Martín Fernández de Enciso

Martín Fernández de Enciso, también conocido como Fernández de Enciso, es reconocido como un descubridor y geógrafo destacado, aunque los detalles precisos de su nacimiento y muerte aún son motivo de debate.

Existen discrepancias respecto a su lugar de nacimiento. Algunos, como Roquette y Boyd-Bowman, sugieren que nació en Sevilla, mientras que otros, como Ibáñez Cerdá, argumentan que pudo haber nacido en Enciso, un pueblo cercano a Calahorra, en La Rioja española.

La fecha de su nacimiento también es objeto de discusión. Roquette sugiere que pudo haber nacido hacia mediados del siglo XV, lo que implicaría que tenía cincuenta y ocho años cuando se aventuró en las Indias y setenta y seis al aspirar a una gobernación en Tierra Firme. Estas edades parecen poco probables dada la esperanza de vida en los siglos XV y XVI. Por otro lado, Boyd-Bowman sugiere alrededor de 1570 como fecha de nacimiento, mientras que Ibáñez, basándose en una declaración presentada por Enciso en Madrid en julio de 1525, establece su nacimiento en 1469. Esta última parece ser la opción más plausible, lo que indicaría que tenía treinta y ocho años cuando llegó a la isla La Española y cuarenta y nueve cuando publicó su obra "Suma".

En cuanto a su fallecimiento, se acepta generalmente que ocurrió en Sevilla a finales del primer tercio del siglo XVI. En 1530, ya se encontraba en un estado de salud deteriorado y estaba sujeto a las reclamaciones frecuentes de los "indianos" ante la Corona.

Las primeras referencias sobre el bachiller Enciso provienen de Herrera (Década I), quien lo consideraba notable, al igual que Navarrete e incluso Humboldt. Roquette elogia su trabajo al afirmar que fue el primer español en sistematizar los conocimientos hidrográficos en un tratado metódico sobre navegación.

Al llegar a las Indias en 1504, Enciso era inexperto e impulsivo, con treinta y cinco años de edad y cierta formación jurídica, experiencia práctica en navegación y un alto nivel cultural. Los detalles sobre sus primeros pasos en América aún no están completamente claros; probablemente llegó a La Española como pasajero en la expedición de Nicolás de Ovando. Este acontecimiento, como señala Céspedes del Castillo, marcó el inicio de la colonización de las Antillas, el surgimiento del Imperio español en América y la participación del pueblo hispano en la empresa colonizadora.

Para el año 1508, Martín Fernández de Enciso ya se encontraba establecido en Santo Domingo, ejerciendo su profesión de abogado. Había logrado acumular una fortuna considerable, como lo testimonia Herrera en su obra "Descripción de las Indias", al afirmar que poseía "dos mil castellanos que eran más en aquel tiempo que ahora diez mil". Esta fortuna le permitió involucrarse económicamente en una empresa en Tierra Firme, lo que lo vinculó directamente con la empresa de descubrimiento y exploración de América, y como resultado, influyó en su obra geográfica, la primera de su tipo en las Indias.

La década de 1500 fue testigo de una intensa actividad en la exploración del Nuevo Mundo, con numerosos actores involucrados y la aparición de nuevos escenarios geográficos. En este contexto, la contribución de Fernández de Enciso fue significativa, especialmente en relación con la acción de figuras como Ojeda y la influencia científica heredada de Juan de la Cosa.

Su participación ayudó a revelar la compleja realidad del mundo antillano y a trazar el perfil atlántico de un Nuevo Mundo en constante expansión, incluyendo la apertura del océano Pacífico. En este proceso, Fernández de Enciso emergió como uno de los protagonistas clave, cuya labor se enlazó con las exploraciones de otros contemporáneos, marcando así el inicio de una era de descubrimientos y exploraciones que transformarían la historia de América.

La actividad de Alonso de Ojeda fue implacable y emblemática en su tenacidad. Desde 1499, emprendió varias expediciones a lo largo de la costa septentrional de América del Sur. Finalmente, en 1508, le fue otorgada la gobernación de la Nueva Andalucía, hacia donde se dirigió al año siguiente (1509), llevando consigo a un personaje inicialmente anónimo que más tarde se haría famoso: Francisco Pizarro. Mientras tanto, en Santo Domingo, Fernández de Enciso se preparaba para apoyar la expedición de Ojeda en Tierra Firme desde la costa, con la esperanza de obtener una recompensa en tierras continentales, como un cargo de autoridad, según lo describe Herrera en su "Década I".

