Pedro Arias Dávila

 Pedrarias Dávila, nacido en Segovia alrededor de 1440 y fallecido en León, Nicaragua, el 6 de marzo de 1531, desempeñó el cargo de gobernador de Castilla del Oro y de Nicaragua. Aunque figura entre los conquistadores de América, su legado está marcado por actos que lo han convertido en uno de los personajes más controversiales de la historia.

Pedrarias es recordado negativamente por ordenar la decapitación de dos figuras notables, Vasco Núñez de Balboa y Gil González Dávila, descubridores de la Mar del Sur y de Nicaragua, respectivamente. Su imagen no encuentra defensores, ya que la mayoría de los cronistas de la época, salvo Pedro Mártir, relataron sus ambiciones desmedidas, actos de hurto, maquinaciones y crueldades.

Incluso Gonzalo Fernández de Oviedo, quien tuvo tratos extensos con Pedrarias, lo consideró un modelo de vicios y una verdadera maldición para quienes estaban bajo su gobierno. Las Casas lo calificó como uno de los conquistadores más crueles de todos los tiempos, lamentando los estragos causados por sus acciones en las provincias que gobernó.

Pedrarias, gobernador de Castilla del Oro desde 1514 hasta 1526 y de Nicaragua desde 1526 a 1531, dejó un legado cuestionable. Su biografía es atípica, ya que narra la historia de un individuo con escasas virtudes y numerosos vicios. Durante su vida, se destacó por su violencia, encarcelando a enemigos, esclavizando indígenas y abusando del poder en su propio beneficio, acumulando así una vasta fortuna.

A pesar de sus acciones condenables, Pedrarias contribuyó a la historia de América fundando diversas ciudades, entre las que se incluyen Acla, Panamá, Nombre de Dios, Natá, Bruselas, León la Vieja, Granada, Santa María de la Buena Esperanza, Villahermosa y Las Minas, marcando así su paso por la joven América.

Pedro Arias Dávila, más conocido como Pedrarias Dávila, vio la luz en Segovia alrededor del año 1440. Era el tercer hijo de su homónimo, Pedrarias Dávila, también conocido como "el Valiente", segundo señor de las villas de Puñoenrostro, Alcobendas y Torrejón de Velasco. Su madre era María Ortiz de Valdivieso.

Los Arias Dávila provenían de una familia noble de ascendencia peculiar. El primero en ostentar el título nobiliario de Arias fue su abuelo, Diego Arias, un personaje intrigante con un pasado que suscitaba la curiosidad de la gente. Nacido en Ávila, se decía que era un judío converso humilde casado con una tabernera de Madrid. Llegó a Segovia en la época de Juan II y se dedicó a la venta ambulante de especias. Con el favor de Juan Pacheco, ascendió a recaudador de alcabalas y rentas del príncipe don Enrique, aunque su carrera sufrió un revés debido a un crimen que cometió. A pesar de ser condenado a la pena capital, el príncipe Enrique IV le salvó la vida, impresionado por sus habilidades (que no han sido debidamente registradas). Lo nombró su secretario y le otorgó el apellido Arias. Con la ascensión al trono como Enrique IV, Diego Arias se convirtió en el contador mayor de Castilla, desempeñando este cargo durante muchos años.

El matrimonio entre Diego Arias y la posiblemente real tabernera de Madrid resultó en tres hijos: Juan, Pedro y Gerónimo. Juan, el primogénito, destacó en la familia, entablando amistades con personajes influyentes como los Borgia, convirtiéndose en obispo de Segovia y amasando una considerable fortuna que heredaría su sobrino Pedrarias, el futuro protagonista en tierras americanas. Pedro, el segundo hijo, nació en Segovia y ganó el sobrenombre de "el Valiente", un apelativo que parecía reflejar su verdadero carácter. Contrajo matrimonio primero con María Ortiz Cota y después con María Ortiz Valdivieso. Su vida estuvo marcada por sus logros como capitán general en las guerras de Navarra, su participación en el Consejo de Enrique IV, y su papel en la toma de Torrejón de Velasco.

Fue el segundo señor de las villas de Puñoenrostro, Alcobendas y Torrejón de Velasco. De su unión con María Ortiz Valdivieso nacieron ocho hijos: Diego, Juan, Pedro, Catalina, Elvira, Alonso, Francisco y Hernán. Destacando entre ellos, el tercero, quien fue llamado Pedrarias Dávila.

Este personaje multifacético inició su trayectoria como paje en la Corte de Juan II y luego se dedicó a la carrera militar. Durante el reinado de Enrique IV, se destacó en la Guerra de Sucesión de la Corona de Castilla, ganándose la reputación de ser uno de los caballeros más apuestos de la Corte, lo que le valió el apodo de "El Galán". Su valentía también lo hizo conocido como "El Bravo".

Posteriormente, en la campaña para la toma de Granada (1481-1492), se distinguió en justas y torneos, siendo reconocido como el "Gran Justador". Sin embargo, su historia tomó un giro cuando, bajo el sobrenombre de "Furor domini", llevó a cabo acciones controvertidas en América, tratando de manera inhumana a los indígenas y siendo excesivamente severo con algunos españoles, según las crónicas de padre Las Casas.

