Vasco Núñez de Balboa
Vasco Núñez de Balboa, nacido alrededor de 1475 en Jerez de los Caballeros (Badajoz), y fallecido en Acla (Panamá) entre el 13 y el 19 de enero de 1519, destacó como conquistador y descubridor del océano Pacífico.
Como
fundador y alcalde, desempeñó un papel crucial en la creación de Santa María la
Antigua del Darién, la primera ciudad española en la América continental, así
como en la fundación de Acla. Además, se destacó como conquistador en una
extensa porción de la región transístmica americana. Fue investido con los
títulos de adelantado de la Mar del Sur y gobernador de las provincias de
Panamá y Coiba.
Nacido
en una familia de posición, siendo su padre Nuño Arias de Balboa, descrito como
"hidalgo y de sangre limpia", y su madre una señora de Badajoz cuyo
nombre no se ha conservado. Nuño de Balboa tuvo varios hermanos, entre ellos
Gonzalo y Juan, y posiblemente otros dos llamados Vasco y Alvar.
Su
educación se llevó a cabo en la casa de Pedro Puertocarrero, señor de Moguer,
donde recibió instrucción en letras, modales y habilidades militares. Su
entrada en escena coincidió con el auge de Moguer en la empresa colombina. A
finales del siglo, se trasladó a Sevilla y en el año 1500 se unió como escudero
a la expedición liderada por el escribano público de Triana, Rodrigo de
Bastidas, y el cartógrafo Juan de la Cosa. Se destacó como espadachín y fue
descrito por Las Casas como un hombre alto, con un cuerpo bien proporcionado y
fuerte, mostrando un gesto distinguido, gran entendimiento y capacidad para
soportar grandes esfuerzos.
La
expedición, compuesta por una nao, una carabela y un bergantín, zarpó de Cádiz
alrededor de marzo de 1501. Tras llegar a Coquibacoa o la Guajira, navegó hacia
el oeste durante cinco meses, explorando la actual costa atlántica colombiana,
incluyendo lugares como Santa Marta, las bocas del Magdalena y Cartagena.
Luego, continuó explorando la costa atlántica panameña desde Urabá hasta un
punto desconocido, posiblemente el Retrete, ubicado aproximadamente a 150
millas del Darién. Sin embargo, el estado deteriorado de las embarcaciones
debido a la corrosión causada por la broma, un molusco que perforaba las
cuadernas de roble de las quillas, obligó a detener la expedición ante el
riesgo de hundimiento.
Juan
de la Cosa logró llevar las naves hasta Jamaica y luego a la isla La Española,
donde intentaron infructuosamente repararlas. Finalmente, las naves se
hundieron cerca de Puerto Príncipe en febrero de 1502. Los miembros de la
expedición llegaron a pie a Santo Domingo en tres grupos separados. Rodrigo de
Bastidas fue procesado y tuvo que regresar a España, mientras que Balboa
permaneció en la isla de Santo Domingo.
Participó
en la conquista ovandina y recibió un reparto de tierras en Salvatierra de la
Sabana, una población que ayudó a fundar. Sin embargo, su negocio de cría de
cerdos fracasó, dejándolo endeudado. En 1509, se encontraba en Santo Domingo
buscando una salida de la isla. Aunque intentó unirse a la expedición de Ojeda
al Darién, sus acreedores le impidieron hacerlo. Finalmente, se unió a la
expedición del bachiller Martín Fernández de Enciso en septiembre de 1510 como
polizón, llevando consigo a su perro Leoncico escondido en una vela o dentro de
un tonel.
Descubierto
en alta mar, Balboa estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por
Enciso, quien era uno de sus acreedores. Sin embargo, tras los ruegos de la
tripulación, Enciso decidió dejarlo a bordo. La flotilla continuó su rumbo
hacia Urabá y, frente a Cartagena, encontraron los restos de la expedición de
Ojeda liderada por Francisco Pizarro. Se supo entonces que el intento de poblar
San Sebastián en el golfo de Urabá había fracasado debido a la insalubridad del
lugar y la presencia de indígenas que utilizaban flechas envenenadas. Ojeda,
herido, había dejado a Pizarro al mando y autorizado para tomar decisiones si
no regresaba en un plazo de cincuenta días. Los españoles cumplieron con el
plazo, embarcándose en las naves que encontró Enciso.
Enciso
dirigió la nave hacia San Sebastián, pero al llegar, la nao naufragó,
confirmando los informes sobre la inhospitalidad del lugar. Además, los
indígenas habían incendiado las treinta chozas construidas por los españoles.
Ante esta situación, Enciso convocó una junta para decidir si debían regresar a
La Española o buscar otro sitio para establecer una colonia, lo cual se
presentaba como un desafío considerable.
Durante
las deliberaciones, Vasco Núñez tomó la palabra, recordando su experiencia
previa en la región al lado de Rodrigo de Bastidas. Según el relato de Las
Casas, expresó algo similar a lo siguiente: "Recuerdo que, en años
anteriores, mientras explorábamos esta costa con Rodrigo de Bastidas, entramos
en este golfo. En la parte occidental, a mano derecha, según recuerdo,
desembarcamos y vimos un pueblo al otro lado de un gran río. Tenía tierra
fértil y abundante en alimentos, y la gente de allí no envenenaba sus flechas
con hierba (veneno)". Esta sugerencia fue acogida como providencial por
todos, incluido Enciso.
