, Pedrarias impuso una restricción a Balboa, prohibiéndole reclutar hombres para sus expediciones de exploración, argumentando la necesidad de contar con todos los recursos humanos disponibles en Castilla del Oro.

Ante esta limitación, Balboa decidió enviar a Garavito a la isla La Española con la misión de reclutar personal. Su plan era ambicioso: fundar asentamientos en ambas costas de los dos océanos, ya sea en el eje Careta-golfo de San Miguel o en la futura ubicación de Nombre de Dios-Panamá. Además, tenía la intención de construir embarcaciones capaces de navegar entre doscientas y trescientas leguas por la Mar del Sur, con el propósito de descubrir las codiciadas islas de la Especiería. En caso de no encontrarlas, contemplaba dirigirse hacia el sur en busca de un posible paso interoceánico en América, un tema de gran interés para el Rey en ese momento. Lamentablemente, estos ambiciosos proyectos quedaron truncados y Balboa no pudo llevarlos a cabo.

Pedrarias emprendió un viaje hacia Careta, pero se vio obligado a regresar rápidamente a Santa María debido a un repentino ataque de cólico hepático. Al retornar, se encontró con sesenta soldados provenientes de Cuba, quienes habían acudido en respuesta a la solicitud de Balboa. Acusó a Balboa de conspiración y de un intento de rebelión fracasado, confinándolo en una jaula en el patio de su casa. La reclusión de Balboa duró dos meses hasta que un día, Pedrarias decidió abrir la jaula, ofreció disculpas y le concedió la mano de su hija María. Sin dudarlo, Balboa aceptó la propuesta matrimonial, causando gran descontento en su amante Anayansi.

La reconciliación entre Pedrarias y Balboa se selló con ciertos compromisos, entre ellos la construcción de una población en Careta, que luego sería conocida como Acla. Se acordó además que Balboa no emplearía más de ochenta hombres en sus empresas y debía concluirlas en un plazo máximo de año y medio.

Balboa fundó Acla a finales de 1516 y estableció la Compañía de la Mar del Sur, financiada por accionistas de Santa María. Posteriormente, inició la construcción de varias piezas para ensamblar bergantines que planeaba lanzar al Pacífico. En 1517, envió a Francisco de Compañón a la costa del Pacífico para seleccionar el lugar idóneo para el astillero. A pesar de enfrentarse a desafíos, como la creencia errónea de que la madera del lugar no era adecuada, Balboa continuó con su proyecto. En agosto de 1517, comenzó el traslado de las piezas de los bergantines y demás materiales al astillero, ubicado cerca del río de las Balsas, posiblemente el Chucunaque, cerca de la actual Yavisa.

Sin embargo, un revés inesperado ocurrió cuando una riada del Chucunaque arrastró el astillero al mar justo antes de la botadura. A pesar de este contratiempo, Balboa, decidido, convocó al Consejo de la Compañía y se acordó continuar con el proyecto. A pesar de las dificultades, reflotó los bergantines, tapó las vías de agua y se embarcó hacia una de las islas de las Perlas. En su travesía, llegó a Puerto Peñas (más tarde bautizado por Pizarro como Puerto Piñas), enfrentándose a nuevos desafíos como ballenas que confundió con arrecifes.

Después de regresar a Cochama y al golfo de San Miguel, Balboa construyó dos nuevas naves y exploró la ruta al Perú, llegando a un puerto que llamó Puerto Peñas (confundiéndolo con arrecifes, eran ballenas) y que Pizarro posteriormente nombró Puerto Piñas (actual Jaqué). Luego, envió a Valderrábano a Santa María para solicitar una prórroga a Pedrarias, pero en lugar de ello, recibió la noticia de que el Rey había designado a un nuevo gobernador llamado Lope de Sosa, quien estaba por llegar. Fue en este contexto que surgió la "traición" de Balboa, un giro fatal que le costaría la vida.