Cuando Fernández de Enciso se aproximaba al continente sudamericano con un sustancial contingente de ciento cincuenta hombres, incluyendo a Núñez de Balboa como polizón, y un considerable abastecimiento de víveres, armas, municiones y otros implementos coloniales, como asnos, sementales, cerdos, entre otros, se encontró con una sorpresa desagradable. Ojeda había fracasado, y el control del grupo restante estaba en manos de Francisco Pizarro, lo que generó una enemistad permanente entre él y Fernández de Enciso.

La continuación de la empresa tomó rumbos imprevistos. Núñez de Balboa emergió como una figura de poder, mientras que Fernández de Enciso, expulsado por él en 1511, regresó a España totalmente enfrentado a quien había sido su pasajero, Balboa. Fernández de Enciso hizo todo lo posible por desacreditar a Balboa, mientras se esforzaba por recuperar los gastos en la empresa de Ojeda.

El esfuerzo de Fernández de Enciso eventualmente dio sus frutos. Se embarcó nuevamente hacia América con la expedición de Pedrarias Dávila, una empresa extraordinariamente intrigante desde varios puntos de vista. Entre las novedades de esta expedición se encontraba el Requerimiento, un impresionante documento cuya redacción había contado con la intervención directa de Fernández de Enciso. En esta ocasión, fue designado alguacil de Tierra Firme como una forma de compensación por los daños que le había causado Núñez de Balboa.

Sin embargo, el impacto generado por la destacada expedición de Pedrarias no pudo mantenerse en un medio marcado por el delicado equilibrio logrado por los esfuerzos de Balboa. Para contrarrestar esto, se organizaron continuas expediciones de exploración y descubrimiento en los alrededores del istmo, tanto en tierra como en el mar. Estas acciones estuvieron a cargo de grupos de conquistadores, incluyendo a Góngora, Carrillo, Ayora, Becerra, Morales, Téllez de Guzmán, Vallejo, Pedrarias el Mancebo, Escudero, Tavira, el propio Balboa y, por supuesto, Fernández de Enciso.

Si bien estos esfuerzos trajeron beneficios económicos y geográficos significativos, el costo humano fue elevado, tanto para la población indígena como para los propios conquistadores. A pesar de los avances realizados, el precio pagado fue alto y dejó una marca indeleble en la historia de la región.

La expedición de Fernández de Enciso fue dirigida por el interés de Pedrarias Dávila en verificar la presencia de riquezas auríferas, como lo evidenciaban algunas muestras recogidas en el istmo y en el noroeste de América del Sur. Nadie mejor que un hombre de confianza y experto en la región, como Fernández de Enciso, para llevar a cabo esta tarea. Fue en este contexto cuando tuvo la oportunidad de llevar a cabo la lectura obligatoria del Requerimiento, cuyo resultado negativo ha sido recordado tanto por Las Casas como por Herrera, y que el propio Fernández de Enciso menciona en su obra "Suma" con palabras contundentes: "Yo requerí de parte del Rey de Castilla a dos caciques de estos del Cenú [...] y respondiéronme que en lo que decís que no había sino un Dios [...] que les parecía bien y que así debía ser; pero en lo que decía que el Papa era señor de todo el Universo en lugar de Dios y que él había hecho merced de aquella tierra al rey de Castilla, dijeron que el Papa debiera estar borracho cuando lo hizo pues daba lo que no es suyo y que el rey que pedía y tomaba tal merced debía ser algún loco [...]".

La experiencia de Fernández de Enciso en la región norandina contribuyó a la planificación de nuevas expediciones. Traía noticias alentadoras sobre la existencia de oro de fácil acceso, aunque dudaba en difundirlas abiertamente. En su obra "Geografía", menciona: "En esta tierra del Cenú hay mucho oro en poder de los indios y muy fino; y [...] los indios dicen que lo traen de unas sierras de donde viene el río [...] y que lo cogen en los arroyos y valles; y cuando llueve atraviesan en los arroyos redes y que como crece el agua trae granos de oro grandes como huevos y que se quedan en las redes; y que de esta manera cogen los mayores granos [...] Yo tuve un cacique preso que me dijo que tres veces había él ido a aquellos lugares y lo había visto coger de esta manera y lo había él cogido". Estos indicios fueron suficientes para desatar una nueva fiebre del oro, especialmente en la baja Centroamérica, donde los adornos de los caciques y sus ajuares funerarios sugerían la existencia de riquezas aún por descubrir.