Dejaron
a 65 hombres en San Sebastián y el resto continuó hasta el lugar indicado por
Balboa, que resultó ser un río en el Darién. Este territorio pertenecía al
cacique Cémaco, cuyos guerreros fueron fácilmente derrotados por Enciso, quien
les hizo frente después de encomendarse a la Virgen de Nuestra Señora del
Antigua (aunque Las Casas brindó una versión más idealizada del encuentro con
los nativos). Tras la victoria, los conquistadores tomaron control de la
población, aplicando la ley de 1254 al quemar a los homosexuales (práctica
común en el istmo) y recolectaron un modesto botín de oro. Luego, trajeron a
aquellos que habían quedado en San Sebastián y establecieron una población
llamada La Guardia en noviembre de 1510. Aunque no hubo una fundación formal,
Oviedo afirmó que unos meses después, Balboa decidió bautizarla como Santa
María de la Antigua del Darién. Este asentamiento se convirtió en la primera
capital española en la América continental y su ubicación ha sido objeto de
debate, aunque se cree que estaba cerca de un buen puerto en un afluente del
río Tanela, posiblemente Puerto Escondido.
Enciso
asumió provisionalmente el mando, pero rápidamente surgió conflicto con sus
hombres al prohibirles comerciar con oro bajo amenaza de muerte. Además, se
negó a distribuir el botín de oro obtenido de los nativos, argumentando que
esta responsabilidad recaía en el gobernador Ojeda. Balboa aprovechó la
oportunidad para socavar su autoridad, abogando por la creación de un Cabildo
para gobernar la ciudad.
En
una reunión de conquistadores, Vasco Núñez y Benito Palazuelos (más tarde
sustituido por Zamudio) fueron elegidos alcaldes. El tesorero fue el médico
doctor Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez,
Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia. El Cabildo asumió el
control de las embarcaciones y comenzó a actuar como la máxima autoridad local.
Enciso protestó, argumentando que representaba al gobernador Ojeda, siendo su
alcalde mayor, pero no pudo presentar su nombramiento debido a que se había perdido
en el naufragio de la nao, según afirmó. Los miembros del Cabildo no le
prestaron atención.
En
la segunda quincena de 1510, Rodrigo de Colmenares llegó a Santa María con dos
naves y refuerzos destinados a Diego de Nicuesa, su superior, a quien debía encontrar
al oeste del golfo de Urabá. Al no obtener información sobre Nicuesa en la
ciudad, Colmenares la abandonó y siguió la costa panameña en busca de su
gobernador. Lo localizó más allá de Nombre de Dios, donde Nicuesa había sufrido
un revés en su intento de colonización, quedándole apenas treinta hombres. Al
enterarse de la existencia de Santa María, decidió reclamarla como parte de su
jurisdicción, ya que se encontraba más allá del golfo de Urabá, previamente
acordado con Ojeda que se dividiría equitativamente entre sus dos
gobernaciones.
Sin
embargo, la noticia de los desastres de Nicuesa llegó antes que él, y el
Cabildo de Santa María se comprometió a no recibirlo como gobernador. A su
llegada, se le instó primero a no desembarcar y, posteriormente, a retirarse.
Tras varios incidentes, el 1 de marzo de 1511, Nicuesa fue obligado a volver a
embarcarse. Con la intención de reclamar sus derechos, se dirigió a La
Española, pero lamentablemente, falleció en el naufragio de su nave en alta
mar. Fernández de Oviedo atribuyó estos eventos a las maniobras de Balboa,
mientras que Pedro Mártir culpó tanto a Enciso como a Balboa.
Posteriormente,
Enciso exigió dos tercios del botín (descontando el quinto) argumentando su
contribución con los barcos y su presunto título. Sus demandas fueron
rechazadas, y, por el contrario, se le acusó de usurpación de autoridad y
tentativa de apropiación indebida. Aunque fue liberado, decidió viajar a España
para hacer valer sus derechos, embarcándose en la carabela de Colmenares el 4
de abril de 1511. En este viaje lo acompañaron el alcalde Zamudio y el
corregidor Juan de Valdivieso, quienes Balboa envió a Santo Domingo en busca de
apoyo y favores. Como resultado de estos esfuerzos, el virrey Diego Colón
reconoció a Vasco Núñez como gobernador interino del Darién, desestimando los
derechos de Enciso. El Rey también respaldó esta decisión mediante una Cédula
emitida el 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar un gobernador en
propiedad.
Vasco
Núñez de Balboa emergió como la única autoridad en el Darién a partir del 4 de
abril de 1511, fecha en la que Enciso abandonó la región y un mes después de la
partida de Nicuesa. Su liderazgo se extendió por tres años, durante los cuales
llevó a cabo conquistas significativas y exploró las tierras que conducirían al
descubrimiento del océano Pacífico.