Entre los años 1508 y 1511, participó en las campañas del cardenal Cisneros en el norte de África, bajo las órdenes de Pedro Navarro. Contribuyó a la conquista y defensa de Orán, así como a la toma de Bujía el 5 de enero de 1510, lo que le otorgó el rango de coronel y varias mercedes.

Su vida personal también fue notable, al casarse con Isabel de Bobadilla y Peñalosa, una mujer segoviana con ascendencia aristocrática. Isabel, sobrina de la marquesa de Moya y Peñalosa, Beatriz de Bobadilla, era conocida en la Corte, incluso se decía popularmente: "después de la Reina de Castilla, la Bobadilla". Esta "matrona varonil", según Las Casas, fue un apoyo invaluable para Pedrarias, a pesar de tener veinte años menos que él y una educación refinada.

A pesar de tener nueve hijos, Isabel no dudó en dejar a siete de ellos en Castilla, aun siendo niños, para acompañar a su esposo en la travesía al Darién.

A principios de junio de 1513, se anunció la elección de Pedrarias Dávila como gobernador del Darién, desencadenando una oleada de protestas por parte de otros candidatos. La pregunta clave es: ¿Por qué el Rey lo escogió para este cargo? Fernández de Oviedo ofrece una respuesta clara: "Don Joan Rodríguez de Fonseca, presidente del Consejo de las Indias y capellán mayor y privado del Rey, influyó para que fuera elegido como gobernador y capitán general un caballero de Segovia llamado Pedrarias Dávila, hermano de Joan Arias Dávila, quien luego se convertiría en el primer conde de Puñoenrrostro".

Inicialmente, el Rey designó a Diego del Águila como gobernador, pero este renunció al cargo. Fue entonces cuando Fonseca, utilizando su influencia, respaldó a Pedrarias para ocupar la posición. La confirmación oficial de su nombramiento tuvo lugar el 27 de julio del mismo año. Cabe destacar que Pedrarias ya contaba con sesenta y tres años y padecía varias enfermedades graves en ese momento.

En cuanto a la gobernación del Darién que se le otorgó, el rey Fernando el Católico la rebautizó como Castilla del Oro. Esta gobernación abarcaba las áreas de Tierra firme que anteriormente se habían otorgado a Ojeda y Nicuesa, extendiéndose desde el cabo de la Vela en la Guajira hasta Veragua en Panamá. Es importante mencionar que el nombramiento precedió al informe de Balboa sobre el descubrimiento de la Mar del Sur, el cual fue enviado a España en 1514.

La sorprendente cifra de alrededor de dos mil personas que se unieron a Pedrarias en su expedición no fue simplemente el resultado de la ambición desmedida, sino más bien una respuesta a los informes del hijo del cacique Comogre. Caicedo y Colmenares, procuradores que escucharon de boca del hijo de Comogre exageraciones sobre las riquezas en las tierras de la Mar del Sur, llevaron a España la idea de que "el oro se pescaba con redes". Estos relatos, que incluían la necesidad de mil hombres, resonaron en la corte, persuadiendo al Rey y al obispo de Burgos de enviar una armada más robusta de lo inicialmente planeado.

Esta expedición no se limitaba a un mero descubrimiento; era un proyecto colonizador, como se refleja en el título otorgado a Pedrarias: "enviamos a poblar". Fernando el Católico incentivó la participación ofreciendo numerosas mercedes a quienes se unieran al viaje, cubriendo los costos del pasaje, el equipo necesario para el camino y la alimentación hasta un mes después de llegar al Darién. La Corona organizó una importante empresa de colonización para la América continental, similar a la dirigida por Ovando en 1502 para las grandes Antillas.

Es importante señalar que, a diferencia de expediciones anteriores, las recomendaciones sobre el trato adecuado a los indígenas fueron fundamentales en esta empresa. Las juntas de Burgos, Valladolid y Madrid emitieron directrices, resultando en el Requerimiento que se debía leer a los indios antes de cualquier conquista. Estas precauciones y consideraciones éticas se reflejaron claramente en las Instrucciones dadas a Pedrarias el 4 de agosto de 1513.

La expedición fue grandiosa en todos los aspectos, no solo por la cantidad de barcos y hombres, que la convirtieron en la más considerable enviada a las Indias hasta ese momento, sino también por la distinguida calidad de muchos de sus participantes. Era la primera vez que se enviaba a América un obispo, fray Juan Quevedo, quien iba acompañado de un séquito completo, incluyendo un deán, un arcediano, un chantre, un maestrescuela, varios canónigos, tres sacristanes y un arcipreste. Además, se contaba con un gobernador y una nómina completa de funcionarios, como tesorero, contador, factor, alcalde, escribano, entre otros, cuyo costo superaba los cinco millones de maravedís.

La expedición atrajo a numerosas personalidades que marcarían la historia, entre ellas Diego de Almagro, Hernando de Soto, Fernández de Oviedo (quien desempeñaba el papel de veedor), Francisco de Montejo, Sebastián de Benalcázar, Bernal Díaz del Castillo, y otros más. Martín Fernández de Enciso ocupaba el cargo de alguacil mayor. La flota, que costó cincuenta y cuatro mil ducados, estaba compuesta por veintidós embarcaciones con más de dos mil hombres a bordo.