Además de su experiencia como descubridor, Fernández de Enciso también tuvo una notable participación en el ámbito jurídico, particularmente en lo que se ha denominado "lucha por la justicia", un aspecto que sus críticos han destacado con insistencia. La controversia surge a raíz del sermón de Montesinos en 1511, ante cuyas ideas Fernández de Enciso adoptó una postura contraria. Estaba presente en calidad de experto junto a fray Alonso del Espinar y al mercader García de Carrión, quienes influyeron en la redacción de las Leyes de Burgos en 1512 y otras disposiciones adicionales, según afirma L. Hanke. Se considera que sus ideas y criterios influyeron en la propuesta de regulación que Gil González Dávila presentó al cardenal Cisneros sobre los repartimientos en 1516, una postura que Giménez Fernández critica duramente, llamándolo "petulante bachiller" y atribuyéndole la idea de que "todos los indios eran perros salvajes". Además, como se ha mencionado, Fernández de Enciso estuvo involucrado en la redacción del Requerimiento, en una posición análoga a la de Palacios Rubios, en defensa de la doctrina teocrática que el famoso documento refleja como una realidad fehaciente desde 1514.

Su obra más conocida es la "Suma de Geographia", que aborda todas las regiones y provincias del mundo, con especial atención a las Indias. En ella, dedica un extenso tratamiento al arte de la navegación, incluyendo la orientación mediante el Sol y el Norte. Originalmente publicada en 1519, un año particularmente significativo en la historia de España y América, fue reeditada posteriormente en los años 1530 y 1546, con correcciones, lo que evidencia su notable éxito editorial y su continua relevancia en el ámbito geográfico y cartográfico de la época.

Como su título indica, la "Suma de Geographia" es una síntesis elaborada por el autor, que recoge su sabiduría y experiencia práctica, siendo una compilación didáctica que no está exenta de elaboración. En ella, se hace hincapié en que la experiencia es la base fundamental de todo conocimiento ("la experiencia de nuestros tiempos es madre de todas las cosas"). Es un compendio que no es excesivamente sintético en lo astronómico, pero que es susceptible de ser aprovechado por la navegación práctica, como indica el autor al afirmar que "los pilotos sabrán de hoy en adelante".

La obra está escrita en romance y se actualizó especialmente en la edición de 1530. En ella, lo especulativo, como la descripción de la esfera con sus puntos, líneas y movimientos, evoluciona hacia lo experimental, destacando la práctica de la navegación a la estima. Aunque esta práctica seguía en uso, Fernández de Enciso incorporó tablas del "regimiento del polo" que fueron notablemente corregidas en la segunda edición y que tuvieron una larga vigencia.

La "Suma de Geographia" tiene una intencionalidad práctica y útil por encima de lo meramente curioso o excepcional. El autor detalla las costas de las tierras por derrotas y alturas, nombrando los cabos de las tierras y su altitud y grados, describiendo desembocaduras, tierras inmediatas con notas sobre su historia natural, datos sobre sus pobladores, toponimia, etc. En resumen, la obra forma una verdadera descripción de una carta geográfica, aunque esta no exista o se encuentre en paradero desconocido.

Fernández de Enciso comienza su obra "Suma de Geographia" con la intención de proporcionar una comprensión más clara del mundo, marcando el ecuador y los hemisferios, tanto occidental como oriental. Esto implica la adopción de un meridiano cero o "diámetro", donde el bachiller considera la Línea de Tordesillas, así como el meridiano de Sevilla, la isla de Santo Tomé y la isla de El Hierro. Sin embargo, surgen dificultades en la determinación del valor del grado, lo que resulta en una estimación menor y anticuada que empequeñece la extensión de la Tierra, en línea con los cálculos de Colón. Esta discrepancia favorece las pretensiones españolas sobre las portuguesas en el Extremo Oriente.

A diferencia de Alonso de Chaves, cuya obra permaneció en manuscrito, la "Suma de Geographia" de Fernández de Enciso experimentó tres ediciones en un lapso de diecisiete años, lo que sugiere que su falta de difusión no se debe a pérdida u olvido, sino a una posible intención deliberada de impedir su divulgación por motivos políticos o estatales.

La descripción que ofrece la obra abarca todo el mundo conocido antes de 1519. Desde el Viejo Mundo, incluyendo la legendaria isla noratlántica del Brasil y las islas del Atlántico cercanas a Europa, hasta el Nuevo Mundo, con un detallado recorrido por las islas antillanas, con notas etnográficas, ubicación y distancias. Además, presenta una visión del continente americano en su fachada atlántica, con algunos apuntes sobre el Pacífico, incluyendo referencias a pueblos más avanzados con códices, lo que sugiere una civilización más compleja.

Fin

Recopilado y hecho por Lorenzo Basurto Rodríguez

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