En
mayo, Balboa se dirigió al cacicazgo de Careta para solicitar provisiones a su
líder, Chima. Ante la negativa de Chima de proporcionar los suministros, Balboa
decidió apresarlo. Tras una serie de negociaciones, acordaron un pacto en el
cual Chima se comprometió a entregar anualmente alimentos y algo de oro, a
cambio de la ayuda de Balboa en la guerra contra el cacique Ponca. Este acuerdo
se consolidó con la entrega de varias mujeres, incluida Anayansi, la hija de
Chima, quien a la edad de trece años se convirtió en la amante y esposa de
Balboa. Como muestra de su aceptación y compromiso, Chima accedió a ser
bautizado con el nombre de Fernando, en honor al Rey.
Balboa
ordenó la recopilación de los habitantes que quedaban en Veragua,
pertenecientes a la expedición de Nicuesa, y los trasladó a Santa María. En
agosto de 1511, emprendió la organización de la ciudad, asignando solares a los
residentes, trazando calles, construyendo viviendas y delimitando áreas para
sembrar maíz. Para cumplir su compromiso con Careta, lideró un ataque contra el
cacique Ponca, pero al no encontrar a los nativos, optó por saquear su
territorio.
A
solicitud de Fernando (anteriormente Chima), Balboa se dirigió hacia el territorio
del cacique Comogre, que se extendía desde el Caribe hasta el río Bayano. A
pesar de la cálida bienvenida de Comogre y su generosidad con alimentos y
bebidas, Balboa le persuadió para que se bautizara como Carlos. Como gesto de
agradecimiento, el cacique regaló setenta esclavos y piezas de oro valoradas en
aproximadamente 4000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y distribuir
el resto del botín entre sus hombres, lo que generó disputas por las piezas más
valiosas.
En
este contexto, Panquiaco, el hijo mayor del cacique, sugirió a los españoles
buscar oro en las tierras de Pocorosa y Tubanamá, cerca del mar al sur y a tres
días de marcha de las montañas del valle de Bayano. Pedro Mártir recogió un
discurso elaborado de Panquiaco, aunque es improbable que haya pronunciado
tales palabras, y Las Casas interpretó que se refería a la riqueza del Perú,
una suposición aún más improbable.
Al
regresar a Santa María, Balboa encontró a Valdivia, quien había vuelto de La
Española con el nombramiento de Vasco Núñez como gobernador interino por el
virrey. Balboa envió a Valdivia de nuevo a Santo Domingo para informar al
virrey sobre las noticias del descubrimiento del Mar del Sur y solicitar
refuerzos de mil hombres, armas y provisiones. Además, le entregó alrededor de
15.000 pesos, correspondientes al quinto real de los botines obtenidos hasta
ese momento. Sin embargo, la nave de Valdivia naufragó, y el virrey Diego Colón
no recibió ni las noticias ni el quinto real.
El
año concluyó con el nombramiento real de Balboa el 23 de diciembre de 1511 como
gobernador y capitán de la isla de Darién "entre tanto que mandamos
proveer de Gobernador e Justicia de la provincia del Darién". Este
nombramiento fue resultado de las gestiones de Zamudio en España, pero Balboa
no lo recibiría hasta 1513, por lo que ejerció con la autoridad otorgada por
Colón.
La
demora de Balboa en emprender la jornada del descubrimiento de la Mar del Sur
en 1511, a pesar de los informes alentadores de Panquiaco, ha desconcertado a
los historiadores. Aunque parecería lógico que se lanzara a la expedición
apenas recibió esa información, Balboa esperó casi dos años antes de hacerlo, a
pesar de conocer la cercanía del océano Pacífico.
Durante
el año 1512 y la mayor parte del siguiente, Balboa dedicó su tiempo a
establecer relaciones positivas con las tribus de la región transístmica.
Sorprendentemente, también llevó a cabo una expedición a la culata de Urabá,
como si intuyera que allí podría existir otro camino alternativo hacia la Mar
del Sur. Organizó una fuerza de ciento sesenta hombres, con Rodrigo de
Colmenares como su segundo al mando, y los embarcó en un bergantín y una
flotilla de canoas para explorar el golfo.
Desembarcaron
en Urabá y avanzaron hacia la provincia de Ceracana, cuyo cacique era Abraibe.
Allí, recolectaron otro botín de oro valorado en 6.000 pesos. Luego, remontaron
el río Atrato hasta el río Sucio, al que Balboa rebautizó como Negro,
alcanzando finalmente la tribu de Albanumaque. Aquí, escuchó hablar del mito
del Dabaibe, donde se decía que los habitantes recolectaban pepitas de oro como
si fueran naranjas y las transportaban en cestas. Sin embargo, no pudo
emprender la búsqueda de este mito debido a las noticias de una sublevación
indígena en el Darién, destinada a destruir Santa María.