Zarpó de Sanlúcar el 11 de abril de 1514 y siguió la ruta a Canarias, la Dominica y Santa Marta, donde comenzaba la Gobernación. Pedrarias eligió este lugar para cumplir con el mandato real de presentar el Requerimiento. Este famoso documento se leía a los indios en castellano, idioma que desconocían, explicándoles conceptos incomprensibles, como la descendencia de Jesucristo del obispo de Roma, y que sus sucesores habían escrito bulas (en latín) autorizando a los reyes españoles a ocupar las Indias con el fin de expandir la religión cristiana y subordinarlas a la Iglesia. La última parte del Requerimiento amenazaba con muertes y esclavización si no aceptaban la presencia española. Los indios de Santa Marta respondieron con ataques a flechazos, obligando a los españoles a usar la fuerza y resultando en la muerte de numerosos "rebeldes".

Fernández de Oviedo aconsejó a Pedrarias que guardara el Requerimiento, mientras que Las Casas argumentó extensamente sobre la inutilidad de leer tal documento a los nativos. El resultado fue un botín disputado, con Oviedo reportando siete mil pesos y Pedrarias insistiendo en mil, en su intento constante de minimizar las contribuciones al fisco.

Después de reembarcar el 15 de junio, la expedición siguió la costa hasta llegar al puerto de Santa María la Antigua el 29 de junio de 1514. Desde allí, se dirigieron hacia la ciudad, donde el alcalde interino, Balboa, les dio la bienvenida, mostrando su respeto al besar las órdenes reales entregadas. Acompañó a los recién llegados hasta Santa María, una colección de bohíos o chozas donde vivían los quinientos quince conquistadores del Darién. Aunque sorprendente, nadie ha logrado explicar cómo acomodaron a los dos mil españoles que llegaron.

 

Al día siguiente, Pedrarias sostuvo una extensa conversación con Balboa, solicitándole una detallada relación de las conquistas. Balboa entregó un informe escrito, proporcionando detalles sobre los caciques aliados, ubicaciones donde encontró oro, la ruta de su descubrimiento de la Mar del Sur, entre otros. Lamentablemente, tanto este documento como la copia enviada al Rey han desaparecido.

Pedrarias decidió entonces iniciar un juicio de residencia contra Balboa, que sería conducido por el alcalde mayor Gaspar de Espinosa. Simultáneamente, Pedrarias comenzó una investigación secreta sobre las acciones de su predecesor, incautando sus bienes y recopilando testimonios. Aunque Pedrarias planeaba enviar a Balboa a España con el juicio de residencia, el obispo se opuso, aconsejándole que disimulara para evitar que el Rey conociera todos los detalles sobre lo que había ocurrido en el Darién. Pedrarias accedió, y aunque Balboa envió un informe al Rey a través de Pedro de Arbolancha, los pobladores quedaron divididos en dos facciones: aquellos que apoyaban a Balboa, incluyendo al obispo y los clérigos, y aquellos que respaldaban a Pedrarias.

La previamente próspera colonia del Darién se transformó rápidamente en un lugar inhóspito, ya que resultaba imposible alimentar a una población que se había multiplicado por cinco de la noche a la mañana. La hambruna trajo consigo una enfermedad conocida como la "modorra", que se manifestaba con fiebre, somnolencia profunda y complicaciones pulmonares o renales. Incluso Pedrarias, el líder recién llegado, cayó gravemente enfermo a los ocho días de su llegada, a sus sesenta y cuatro años. Los médicos aconsejaron su traslado a Caribari, donde sufrió una hemiplejía. Aunque Pedrarias sobrevivió, quedó notablemente debilitado y perdió la movilidad de su brazo izquierdo.

En tan solo un mes, alrededor de setecientos habitantes perecieron a causa del hambre y la modorra, y siete u ocho meses después, la población se había reducido a la mitad, según relata Andagoya. Las Casas proporcionó un relato dramático de esta situación, describiendo cómo "cada día, entre el hambre y las enfermedades, morían más por falta de alimentos y descanso que por las propias dolencias". La calamidad del hambre alcanzó niveles tan extremos que caballeros, antes ataviados con ricas vestiduras de seda y brocado, se desplomaban muertos de pura inanición mientras suplicaban por un pedazo de pan. Este trágico cuadro nunca antes presenciado dejó a muchos empeñando sus herencias y entregando lujosas prendas con tal de recibir una libra de pan de maíz o bizcocho de Castilla.

Se ha sugerido que esta elevada mortalidad llevó a Pedrarias a planificar incursiones conquistadoras en los territorios panameños, pero, en realidad, estas se llevaron a cabo poco después de su llegada y en paralelo a la devastadora pérdida de vidas. Pedrarias ideó cinco expediciones desde Santa María con el propósito de buscar oro, alimentos y localizar posibles asentamientos en el Pacífico, aspirando a contrarrestar la reputación de Balboa, quien se encontraba inmovilizado debido a su juicio de residencia. Sin embargo, estas expediciones se caracterizaron por el robo de oro, así como la esclavización y muerte de los indígenas. Fernández de Oviedo las etiquetó como "monterías", una descripción precisa de su verdadera naturaleza. En poco tiempo, estas incursiones desmantelaron las alianzas previas establecidas por Balboa y tornaron intransitable el istmo. Según Andagoya, estas expediciones se centraron exclusivamente en llevar indios y oro de vuelta al Darién, sin buscar acuerdos de paz o la fundación de asentamientos. Pedrarias atribuyó los desastres a las informaciones proporcionadas por Balboa.