El motivo exacto de la "traición" de Balboa ha sido objeto de debate y falta de claridad. Según la versión de Fernández de Oviedo, quien tuvo acceso al expediente, el supuesto delito de Balboa radicó en su temor ante la llegada del nuevo gobernador, Lope de Sosa, a quien creía que le prohibiría realizar exploraciones en la Mar del Sur. Anticipándose a esta posible prohibición, Balboa tomó la decisión de fundar una población en la costa del Pacífico, específicamente en Chepavare, en el camino de Chepo a Panamá. Desde allí, planeaba emprender una expedición hacia el sur, guiado por la creencia de que en esa dirección encontraría riquezas, especialmente en el territorio peruano.

Balboa, al parecer, pensaba que, con la continuación de Pedrarias como gobernador, podría llevar a cabo sus planes de navegación, una suposición que resultó ser un error. Envió a Santa María a sus leales Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello, con la intención de obtener información sobre la llegada de Sosa. Sin embargo, Botello fue detenido por un centinela y, bajo presión, confesó el plan ante Francisco Benítez, un enemigo de Balboa, quien informó de inmediato a Pedrarias. Cuando los demás compañeros llegaron a Santa María, fueron detenidos.

Pedrarias instruyó al tesorero Puente para que presentara cargos formales contra Balboa. Luego, se trasladó a Acla, desde donde envió a Balboa una carta aparentemente amistosa, solicitándole que se presentara en dicha población para discutir los asuntos relacionados con la expedición que Balboa deseaba realizar. Sin sospechas, Balboa ingresó a Acla, donde fue arrestado y acusado de traición. Fue mantenido bajo arresto en la casa de Juan de Castañeda, y Pedrarias lo visitó inicialmente asegurándole que no debía preocuparse, ya que las acusaciones eran probablemente infundadas. En una segunda visita, Pedrarias cambió de tono, acusándolo de traición al Rey y a él mismo, ordenando su custodia y trasladándolo a la cárcel común.

Durante el proceso legal, los testimonios provinieron de los enemigos de Balboa, incluido su amigo Garavito, quien, motivado por su rechazo amoroso por Anayansi, colaboró con las acusaciones. Pedrarias agregó al expediente sus propias investigaciones secretas y numerosas acusaciones, que incluían proporcionar información falsa sobre los indígenas para sabotear sus expediciones, maltratar a los indígenas en contra de sus instrucciones, actuar de manera malintencionada contra Ojeda y Nicuesa, y principalmente, conspirar para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias rechazó la apelación y condenó a Balboa a la pena de muerte.

Un cadalso fue erigido en la plaza mayor de Acla, donde se llevó a cabo la ejecución de la sentencia en una fecha indeterminada entre la semana del 13 al 21 de enero de 1519. Balboa, junto con Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano, fue ajusticiado. Antes de que les cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y proclamó a los presentes que todas las acusaciones eran falsas, asegurando que nunca había traicionado al Rey. Las cabezas de los condenados rodaron sobre una antigua artesa. Fernández de Oviedo, testigo presencial, relató que Pedrarias, ubicado a pocos pasos, observaba la ejecución por entre las cañas de la pared de una casa o bohío.

Desafortunadamente, no existen obras ni colecciones de los documentos que Balboa haya producido, a excepción de los publicados por Altolaguirre como apéndice en su reconocida biografía del personaje, muchos de los cuales se basan en testimonios recopilados por Fernández de Oviedo. A pesar de que el padre Las Casas buscó información sobre Balboa para abordar su figura, no pudo aportar documentación. Anglería, por su parte, se limitó a recopilar datos sobre el descubrimiento del Mar del Sur, sin proporcionar detalles adicionales. De estos tres cronistas, el más valioso resulta ser Fernández de Oviedo, quien convivió once meses en el Darién con Balboa, aunque fue un historiador con una postura crítica hacia Pedrarias Dávila, con quien tuvo desacuerdos. Las acciones de Balboa hacia los indígenas, como el uso de perros para atacar y la ejecución (quema) de personas por su orientación sexual, no fueron pasadas por alto por Las Casas. Este último estaba particularmente consternado por estas prácticas. Además, otro cronista relevante, Andagoya, aunque proporcionó información histórica, la manipuló para glorificar su papel como precursor del descubrimiento del Perú.

Fin

Compilado por Lorenzo Basurto Rodríguez

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