Balboa
regresó a la ciudad y logró desmantelar la conspiración tramada por los
caciques Cémaco, Abraibe, Albanumaque y Abibaibe en octubre de 1512. Incluso se
enfrentó a una emboscada tendida por cuarenta guerreros disfrazados de
campesinos, de la cual salió ileso gracias al temor que infundió con su sola
presencia. Sin embargo, la situación de la colonia era precaria, ya que los
residentes llevaban dos años sin refuerzos y dependían únicamente de sus
propios recursos.
Ante
esta situación, los vecinos decidieron pedir ayuda y construyeron un pequeño
bergantín. El veedor Juan de Quicedo, Colmenares y once tripulantes zarparon el
28 de octubre de 1512, dejando solo ciento sesenta españoles en Santa María.
Quicedo y Colmenares llegaron a La Española, donde intentaron desacreditar a
Balboa y luego viajaron a España en 1513, continuando con sus críticas al
gobernador. Esto llevó al rey Fernando a enviar un gobernador titular y una
fuerza de colonizadores al Darién.
El
descontento en Santa María fue liderado por los alcaldes y regidores,
incluyendo al bachiller Corral, Alonso Pérez de la Rúa, Luis de Mercado y
Gonzalo de Badajoz. Estos líderes llevaron a cabo una "pesquisa
secreta" con la intención de apropiarse del botín de 10.000 pesos de la Tesorería.
En respuesta, Balboa encarceló a varios de ellos y los entregó a la custodia de
los franciscanos. Mientras tanto, refuerzos de La Española, enviados por Colón,
liderados por Sebastián Ocampo, llegaron a la región. Aunque erróneamente se
afirmó que también arribó el nombramiento real de Balboa como gobernador
interino, este llegó posteriormente.
Vasco
Núñez envió a Colmenares como su procurador a La Española con un memorial para
el Rey, fechado el 20 de enero de 1513. En este documento, Balboa criticaba a
sus antecesores, Nicuesa y Ojeda, y destacaba sus propios descubrimientos, el
cuidado de Santa María, el trato favorable a los indígenas, los éxitos en los
botines y la vasta riqueza oculta en los ríos que conducían al otro océano.
Ocampo partió con sus naves, pero su llegada a España se demoró, y al arribar,
se encontraba enfermo, falleciendo en Sevilla en 1514, tras lo cual Noya asumió
la defensa de Balboa.
Poco
después, varias naves de La Española llegaron al Darién con víveres,
correspondencia y entre 150 y 400 colonos, según diversas fuentes. La
correspondencia incluía el nombramiento real de Balboa como gobernador interino
otorgado por el rey en 1511 y noticias, posiblemente de Zamudio, indicando que
el Rey contemplaba nombrar un gobernador en propiedad, ajeno a las facciones
existentes. Fue en este momento que Balboa decidió, tal vez tardíamente, jugar
la carta oculta del descubrimiento del Pacífico, viéndolo como una oportunidad
para ascender de gobernador interino a propietario.
Dejando
doscientos hombres en Santa María, Balboa partió hacia su descubrimiento con
ciento noventa, con el objetivo de visitar Careta, Ponca y luego dirigirse a la
tierra de Chima. La idea era que Chima proporcionaría las guías y porteadores
necesarios para alcanzar la Mar del Sur. Zarpó del puerto de la ciudad el 1 de
septiembre de 1513 con un barco pequeño y nueve canoas, navegando hacia la
tierra de Chima. Al trazar su itinerario en un mapa moderno, se observa que
cruzó Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa atlántica, hasta el golfo de San
Miguel, en el Pacífico. En aquel momento, esto implicaba ir desde Careta en la
costa atlántica, pasar por el cacicazgo de Ponca en la sierra, descender hasta
la de Quareca y ascender por la sierra de este nombre hasta un punto desde el
cual podría avistar el océano Pacífico. Aunque la travesía del istmo tomó
veintidós días, Balboa solo caminó durante aproximadamente diez días, aunque al
inicio del invierno tropical, lo que añade una incógnita más al problema de la
elección de la fecha para la expedición. La columna de españoles marchaba en
fila india por las trochas, seguida por porteadores y mujeres indígenas,
conformando una columna que se extendía por varios kilómetros.
Por
vía marítima, Balboa emprendió la breve travesía hasta Puerto Careta, donde
estableció un campamento con más de la mitad de sus hombres. Partió luego con
solo 92 soldados y dos sacerdotes, internándose en la selva durante dos días
hasta llegar a Ponca. Tras convocar al cacique local y obtener información
sobre la ruta, Balboa envió a retaguardia a algunos enfermos y continuó hacia
la tierra de Quareca, cuyo cacique, Torecha, estaba enemistado con Ponca. Este
tramo resultó ser el más desafiante del viaje, llevándoles cinco días debido a
la abrupta topografía. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del
Sabanas, llegando finalmente a Quareca el 24 de septiembre, donde se
enfrentaron a los indígenas, venciéndolos fácilmente y saqueando la población.
Balboa estableció otro campamento con quince hombres y prosiguió con el resto,
sesenta y cinco soldados y el clérigo.