En marzo de 1515, la notificación del nombramiento de Balboa como gobernador de Panamá y Coiba, y adelantado de la Mar del Sur, finalmente llegó a Santa María. Estas designaciones eran consecuencia de las noticias sobre el descubrimiento del Pacífico, fechadas el 23 de septiembre anterior. El documento especificaba que Panamá y Coiba quedaban subordinadas a Castilla del Oro. A pesar de la retención de los documentos por parte de Pedrarias durante varias semanas, alegando que no podía entregárselos a Balboa debido a que este aún estaba sujeto a juicio de residencia, finalmente se vio obligado a hacerlo bajo la presión del obispo Quevedo. En ese momento, Pedrarias aprovechó la oportunidad para acusar a Balboa ante el Monarca de ser ambicioso y envidioso.

Desde entonces, Pedrarias obstaculizó en todo lo posible la llegada de Balboa a su gobernación. Le prohibió reclutar hombres o almacenar alimentos en Castilla del Oro. Además, presionó a Espinosa para que concluyera el juicio de residencia de Balboa, que ya llevaba diez meses en curso. En dicho juicio, Balboa fue condenado a pagar más de un millón y medio de maravedís, una cifra que debía ser cubierta con los bienes embargados al residenciado. Esta situación prácticamente dejó a Balboa sin recursos, como expresó el obispo Quevedo, describiéndolo como el hombre más pobre de la tierra.

Resentido, Balboa escribió un informe al Rey el 26 de octubre de 1515, detallando las injusticias a las que estaba siendo sometido. En el informe, señaló que Pedrarias, debido a su avanzada edad y enfermedad, no se preocupaba por sus hombres, incluso si la mitad de ellos se perdían en las expediciones. Además, acusó a Pedrarias de no castigar los daños y muertes causados durante las incursiones, y lo describió como un hombre más interesado en sus propios beneficios que en gobernar. Las acusaciones de Balboa fueron respaldadas por Fernández de Oviedo, Las Casas e incluso Andagoya en muchos aspectos.

Pedrarias, de hecho, había transformado el Darién en un vasto terreno de caza de esclavos, utilizando el Requerimiento como una especie de patente de corso para justificar sus acciones. De cada venta de esclavo, exigía dos partes para sí mismo, una para el alcalde mayor y los oficiales de la Hacienda, y una tercera para la Iglesia como limosna. Andagoya señaló que los capitanes "traían grandes grupos de personas encadenadas, llevando consigo todo el oro que podían obtener.

Y esta práctica se mantuvo durante casi tres años". Las Casas, de manera natural, resaltó esta política esclavista con matices mucho más dramáticos.

Durante todo el año 1515, las cabalgadas continuaron con capitanes destacados como Gonzalo de Badajoz, Alonso Pérez de la Rúa, Gaspar de Morales (quien recolectó ciento diez marcos de perlas en la isla Terarequí y en el archipiélago de las Perlas) y Francisco de Becerra. Gonzalo de Badajoz saqueó los cacicazgos de Natá y Escoria, sembrando el terror a su paso. Las tribus se confederaron contra los españoles y atacaron durante su retorno, arrebatándoles un botín de ciento cincuenta mil pesos de oro y cuatrocientos esclavos.

A finales de 1515, el colapso de la colonización española era evidente, y Pedrarias decidió liderar personalmente una expedición punitiva. Reunió casi todos los efectivos que le quedaban (doscientos cincuenta hombres y doce caballos) y partió por mar en tres carabelas y un bergantín el 28 de noviembre de 1515. Desembarcó en Acla, donde planeaba establecer una población. Sin embargo, un ataque hepático lo obligó a regresar a Santa María. Pedrarias sufría del "mal de la yjada" (posiblemente cólicos renales, hepáticos o intestinales) y tenía una llaga en la región genital. Antes de su partida, dio instrucciones a Gaspar de Espinosa para que completara la expedición proyectada. Espinosa se dirigió a la península de Azuero, donde obtuvo un gran botín de oro y esclavos.

Aprovechando la ausencia de Pedrarias de Santa María, Balboa envió a su leal Andrés Garabito a Cuba y Santo Domingo para reclutar soldados y preparar su entrada a la mar del sur. Sin embargo, Garabito fue sorprendido al regresar, siendo apresado por Pedrarias, quien había vuelto de Acla debido a su enfermedad. El gobernador se sintió traicionado y ordenó la detención de Balboa, acusándolo de rebeldía y encerrándolo en una jaula de madera en su propia casa. El obispo Quevedo y los seguidores de Balboa, horrorizados, intercedieron en su favor, y el conflicto se resolvió mediante una negociación: el matrimonio de Balboa con María de Peñalosa, la hija de Pedrarias, que se encontraba en España. El obispo ofició la boda por poderes en abril de 1516, y así, Vasco Núñez salió de la jaula convertido en yerno del gobernador.

En medio de esta situación, Pedrarias permitió que Balboa liderara la expedición a la mar del Sur, bajo la condición de que la realizara en un plazo máximo de año y medio, durante su luna de miel.

Comenzó entonces el último capítulo en la vida de Balboa, un episodio que se revelará de manera fragmentada, ya que nuestro interés se centra principalmente en su desenlace, cuando volvió a cruzarse con el destino de Pedrarias. En agosto de 1517, el adelantado fundó la Compañía de la Mar del Sur junto a sus amigos, dando inicio a la preparación de su viaje. En Acla, construyó bergantines por piezas, las cuales transportó por tierra para ensamblar y botar en el Pacífico. Sin embargo, las piezas de madera llegaron en mal estado, llevando a Balboa a convocar un Consejo con los socios de la Compañía. En esta reunión, decidieron solicitar a Pedrarias una prórroga de cuatro meses para la empresa, cuya fecha límite estaba fijada para San Juan de 1518. Pedrarias accedió a la extensión del plazo, permitiendo que la Compañía finalmente construyera dos bergantines.

Balboa partió hacia la isla de las Perlas, encontrándola despojada por Morales. Allí dejó parte de su equipo para construir otras embarcaciones y navegó hacia el sur hasta llegar a Chocama o Jaqué. Aunque le informaron sobre tierras muy ricas más al sur (el Perú), tuvo que regresar a Panamá debido a la proximidad del nuevo plazo. Al llegar al golfo de San Miguel, se enteró de que Pedrarias había sido relevado por un nuevo gobernador, Lope de Sosa, quien estaba por llegar. Necesitando más tiempo para su empresa, Balboa decidió enviar a Santa María a sus leales Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello para averiguar si Sosa había llegado. Botello debía adelantarse y llegar a Acla, pero lamentablemente fue detenido por Francisco Benítez, un enemigo de Balboa, quien lo obligó a revelar todo el plan, informando de inmediato a Pedrarias.

Cuando sus compañeros llegaron a Santa María, fueron apresados, y Pedrarias concluyó que Balboa había intentado rebelarse contra él, ya que siempre lo había considerado con sospecha. Ordenó al tesorero Puente que presentara una acusación formal contra Balboa y se trasladó a Acla. Desde allí, envió una carta afectuosa a su yerno, instándolo a presentarse en la población para discutir los asuntos relacionados con la expedición que Balboa deseaba llevar a cabo. Posteriormente, ordenó a Pizarro que saliera a su encuentro con un destacamento para arrestarlo.

Balboa, sin sospechar nada, fue detenido al ingresar a Acla bajo la acusación de traición. Inicialmente, el adelantado estuvo bajo arresto domiciliario en la residencia de Juan de Castañeda. En una primera visita, su suegro le tranquilizó, asegurándole que las acusaciones en su contra eran probablemente infundadas. Sin embargo, en una segunda visita, el tono cambió, acusándolo tanto de traición al Rey como a él mismo. Pedrarias ordenó que se le asignaran guardias y que fuera trasladado a la prisión común.

Durante el proceso, todos los enemigos de Balboa, e incluso su amigo Garavito, testificaron en su contra. Pedrarias agregó a la causa su investigación secreta y múltiples cargos adicionales. Espinosa, quien llevó a cabo el proceso con sorprendente celeridad (posteriormente recibiendo su recompensa al reemplazar a Balboa), logró que el adelantado fuera condenado a muerte, junto con sus cómplices Arguello, Botello, Muñoz y Valderrábano. Pedrarias rechazó cualquier apelación.

Se erigió un cadalso en la plaza mayor de Acla, y la sentencia se cumplió en una fecha indeterminada entre el 13 y el 21 de enero de 1519. Antes de que le cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra, proclamando ante los presentes la falsedad de las acusaciones y jurando que nunca había traicionado al Rey. Fernández de Oviedo, testigo presencial, respaldó la inocencia de Balboa respecto al delito de traición al Rey, sosteniendo que la muerte de Balboa fue permitida por Dios como expiación por la ejecución de Nicuesa. No obstante, desestimó las alegaciones de traición formuladas por Pedrarias, subrayando que nadie las consideró verídicas.

Este cronista, tras leer detenidamente el proceso contra Balboa, afirmó que fue el motivo de Pedrarias para intentar dos veces acabar con su vida. Curiosamente, el proceso desapareció de manera misteriosa después de ser devuelto a Pedrarias.

Después de la ejecución de Balboa, Pedrarias emprendió la tarea de borrar cualquier rastro de la colonización liderada por él. Inició este proceso sustituyendo a Santa María como la capital, optando por una ubicación en el Pacífico. Consciente de la proximidad de su sucesor, Lope de Sosa (designado en septiembre de 1518), Pedrarias se apresuró a preparar una extensa expedición compuesta por trescientos hombres. Partió de Acla de inmediato, llevando consigo al licenciado Espinosa.

Siguiendo la ruta trazada por Balboa, cruzó el istmo y llegó a las islas de las Perlas. Desde allí, descendió por la costa para fundar la ciudad de Panamá el 15 de agosto de 1519. Aunque algunos soldados expresaron que el sitio no era ideal y no cumplía con las condiciones apropiadas para una fundación formal, se estableció la primera ciudad española y europea en el Pacífico, conocida como "Panamá la Antigua". Este emplazamiento, también llamado "un lugar con abundancia de peces" según su nombre indígena, resultó desfavorable debido al intenso calor, la presencia de pantanos y la falta de disposición para construir un puerto, sin mencionar la ausencia de población indígena.