El
25 de septiembre, a las seis de la mañana, Balboa abandonó Quareca con el
objetivo de ascender hasta la cima de las montañas ese mismo día, tarea que
logró en unas cuatro horas. Alrededor de las diez de la mañana, los guías le
indicaron el punto desde el cual podría avistar el otro océano. Decidió detener
a su gente y avanzó solo, anhelando ser el primer español en divisar el
Pacífico. Al coronar la montaña en minutos, quedó extasiado ante la majestuosidad
del océano. El escribano de la expedición, Andrés de Valderrábano, registró en
su diario: “Y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y
trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera
de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre del
la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”.
Llamó entonces al resto de sus hombres para que fueran testigos de la
maravilla. Acto seguido, procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de
Castilla: cortó ramas de árboles, amontonó piedras y grabó los nombres del rey
Fernando y la reina Juana en los troncos. Los indígenas observaban asombrados
la ceremonia. Balboa convocó al escribano y le instruyó para que tomara nota de
todos los presentes: 67 españoles. El primero en la lista era, naturalmente,
Balboa, seguido por el clérigo Andrés de Vera y el teniente de la expedición,
Francisco Pizarro, quien años después exploraría el fabuloso Perú en dicho
océano. A pesar de que el "martes" 25 de septiembre de 1513 coincidió
en realidad con un domingo, algunos historiadores, como Rómoli, sugieren un
error en la fecha registrada por el escribano (un domingo no hubiera pasado
desapercibido para los clérigos), proponiendo que la verdadera fecha fue el
martes 27 de septiembre. Este posible error fue perpetuado por Oviedo, quien
transcribió el acta de Valderrábano, y desde entonces ha sido adoptado por la
mayoría de los historiadores.
Los
españoles descendieron hasta la costa y establecieron su campamento en Chape,
cuyos habitantes se dispersaron al acercarse. El cacicazgo estaba en manos de
una mujer, quien no se encontraba presente cuando Balboa mandó llamar a los que
habían quedado en Quareca. Finalmente, el 29 de septiembre, día de San Miguel
Arcángel, Balboa organizó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a
veintiséis hombres y partió con ellos hacia la orilla del mar, ataviados con
sus mejores galas de combate: corazas, cascos, plumas y portando un estandarte
con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Llegaron a un golfo que
futuramente sería llamado de San Miguel. Aunque era la hora de la víspera y la
marea estaba baja, la playa parecía un inmenso fangal. Balboa, al calcular
erróneamente la marea al regirse por el océano Atlántico, decidió posponer la
ceremonia. Sentados en la playa, esperaron a que subiera la marea para
considerar un marco más adecuado para la toma de posesión. El escribano
Valderrábano registró en su diario: "Balboa llegó a la orilla al atardecer
y la marea estaba bajando. Él y sus acompañantes se sentaron y esperaron a que
la marea subiera, ya que en la bajamar había mucha lama y el acceso era
difícil. Mientras estaban así, la marea comenzó a subir rápidamente y con gran
fuerza, ante la vista de todos.".
Cuando
Balboa consideró que la marea era la adecuada, se puso la coraza y el yelmo,
tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desenvainada en la
izquierda avanzó hacia el agua. Con las rodillas sumergidas, Balboa paseó de un
lado a otro exclamando: "Vivan los muy altos y poderosos señores reyes don
Fernando y doña Juana, Reyes de Castilla y de León, y de Aragón, etc., en cuyo
nombre y en nombre de la corona real de Castilla, tomo y asumo la posesión
real, corporal y actual de estas mares, tierras, costas, puertos e islas del
sur". Después desafió a cualquiera que se opusiera, pero ningún eco
respondió. Dirigiéndose a los presentes, Balboa preguntó si estaban dispuestos
a defender con sus vidas la posesión por los reyes de Castilla, a lo que todos
afirmaron con determinación. Acto seguido, ordenó al escribano dar fe del acto
y registrar los nombres de todos los presentes. Valderrábano anotó veintiséis
nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Al probar el agua, los
testigos confirmaron que era salada, similar a la del otro océano. Balboa, para
finalizar la ceremonia, realizó algunos cortes simbólicos con su espada en las
aguas y regresó a la playa, donde, con un puñal, hizo tres cruces en los
árboles en nombre de la Santísima Trinidad. Los demás participantes siguieron
su ejemplo cortando ramas y marcando cruces, completando así todo el formalismo
de la toma de posesión.
Al
caer la tarde, regresaron a Chape, donde el hermano de la cacica les obsequió
oro y perlas. Balboa, deseoso de encontrar perlas por sí mismo, exploró los
alrededores. Embarcó a sesenta hombres en piraguas y navegó por un brazo del
río Congo hasta Cuquera, donde obtuvo otra buena cantidad de perlas y oro.
Regresó a Chape y solicitó más canoas. El 17 de octubre, se embarcó con sus
hombres, decidido a llegar a las islas de las perlas. Al día siguiente,
llegaron a las tierras del cacique Tumaca, unas veinte millas al norte del
golfo de San Miguel, que Balboa bautizó como "golfo de San Lucas"
aunque los indios lo conocían como Chitarraga.