En este contexto, algunos historiadores sugieren que la ciudad fue más bien "depositada", en espera de encontrar un lugar más propicio. Panamá la Antigua existió hasta 1671, cuando fue incendiada por el filibustero Morgan, llevando a los habitantes a trasladar la ciudad a su ubicación actual. En este nuevo lugar, se distribuyeron solares entre los residentes y se construyeron las primeras viviendas. El 5 de noviembre del mismo año, se repartieron encomiendas, incluyendo a indígenas de los poblados cercanos. Pedrarias envió a su leal Espinosa al norte para obtener suministros e indígenas, provenientes de los cacicazgos de París y Natá. En este último, se fundó la villa de Santiago (más tarde Natá), establecida por Pedrarias en 1522. Además, el gobernador planificó la fundación de otra población en el Atlántico en 1519, que sería Nombre de Dios. Diego Alvites la estableció en las ruinas de la antigua fortaleza construida por Nicuesa. De esta manera, quedó establecido el eje Nombre de Dios-Panamá, por el cual transitaría todo el comercio de Suramérica en los siglos subsiguientes.

Después de la fundación de Panamá, Pedrarias convocó a los vecinos con la propuesta de enviar un procurador al nuevo monarca español, y logró persuadirlos para que lo eligieran a él, buscando avanzar en su posición en la Corte. Regresó luego a Santa María con la doble intención de obtener la ratificación de los vecinos para su nombramiento como procurador y de despoblar la ciudad. Sin embargo, se encontró con una considerable oposición en ambos aspectos. Los vecinos se negaron a designarlo, lo que lo colocó en una situación delicada.

En un giro imprevisto, como era su costumbre, Pedrarias encontró una salida a esta situación. El 8 de mayo de 1520, Lope de Sosa falleció sin haber desembarcado siquiera de la nave que lo trajo de España. Dado que Sosa era mayor y llegó enfermo, Pedrarias volvió a asumir el cargo de gobernador, al menos de manera interina. Aunque disimuló su alegría, le brindó un espléndido entierro a Sosa y distribuyó beneficios entre su séquito.

Unos meses después, en julio, Fernández de Oviedo llegó con su título de regidor perpetuo de Santa María. Oviedo luchó en vano para evitar que Pedrarias arruinara la ciudad, pero al no obtener resultados favorables, decidió regresar a España en 1523. Pedrarias logró trasladar la iglesia obispal y a casi todos los vecinos a Panamá, dejando desierta la que fue la primera ciudad de la América continental, la cual fue finalmente absorbida por la selva.

En ese momento surgió la necesidad de nombrar un nuevo gobernador para Castilla del Oro, y coincidió con la presencia de Isabel de Bobadilla en España, promoviendo a su esposo. En 1520, partió de Santa María llevando consigo un gran arcón que contenía el fruto de seis años de saqueos de Pedrarias, incluyendo numerosas perlas y oro. La noble dama destinaba esa fortuna para suavizar el juicio de residencia que se llevaría a cabo a su marido. Sin embargo, con la muerte de Sosa, cambió su objetivo y buscó obtener una prórroga en el mandato de Pedrarias.

El 7 de septiembre de 1520, Pedrarias fue confirmado como gobernador de Castilla del Oro, "por la confianza que tenemos de la voluntad que, en el servicio de Dios, nuestro señor e nuestro, e bien de esas provincias e naturales de ellas tenéis". Esta confirmación parecía más bien una burla. El juicio de residencia de Pedrarias fue encomendado a Rodríguez de Alarconcillo, quien había acompañado a Sosa. Sin embargo, no pudo llevar a cabo este juicio hasta agosto y septiembre de 1522, cuando recibió las órdenes. Para entonces, Rodríguez de Alarconcillo ya estaba alineado con Pedrarias, quien lo había nombrado teniente general del Gobierno y le había otorgado numerosas mercedes. El juicio se convirtió en una farsa, ya que en las sesenta y ocho preguntas del interrogatorio no se hizo referencia a la muerte de Balboa. Pedrarias coaccionó a testigos y utilizó la promesa de un próximo reparto de indios para silenciar a muchos otros.

Pedrarias salió victorioso de su residencia y comenzó la distribución de encomiendas el 22 de octubre de 1522, beneficiando nuevamente a sus favoritos. Muchos protestaron, lo que llevó a Pedrarias a anular el reparto para evitar reclamaciones ante la Corte. Sin embargo, nunca se llevó a cabo un nuevo reparto de manera satisfactoria.

En 1522, Pedrarias Dávila, a pesar de superar los ochenta años y enfrentar varias enfermedades crónicas, se embarcó en una actividad febril que ocupó los últimos nueve años de su vida en la periferia panameña. Aunque sus motivaciones seguían siendo principalmente personales, también estaba guiado por la ambición de convertir a Panamá en el epicentro de la penetración en Centro y Suramérica.

En ese mismo año, se llevó a cabo la famosa expedición de Andagoya a Chocama, partiendo del golfo de San Miguel hacia el sur. Alcanzó un territorio en el Chocó denominado Birú, un término que más tarde utilizaría para afirmar que había descubierto el Perú. Al regresar a Panamá, compartió la noticia con Pedrarias. Dado que Pedrarias se encontraba incapacitado para cabalgar durante tres años, Andagoya afirma que Pedrarias "me rogó que diese la jornada a Pizarro y Almagro y al P. Luque, que eran compañeros, porque tan gran cosa no parase de seguirla". Agregó que luego encontró la manera de involucrarse en el negocio, señalando que "así Pedrarias y ellos tres, que fueron cuatro, hicieron cada uno compañía por su cuarta parte". La contribución de Pedrarias a esta empresa fue una ternera.