El
cacique Tumaca informó a Balboa que las perlas estaban en las islas visibles a
lo lejos. Balboa intentó conseguir una gran canoa para llegar a ellas, pero no
pudieron prepararla hasta el 29 de octubre, cuando se adentraron con ella en el
mar acompañados de veintitrés españoles. Debido al mar grueso, solo pudieron
llegar hasta la desembocadura del río Chiman, donde solo pudieron vislumbrar la
silueta de la isla de Terarequí, ubicada a unas veinte millas de distancia.
Balboa la bautizó como "Isla Rica". Valderrábano levantó nuevamente
un acta con el testimonio de los veintitrés tripulantes de la canoa. Luego se
dirigieron al lugar donde los indios pescaban las perlas. Buzos indígenas
sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles, ansiosos por encontrar
perlas, las abrieron con avidez, pero para su sorpresa, no encontraron ninguna
y observaron cómo los indios consumían su contenido.
Tras
esta experiencia, volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre,
emprendieron el regreso a Santa María. Habían pasado casi un mes explorando la
costa del Pacífico.
Regresaron
por una ruta diferente con la intención de descubrir nuevas tierras y obtener
más botines. Desviándose para llegar del río Maje al Bayano, exploraron los
cacicazgos de Thevaca, Pacra y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de
diciembre y realizaron una incursión en la provincia del cacique Tamaname,
donde se sospechaba la presencia de minas de oro. Sin embargo, esta expedición
resultó infructuosa y regresaron a Pocorosa. Exhaustos y con Balboa enfermo de
fiebres, posiblemente paludismo, se vieron obligados a transportarlo en una
hamaca.
Desde
Pocorosa, continuaron hacia Comogre el 1 de enero de 1514 (tras la muerte del
viejo cacique, le sucedió Ponquiaco), luego a Ponca y Careta. En el puerto de
Careta, embarcaron en el mismo bergantín que los trajo, navegando hasta Santa
María y atracando en su puerto el 19 de enero de 1514. El balance de la
expedición fue extraordinario: habían descubierto la Mar del Sur y recolectado
un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, sin perder a ningún hombre.
En
Santa María, Balboa recibió noticias alarmantes de La Española a través del
comerciante Pedro de Arbolancha: la nave de Valdivia que llevaba el quinto real
se había naufragado, y los procuradores, junto con Enciso, habían presentado
informes en su contra. Como consecuencia, el Rey nombró un nuevo gobernador
para el Darién, rebautizado como "Castilla del Oro": Pedro Arias de
Ávila, quien estaba a punto de llegar con una gran flota y dos mil colonos. Con
la urgencia de comunicar al Rey sobre su descubrimiento, Balboa preparó una
relación detallada y un mapa de la Mar del Sur. Adjuntó estos documentos al
nuevo quinto real, junto con una solicitud para ser nombrado gobernador de la
Mar del Sur, y una relación de los servicios prestados según los vecinos de Santa
María. Envió este paquete a La Española con Arbolancha, pero sus enemigos
lograron hacer desaparecer los documentos. Mientras esperaba la llegada de
Pedrarias, envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para explorar otra
posible vía hacia el Pacífico: desde Bea hasta las fuentes del río Arquiati,
que confluye con los ríos Payá y Tuira en el golfo de San Miguel. Este camino
fue conocido como 'del Suegro', ya que el cacique de Tamahe casó a su hija con
Garavito.
Pedrarias
llegó al puerto de Santa María el 26 de junio de 1514, desembarcando con una
flota de diecisiete buques y alrededor de dos mil colonos, artesanos y
funcionarios, incluido el obispo. Tan pronto como llegó, envió una notificación
a Balboa informándole de su presencia y se dirigió hacia la ciudad. En ese
momento, Balboa estaba ocupado reparando el tejado de una casa y, al enterarse
de la llegada de Pedrarias, salió a su encuentro de inmediato con la modesta
vestimenta de trabajo que llevaba puesta: una vieja camisa y unos calzones de
algodón. El encuentro entre ambos en medio del camino entre la ciudad y el
puerto resultó bastante peculiar. Mientras Pedrarias lucía una armadura
completa y cabalgaba en un caballo adornado, rodeado por su séquito, Balboa, en
contraste, llevaba una vestimenta sencilla.
Pedrarias,
acompañado de su esposa, parientes, criados y toda una comitiva de funcionarios
eclesiásticos y civiles, se encontró con Balboa, quien le dio la bienvenida y
le entregó sus credenciales. Balboa, siguiendo el protocolo, besó los documentos
y los colocó sobre su cabeza. Tras las formalidades, ambas partes regresaron a
la ciudad. La impresión de Pedrarias al ver Santa María fue de asombro, ya que
consistía en unas doscientas casas rudimentarias de tablas y paja, habitadas
por quinientos españoles y mil quinientos indígenas. La colonia no tenía la
infraestructura necesaria para albergar a la numerosa población que lo
acompañaba.
Pedrarias
solicitó a Balboa un informe detallado sobre la colonia, que incluyera fuentes
de aprovisionamiento, tribus aliadas y detalles sobre el camino hacia la Mar
del Sur. Aunque Balboa entregó la información de manera puntual, estos
documentos se han perdido con el tiempo. El nuevo gobernador, Pedrarias, ordenó
al licenciado Espinosa iniciar un juicio de residencia contra Balboa, lo cual
era común en esa época. Además, inició por su cuenta una investigación secreta
sobre las acciones de su predecesor, algo poco convencional. La intervención
del obispo llevó a que la investigación secreta quedara en suspenso.
Dado
que Santa María no tenía la capacidad para albergar a una población de dos mil
quinientos españoles, Pedrarias tomó medidas drásticas. Ordenó una serie de
campañas contra los territorios indígenas, con cinco expediciones destinadas a
descubrir minas de oro, pero en realidad, buscando reducir la población en la
ciudad. Estas expediciones resultaron en un botín de 30.000 pesos, pero también
destruyeron el trabajo pacificador de Balboa y generaron hostilidad entre los
indígenas y los españoles.
El
20 de marzo de 1515, Vasco Núñez recibió en Santa María la confirmación oficial
de su nombramiento como adelantado de la Mar del Sur, título que le había sido
conferido mediante cédula real el 23 de septiembre de 1514. Además, fue
designado gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, aunque con la
condición de estar subordinado a Pedrarias. Este último intentó retener la
cédula, pero encontró resistencia por parte del obispo y otros funcionarios.
Finalmente, se vio obligado a entregarla, aunque no sin cierto desagrado. No
obstante, Pedrarias impuso una restricción a Balboa, prohibiéndole reclutar
hombres para sus expediciones de exploración, argumentando la necesidad de
contar con todos los recursos humanos disponibles en Castilla del Oro.
Ante
esta limitación, Balboa decidió enviar a Garavito a la isla La Española con la
misión de reclutar personal. Su plan era ambicioso: fundar asentamientos en
ambas costas de los dos océanos, ya sea en el eje Careta-golfo de San Miguel o
en la futura ubicación de Nombre de Dios-Panamá. Además, tenía la intención de
construir embarcaciones capaces de navegar entre doscientas y trescientas
leguas por la Mar del Sur, con el propósito de descubrir las codiciadas islas
de la Especiería. En caso de no encontrarlas, contemplaba dirigirse hacia el
sur en busca de un posible paso interoceánico en América, un tema de gran
interés para el Rey en ese momento. Lamentablemente, estos ambiciosos proyectos
quedaron truncados y Balboa no pudo llevarlos a cabo.
Pedrarias
emprendió un viaje hacia Careta, pero se vio obligado a regresar rápidamente a
Santa María debido a un repentino ataque de cólico hepático. Al retornar, se
encontró con sesenta soldados provenientes de Cuba, quienes habían acudido en
respuesta a la solicitud de Balboa. Acusó a Balboa de conspiración y de un
intento de rebelión fracasado, confinándolo en una jaula en el patio de su
casa. La reclusión de Balboa duró dos meses hasta que un día, Pedrarias decidió
abrir la jaula, ofreció disculpas y le concedió la mano de su hija María. Sin dudarlo,
Balboa aceptó la propuesta matrimonial, causando gran descontento en su amante
Anayansi.
La
reconciliación entre Pedrarias y Balboa se selló con ciertos compromisos, entre
ellos la construcción de una población en Careta, que luego sería conocida como
Acla. Se acordó además que Balboa no emplearía más de ochenta hombres en sus
empresas y debía concluirlas en un plazo máximo de año y medio.
Balboa
fundó Acla a finales de 1516 y estableció la Compañía de la Mar del Sur,
financiada por accionistas de Santa María. Posteriormente, inició la
construcción de varias piezas para ensamblar bergantines que planeaba lanzar al
Pacífico. En 1517, envió a Francisco de Compañón a la costa del Pacífico para
seleccionar el lugar idóneo para el astillero. A pesar de enfrentarse a
desafíos, como la creencia errónea de que la madera del lugar no era adecuada,
Balboa continuó con su proyecto. En agosto de 1517, comenzó el traslado de las
piezas de los bergantines y demás materiales al astillero, ubicado cerca del
río de las Balsas, posiblemente el Chucunaque, cerca de la actual Yavisa.
Sin
embargo, un revés inesperado ocurrió cuando una riada del Chucunaque arrastró
el astillero al mar justo antes de la botadura. A pesar de este contratiempo,
Balboa, decidido, convocó al Consejo de la Compañía y se acordó continuar con
el proyecto. A pesar de las dificultades, reflotó los bergantines, tapó las
vías de agua y se embarcó hacia una de las islas de las Perlas. En su travesía,
llegó a Puerto Peñas (más tarde bautizado por Pizarro como Puerto Piñas),
enfrentándose a nuevos desafíos como ballenas que confundió con arrecifes.