El 21 de enero de 1522, zarparon de la isla de las Perlas cuatro naves con el objetivo de explorar las tierras y encontrar un posible estrecho interoceánico en la costa norpacífica de Panamá. La expedición fue liderada por el capitán Gil González Dávila y el piloto Andrés Niño, quienes habían obtenido una capitulación de la Corona en 1518. Llegaron a Acla en 1520 con doscientos hombres decididos a continuar la empresa inconclusa de Balboa, incluso utilizando sus naves. Pedrarias, durante dos años, les puso numerosos obstáculos hasta que finalmente, por consejo de Alonso de la Puente y Diego Márquez, se convirtió en socio de su empresa. Aunque la contribución del gobernador fue simbólica, trescientos pesos, fue suficiente para superar todos los impedimentos.

La expedición siguió rumbo norte, y como resultado, se descubrieron tierras que conformarían el territorio de Nicaragua. González Dávila regresó a Panamá el 25 de junio de 1523 con las naves en mal estado y más de noventa mil pesos en oro. Pedrarias exigió su parte y comenzó a presionarle, lo que llevó a Dávila a huir a Santo Domingo, desde donde envió el oro al Emperador y solicitó el gobierno del territorio que había descubierto.

Ante esto, Pedrarias tomó medidas eficaces. Escribió una carta al Emperador reclamando el territorio descubierto y organizó una expedición para anexarse Nicaragua por la fuerza. Sin embargo, un ataque de gota y la malaria que padecía le impidieron liderar personalmente la expedición, delegando la tarea en Francisco Hernández de Córdoba. Este cumplió sus órdenes y fundó en 1524 la población de Bruselas en el golfo de Nicoya, seguida de Granada a orillas del lago de Nicaragua, León en las orillas del lago Xolotlán (el 15 de junio de 1524), y Segovia, donde construyó una fortaleza. Hernández de Córdoba repartió a los indios y exploró la región, descubriendo el río San Juan o Desaguadero, a la salida del lago de Nicaragua. Informó detalladamente a Pedrarias a través de Sebastián de Benalcázar.

Sin embargo, surgió un conflicto entre Hernández de Córdoba y González Dávila, quienes ambos buscaron. González Dávila resultó perjudicado, especialmente con la intervención de Cristóbal de Olid y Francisco de las Casas, enviados por Hernán Cortés para anexar Honduras a México. Hernández de Córdoba, al igual que González Dávila, cometió el error de intentar erigirse como gobernador del territorio que había descubierto y conquistado.

Hernández de Córdoba envió a su amigo Andrés de Cereceda a España para solicitar a Carlos I el gobierno de Nicaragua y luego viajó a Santo Domingo para reclutar tropas con las que fue a Honduras. Posteriormente, subió a Nicaragua, solicitando el respaldo de los ayuntamientos de las poblaciones que había fundado. Enfurecido, Pedrarias organizó una gran fuerza para enfrentarse al rebelde, a pesar de sus ochenta y seis años. Partió de Panamá en enero de 1526.

Hernández de Córdoba, confiado en la clemencia de Pedrarias, se entregó, pero el gobernador lo apresó y levantó un proceso por traición, encontrándolo culpable. Pedrarias ordenó su ejecución por decapitación en la plaza mayor de León la Vieja en julio de 1526.

Después de tomar posesión del gobierno de Nicaragua y ejercer durante seis meses, Pedrarias regresó a Panamá. Sin embargo, se encontró con la sorpresa del nuevo gobernador Pedro de los Ríos y enfrentó su segundo juicio de residencia, que se publicó el 9 de febrero de 1527. Mientras se preparaba para enfrentar estas nuevas circunstancias, recibió la visita de Diego de Almagro, quien venía a reclamar su contribución para el descubrimiento del Perú. Almagro, dejando a su socio Pizarro en la isla del Gallo, había llegado a Panamá en busca de refuerzos.

Durante su encuentro con Pedrarias, Almagro solicitó ayuda económica en presencia de Fernández de Oviedo, quien dejó testimonio de esta entrevista. La reacción de Pedrarias fue altiva, acusando a Almagro y Pizarro de causar desórdenes y muertes. Ante esto, Almagro respondió con firmeza: "Pagad, si queréis gozar de esta empresa, pues que no sudáis, ni trabajáis en ella, ni habéis puesto en ello sino una ternera que nos disteis al tiempo de la partida, que podría valer dos o tres pesos de oro, o alzad la mano del negocio". Pedrarias solicitó inicialmente cuatro mil pesos para retirarse del negocio, pero Almagro le ofreció quinientos. Finalmente, llegaron a un acuerdo de mil pesos para resolver la disputa.

Este incidente ilustra una de las muchas artimañas de Pedrarias, quien concedía descubrimientos y conquistas como si fueran negocios particulares. Su actitud y tácticas cuestionables eran una característica distintiva de su gobierno y relaciones con los conquistadores de la época.