Después
de regresar a Cochama y al golfo de San Miguel, Balboa construyó dos nuevas
naves y exploró la ruta al Perú, llegando a un puerto que llamó Puerto Peñas
(confundiéndolo con arrecifes, eran ballenas) y que Pizarro posteriormente
nombró Puerto Piñas (actual Jaqué). Luego, envió a Valderrábano a Santa María
para solicitar una prórroga a Pedrarias, pero en lugar de ello, recibió la
noticia de que el Rey había designado a un nuevo gobernador llamado Lope de
Sosa, quien estaba por llegar. Fue en este contexto que surgió la
"traición" de Balboa, un giro fatal que le costaría la vida.
El
motivo exacto de la "traición" de Balboa ha sido objeto de debate y falta
de claridad. Según la versión de Fernández de Oviedo, quien tuvo acceso al
expediente, el supuesto delito de Balboa radicó en su temor ante la llegada del
nuevo gobernador, Lope de Sosa, a quien creía que le prohibiría realizar
exploraciones en la Mar del Sur. Anticipándose a esta posible prohibición,
Balboa tomó la decisión de fundar una población en la costa del Pacífico,
específicamente en Chepavare, en el camino de Chepo a Panamá. Desde allí,
planeaba emprender una expedición hacia el sur, guiado por la creencia de que
en esa dirección encontraría riquezas, especialmente en el territorio peruano.
Balboa,
al parecer, pensaba que, con la continuación de Pedrarias como gobernador,
podría llevar a cabo sus planes de navegación, una suposición que resultó ser
un error. Envió a Santa María a sus leales Valderrábano, Garavito, Muñoz, el
archidiácono Pérez y Luis Botello, con la intención de obtener información
sobre la llegada de Sosa. Sin embargo, Botello fue detenido por un centinela y,
bajo presión, confesó el plan ante Francisco Benítez, un enemigo de Balboa,
quien informó de inmediato a Pedrarias. Cuando los demás compañeros llegaron a
Santa María, fueron detenidos.
Pedrarias
instruyó al tesorero Puente para que presentara cargos formales contra Balboa.
Luego, se trasladó a Acla, desde donde envió a Balboa una carta aparentemente
amistosa, solicitándole que se presentara en dicha población para discutir los
asuntos relacionados con la expedición que Balboa deseaba realizar. Sin
sospechas, Balboa ingresó a Acla, donde fue arrestado y acusado de traición.
Fue mantenido bajo arresto en la casa de Juan de Castañeda, y Pedrarias lo
visitó inicialmente asegurándole que no debía preocuparse, ya que las
acusaciones eran probablemente infundadas. En una segunda visita, Pedrarias
cambió de tono, acusándolo de traición al Rey y a él mismo, ordenando su
custodia y trasladándolo a la cárcel común.
Durante
el proceso legal, los testimonios provinieron de los enemigos de Balboa,
incluido su amigo Garavito, quien, motivado por su rechazo amoroso por
Anayansi, colaboró con las acusaciones. Pedrarias agregó al expediente sus
propias investigaciones secretas y numerosas acusaciones, que incluían
proporcionar información falsa sobre los indígenas para sabotear sus expediciones,
maltratar a los indígenas en contra de sus instrucciones, actuar de manera
malintencionada contra Ojeda y Nicuesa, y principalmente, conspirar para
proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias rechazó la apelación y
condenó a Balboa a la pena de muerte.
Un
cadalso fue erigido en la plaza mayor de Acla, donde se llevó a cabo la
ejecución de la sentencia en una fecha indeterminada entre la semana del 13 al
21 de enero de 1519. Balboa, junto con Fernando de Arguello, Luis Botello,
Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano, fue ajusticiado. Antes de que les
cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y proclamó a los presentes que todas
las acusaciones eran falsas, asegurando que nunca había traicionado al Rey. Las
cabezas de los condenados rodaron sobre una antigua artesa. Fernández de
Oviedo, testigo presencial, relató que Pedrarias, ubicado a pocos pasos,
observaba la ejecución por entre las cañas de la pared de una casa o bohío.
Desafortunadamente,
no existen obras ni colecciones de los documentos que Balboa haya producido, a
excepción de los publicados por Altolaguirre como apéndice en su reconocida
biografía del personaje, muchos de los cuales se basan en testimonios
recopilados por Fernández de Oviedo. A pesar de que el padre Las Casas buscó
información sobre Balboa para abordar su figura, no pudo aportar documentación.
Anglería, por su parte, se limitó a recopilar datos sobre el descubrimiento del
Mar del Sur, sin proporcionar detalles adicionales. De estos tres cronistas, el
más valioso resulta ser Fernández de Oviedo, quien convivió once meses en el
Darién con Balboa, aunque fue un historiador con una postura crítica hacia
Pedrarias Dávila, con quien tuvo desacuerdos. Las acciones de Balboa hacia los
indígenas, como el uso de perros para atacar y la ejecución (quema) de personas
por su orientación sexual, no fueron pasadas por alto por Las Casas. Este
último estaba particularmente consternado por estas prácticas. Además, otro
cronista relevante, Andagoya, aunque proporcionó información histórica, la
manipuló para glorificar su papel como precursor del descubrimiento del Perú.
Fin
Compilado
por Lorenzo Basurto Rodríguez
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