En 1527, Pedrarias enfrentó su segundo juicio de residencia, que resultó similar al primero. El licenciado Juan de Salmerón, alcalde mayor de Pedro de los Ríos, fue el encargado de llevar a cabo este juicio, pero se vio incapaz de desentrañar la red de testimonios falsos e influencias en la que se vio inmerso. Muchas de estas influencias provenían directamente de la Corte, donde Isabel de Bobadilla actuaba una vez más con gran habilidad. El juicio se centró en la actuación de Pedrarias a partir de 1522, tras el primer juicio de residencia, y resultó implicado en cuarenta y siete acusaciones. Se instruyó sumario sobre veintitrés de ellas, que abarcaban delitos como extorsión, malversación de fondos, fraude, violación de correspondencia, entre otros. Sin embargo, todas estas acusaciones no tuvieron consecuencias, y Pedrarias nuevamente salió ileso de su segundo juicio de residencia, siendo además recompensado con el gobierno de Nicaragua.

La obtención de este gobierno fue otro golpe de suerte, hábilmente manipulado. La suerte se presentó con el fallecimiento de Gil González Dávila, el descubridor y gobernador de Nicaragua. La manipulación, a cargo de Isabel de Bobadilla en la Corte, consistió en convencer a la Corona de que su esposo era quien merecía dicho cargo. El 16 de marzo de 1526, se emitió el nombramiento oficial de Pedrarias Dávila como gobernador y capitán general de Nicaragua.

En 1528, Pedrarias dejó Panamá bajo la administración del nuevo gobernador Pedro de los Ríos y se trasladó a Nicaragua acompañado por un destacado séquito que incluía a Diego Álvarez Osorio, el primer obispo de la gobernación, así como a Francisco de Castañeda, alcalde mayor, Diego de la Tobilla como tesorero y Alonso Pérez de Valer como veedor. Al llegar, encontró el territorio en agitación, ya que Diego López de Salcedo, gobernador de Honduras, había ocupado ilegalmente parte del mismo, provocando un motín entre los españoles y una rebelión de los indígenas. Pedrarias halló a Salcedo refugiado en una iglesia y lo trasladó a la fortaleza de León, donde lo retuvo durante siete meses, hasta que firmó un acuerdo de límites entre Honduras y Nicaragua y pagó una multa de veinte mil pesos.

Nicaragua presentaba una evidente escasez de pobladores, y Pedrarias intentó remediarlo trayendo colonos de las grandes Antillas. Alrededor de doscientos colonos llegaron, y con ellos organizó una expedición en busca del desaguadero del lago de Nicaragua (río de San Juan). Esta expedición fue liderada por su lugarteniente Martín de Estete, acompañado por el capitán Rojas. Estete cometió diversas atrocidades durante su travesía, llegando finalmente al cabo Gracias a Dios, donde fundó el Pueblo de las Minas, dejando a Rojas allí mientras él volvía a León para informar a Pedrarias. En 1530, Pedrarias envió a Estete a Guatemala para ocupar parte de su territorio, pero la expedición fue rechazada por los hombres de Alvarado, resultando en un fracaso, aunque con la captura de dos mil indígenas esclavizados y encadenados.

La captura y venta de indígenas esclavizados se convirtió en un lucrativo negocio en Nicaragua, al igual que en Panamá en el pasado. Pedrarias no solo lo toleró, sino que también organizó su venta, principalmente hacia Panamá, donde eran necesarios para la conquista del Perú. Esto provocó una marcada disminución de la población indígena en Nicaragua, exacerbada por epidemias. En este contexto, el alcalde mayor, el licenciado Castañeda, desempeñó un papel similar al de Fernández de Oviedo en Panamá, acusando a Pedrarias de nepotismo (por colocar a amigos y familiares en cargos públicos), de reformar las encomiendas en beneficio de sus allegados, de participar en el comercio de esclavos indígenas y de no denunciar los abusos cometidos por sus capitanes contra los nativos.

El 5 de octubre de 1529, Pedrarias escribió al Monarca solicitando su relevo como gobernador debido a su avanzada edad y enfermedad. Describió su estado, indicando que estaba "muy viejo e muy enfermo" y que se encontraba "tullido, casi siempre en la cama, y no puede andar, si no es en una silla sentado". La tensión entre Pedrarias y el alcalde mayor se intensificó durante la elección del Cabildo de León en 1530, ya que ambos buscaban ocupar los cargos con sus partidarios. A pesar de la disputa, el gobernador logró evitar que la situación se saliera de control.

Las enfermedades de Pedrarias empeoraron, y aunque no pudo asegurar que su hijo Diego Arias heredara la gobernación, logró concertar el matrimonio de su hija María, prometida anteriormente a Balboa, con Rodrigo de Contreras. Este último sucedió a Pedrarias como gobernador de Nicaragua, convirtiendo la provincia en un feudo de los Contreras. Pedrarias falleció en León el 6 de marzo de 1531, a la edad de noventa y un años, y fue enterrado con gran pompa en la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Merced, donde había pasado sus últimos meses. De manera irónica, en el año 2000, el Instituto de Cultura Nicaragüense descubrió los restos mortales de Francisco Hernández de Córdoba, fundador de la ciudad de León la Vieja, en la cripta de la misma iglesia. Sin embargo, la cabeza, cortada por el Furor domini cuatrocientos setenta y cuatro años antes, estaba ausente.

Fin

Recopilado y hecho por Lorenzo Basurto Rodríguez

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